jueves, noviembre 21, 2013

EL BESO QUE IMANTÓ LOS TULIPANES





Iba de blusa blanca y llevaba prendido en el ojal un jazmín que aromaba el viento que mecía mis cabellos mientras alcanzaba la esquina perpendicular de tus párpados. Allí se alojó un suspiro que se le escapó al ala inquieta de una mariposa en vuelo hacia la confitura de un membrillar.





Descendí por las escalinatas de la tarde hasta llegar al palomar de las nubes para ver soltar sus rumores de agua sobre el sobresalto de las fuentes. Y escribi en la dulce hondonada de la flor una carta hecha de lloviznas.




Tú aguardabas en el pasadizo de los siglos la señal de una canción que aún no habías escuchado y escudriñaste mis ojales aguardando el milagro de un adagio que recorriera la dimensión de tu sed. Yo me hice niña en la estancia de tus comisuras y me sembré en las florerías de un tiempo que aún no ha transcurrido.




A tí se te hizo agua el paladar de los sueños, embriagado de jazmínerías. Y recorriste la casa de las palabras en busca de un verso que contuviera el malabarismo de tus madrugadas, dibujado sobre un espejo de rizos y un azul de mares sin navegar.




Tuvo levedad de chicharra el vuelo sin estaciones entre la mirada y el beso que imantó los tulipanes. Pero fue suficiente para dar cuenta de los tiempos de laúd que habrán de ser.



texto y fotos / mery sananes
21 de mayo del 2010

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