domingo, noviembre 20, 2011

VEINTE MINUTOS


Gustav Klimt

Cómo medir los días perdidos
los que alguien compró a buen precio
sobre la maquinaria de la injusticia
el ejercicio de la fuerza y el dominio
del capital vertido como un disparo
sobre el corazón de una madre

Cómo contabilizar las lágrimas de
los niños que fueron despojados del
regazo de donde partieron

Quién sacará la cuenta de las horas
furiosas en las que los hijos fueron
secuestrados por quien se nutrió de
todos los odios para inventar una
paternidad sin forma pero con toda 
la burla de los sinfines
    
Un día como hoy hace un año de 
amaneceres oscurecidos por la
desesperanza las tardes resquebrajadas
sin asomarse a la sonrisa de los hijos
tocó a la puerta como siempre
la autoridad del desahucio papel
en mano a ejecutar su medida
 por encima de todo destino

Veinte minutos fueron concedidos
para recoger los pedazos rotos de la vida
las memorias inservibles los naufragios
de la mentira y el engaño los enseres del
sufrimiento y el dolor regados como
pólvora sobre los territorios de los hijos

Veinte minutos sin despedida para que
los niños no vislumbraran la dimensión de
la tragedia y no anticiparan el tamaño
de la hendidura que quedaba sembrada
entre sus manos

Veinte minutos que quedaron grabados
sobre la piel como una señal indeleble
del cuadrante de una herida que no tiene cura
en la melancolía de unos ojos a los que
les robaron su alegría

Veinte minutos que aún perduran en el
historial de la desverguenza y la perversión
presenciado por tantos testigos como compra
venta de acciones se hicieron para lograr
sus cometidos

Veinte minutos despiadados que desvestían
el rostro exacto de una mentira de mil voces
coreada por los de su misma estirpe empeñados
en desvalijar creencias ancestrales  para justificar
la aparición de sus propios demonios

Veinte minutos para develar en toda su
magnitud la falacia de una oración que jamás
alcanzó el dintel de los cielos ocupada
como estaba en juntar las dádivas recogidas
para la extensión de un apostolado sin
apóstol sin fe y sin misericordia

Veinte minutos de horror plantados en
un rostro satisfecho de sus propias incoherencias
escudadas tras una exacta planificación
del despojo y la agresión

Veinte minutos que escribieron sin pudor
la biografía de un hombre sin más pergaminos
que la ausencia de toda humana condición
investido de un pasaporte divino acreditado
en las escorias del poder y la complicidad
de las almas que requieren adquirir su
ascenso a los paraísos en la valija de las
donaciones y el bullicio de las plegarias

En veinte minutos se descubre el
mundo en su  sarcasmo en su alevosía
en su descaro impertinente
y en las pupilas ennochecidas de unos
niños que perdieron el rumbo de sus
respiraciones y abrazo del árbol de la vida

De esos veinte minutos impúdicos
y de los trescientos sesenta y cinco
días que le siguieron en los que se
amontonaron como desechos las alevosías
trampas y  manipulaciones mas atroces
nos hemos levantado armados sólo de
un cordón umbilical que ningún atropello
puede vencer ni torcer asistidos como
estamos de la ternura arraigada en los
recintos de los párpados para arropar
con la canción de cuna de siempre la
soledad y el vacío de los días expropiados
al único regazo al que pertenecen

Y que no queden sin nombrar los
cómplices los que asumieron el falso
papel de guardianes a cambio de una
prebenda o una amortización en la
deuda con los tribunales celestes

Los que solícitos con una mansedumbre
que apena corrieron raudos a cumplir
las órdenes del gran farsante para satisfacer
sus orgías de grandeza y su omnipotente
capacidad para trastocarle los cimientos
a la vida de los otros

Esos que desvergonzadamente contaron
los abalorios como si fuesen monedas
para darle cuenta al designado por
los dioses para abatir la alegría       

Los que tomaron para sí una paternidad
que no les correspondía como si los hijos
fueran un objeto de mercaderes y bagatelas
los que nunca se han aprendido una
canción de cuna ni saben deletrear las
fiebres ni los insomnios ni los dientes
apretujados sobre una tristeza sin fin

Pero que están allí dispuestos para distraer
engañar alucinar espantar el tiempo mientras
el pastor mayor gasta el suyo vendiendo
espejitos y fanfarrias a los creyentes de toda
ralea a quienes les ofrecen la diestra del señor
siempre y cuando puedan sostener sobre
sus hombres los pilares de un templo inexistente

Veinte minutos son suficientes para despejar
la trama eterna de una religión sin creencias
ni postulados que sólo sirve para catequizar a
quienes aún no saben conjugar el verbo vivir
y que se escudan tras el vasallaje para soportar
su propia incertidumbre y sus maltrechas faenas
de un vivir descalabrado e inútil

