martes, enero 26, 2010

EL DISPARO DE LAS RUINAS


De pronto un hombre se vuelve
ráfaga por su condición
de negro de hambre
y uno y otro disparo fueron
al centro mismo
de sus adioses destrozados
por las ruinas de las ruinas

Otra vez la
la mano que se esconde en las
escorias de la muerte para
mantener el orden necesario y
cumplir con la multiplicación
de sus lamentos

Que muera quien tenga que
morir para que viva por siempre
la miseria capaz de destruir
cualquier letargo que se
encuentre a la espera de
alegrías.

Porque en medio de las
ruinas y la satisfacción de los
propietarios se levanta el tableteo
para ver caer al saqueador cargado
de balas que es lo único que pudo
acumular en su existencia.

Y mientras la justicia cubre y
santifica tanta maldad
las potencias anuncian sus
respectivas intervenciones para
decidir adecuada y equilibradamente
el reparto de los escombros que servirán
para que más camellos sepan
que no es posible su tránsito de agujas
por los cielos.

Pero los disparos
no dejan de ir y venir
de subir y bajar
en medio de la humedad que
ve pasar
las lágrimas que hacen del cobijo
su más claro crucifijo

Y es así como se procede a definir
lo que es y será la autoridad que habita
en los cielos de los cielos bajo
los sagrados amparos del amén.

Aunque los terremotos
no se dan en los
cielos ni en sus purgatorios

¿Pero es que
hay algo que se le
tenga que cobrar a este negro que fue
y es habitante de estas tierras de ritos
y herejías?

¿Y cómo cuándo y bajo qué condiciones
habrá que hacer ese pago para que cesen
los imperios del látigo
y los mandamientos?

¿Se aceptará bendiciones y penitencias
como medios de pago
o habrá que invocar los sagrarios
para que digan
si estamos ante una condena de
estos hombres mujeres y niños y de
estas tierras frutos y flores por los
siglos que han sido y serán?

¿Es esta una tierra y una gente que
nacieron hundidas para hacer del
sufrimiento la mayor de las heredades
que crean los dioses para los hombres
que no saben de piedades?

¿Hasta cuándo ruina para las ruinas
ráfagas que siempre fueron urnas
disparos conformados en azabaches
y estupores de siempre?

¿Es que nos
dedicaremos a seguir en la espera
de las horas del perdón
que nos llevarían a comenzar
el vivir bajo los recodos del augurio
de otros contingentes?

Porque hoy sabemos
que la causa de los taínos
no se quedó en la pura señal de la sangre
que se instaló en la
constatación de los pecados
y miserias del mundo

De un lado
y otro el desatino llenó
del mismo polvo los caminos para
que el infierno negro pudiera
conciliar con las ánimas benditas que
hacen del ayer y del hambre de hoy el
santuario que nunca podrá conocer los
amaneceres del encanto y los himnos
mayores.


La conjugación sigue siendo
entonces la misma
el látigo de ayer con la misma carga
del hambre que azota negramente
al hombre invadido
más allá de las entrañas de sus dioses

Y no es simplemente profético
decir que Haití está
en una hora de muerte
porque alguien tendría que decirnos
cual ha sido su hora de vida
su hora de vuelo capaz
de unir el suspiro a la sonrisa.

Y cómo llegaremos a la embarcación
que se encargue de poner
a andar los tronos
de las ilusiones que se siembran
más allá de las ruinas para hacerlas
portadoras de los ritos
de humanidad
que no se distinguen por colores
ni credos
sino por la expresión de amor
que se incrusta
en cada uno de los crepúsculos
que somos capaces de inventar
en cada amanecer

Cómo olvidar que nuestra propia
condición de gente fue acordada
por quienes nunca supieron
ni han sabido
de un vivir apartado de toda idea
de suplicio
sobre la frente propia y la del amigo
de aquel rosario que se detenía
en la letanía de las miserias
convertidas en padre nuestro de
todos los días

Porque sólo en ese
momento vamos a andar lejos
del cumplimiento del oficio
del morir
establecido en las tempestades
que se volvieron mentalidades
y sentimientos de colores
que nunca nadie podrá
devolver al lugar
del verdadero origen de las penas
del mundo

Por ello se impone
reclamar el derecho a ir
ante los designios
que nos han convertido
en sangre regada
y en dolor incrustado en los propios
pavimentos
de un corazón que ya uno no
puede saber
si estará dispuesto a seguir aguantando
la tantas veces rezada inutilidad
de la existencia.

¿Podrá a esta hora levantar
la cabeza en grito aquel compañero
que aún frente a un disparo de ruinas
proclama el mayor de los vivas
a la vida linda que nunca
ha conocido ni podrá conocer?

Sabemos que Haití la invadida
una y otra vez es una señal de
recuerdos en los que vivirá por
siempre la imagen
incesante de la soledad que se
nos quedó grabada al momento
del disparo de las ruinas de aquel
terremoto que volvió resuello
el canto de los niños y purísimo
adiós la risa
de la inocencia que se agolpa
cada vez más en los corazones
de los mañanas
de azabaches tunas y dalias


abm

las fotos provienen del siguiente enlace

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