Veinte minutos y los trescientos sesenta y cinco
días que siguieron claman la hondura de una huella
que quedó como un registro en los años partidos
de unos niños resplandecientes como lumbres 
lanzados a las penumbras del odio
a los torcidos senderos de la omnipotencia
la soberbia y el mal

Y sin embargo la vida se dispuso frente a nosotros
como un río tempestuoso como una arremetida 
feroz que nos hizo ascender por vertientes
oscuras hasta alcanzar la definición de
los acantilados y los secretos abismales 
de los precipicios y desde ese pozo de
oscuridades esa soledad de bosques talados
hemos reconquistado cada día un decibel de las
alegrías apropiadas hemos persistido en la ofrenda
de caricias en el regocijo de los pájaros en la 
ventura de un amor que se despliega como
un velamen sobre tierras baldías

Y veinte minutos y trescientos sesenta y cinco
días después renace en el regazo
un almácigo de florerías olvidadas de cánticos
silenciados de caminos bordados de suspiros
y una esperanza de que en la dura lección de un
vivir atropellado no se haya extraviado el asombro
de las pupilas ni el enamorado tránsito de sus pasos
traviesos horadando sobre las hierbas los acordes
de la risa que la madre les ofrendó desde el primer
día en que hicieron nido en la casa de agua que
cobijó el nacimiento de sus rizos y el milagro de
sus decires de gajitos de mandarina que perdurará
por siempre en la memoria de los tiempos que vendrán

 17 de noviembre del 2011



9 comentarios:

Contracorriente dijo...

Dolorosamente incontestable, Mery, dolorosamente incontestable...

Anónimo dijo...

Desgarrador, valiente, profundo este texto

JB

Anónimo dijo...

La vida es, en buena medida, como un jarroncito de barro que a cada paso se cae, y que a duras penas volvemos a pegar como podemos, frágilmente siempre....Un beso muy grande..

Carlos Morales

Administrador dijo...

Gracias, Carlos, por tus palabras, por asomarte a mis pedazos de arcilla, en proceso de rehacer un cántaro que nunca se vacía. Si lo sabrás tú, que has construido un Toro de Barro, que no cesa de hacer sus recorridos por cualquier pastizal, ajeno a los ruedos de su muerte, y bravío como tú, ante las caídas, para erguirse de nuevo contra todo dictamen ajeno, con la proa siempre en dirección a los hijos. ms

Anónimo dijo...

No sé cómo ponerle un "me gusta" a esos veinte minutos en que se sintetiza la deformidad del espíritu, pero lo he hecho por dejar fe DE que hago compañía... Por ventura, siempre podremos abogar por los tiempos que vendrán, tiempos que, de alguna manera, ya están aquí...

Luis Alejandro Contreras

Anónimo dijo...

Saludos, Luis Alejandro, tu espacio es realmente admirable...

Carlos Morales

Administrador dijo...

Qué bueno que este muro diminuto lejos de cercar haya abierto ventanas entre Carlos y Luis Alejandro . Ambos son espacios para hondas travesías, para quedarse en ellas desentrañando el poder de la palabra y tras ella el poder del corazón del hombre, siempre asomado a la ilusión, mientras vadea oscuridades. Luis Alejandro: te asombrarás cuando descubras un Carlos múltiple que desenvuelve de los telares de su alma cartas que le dejan a uno el sello de lo vivido. Pero además encontrarás al poeta y mil oficios más mágicos todos. Carlos: en Luis Alejandro encontrarás al indagador de todo lo cotidiano, siempre tras la búsqueda de una lumbre. Se puede desaparecer tras la luna o cultivar en su jardín la sed de un zamuro. Pero siempre sus palabras vienen del tormente de quien no puede vivir de espaldas al recio dolor que se escancia en las horas. Harán excelentes migas. Y yo tengo el privilegio inmenso de acampar en ambos. Un abrazo para los dos. ms

Anónimo dijo...

Mery. Tan so'lo te dire': que' bella eres...que' bella eres... Te escribo desde la calle au'n, guarecido de esa tormenta que ha azotado la ciudad. Esta manhana me desperte' con una breve y grata nota de Carlos... Le respondi' y, acto seguido, me fui a visitar su palomar nocturno, para llevarme la ma's grata de las sorpresas... El blog de Carlos toca un punto sensible de la piel, aquel que nos induce a sacar una balanza en la que podamos sopesar la pertinencia espiritual del vivir versus la pertinencia del mero obrar, la pertinencia del elixir de la psique versus la de los rastros dejados por impulso de la arrogancia. Las cartas, las memorias, las confesiones, la serena conversacio'n son, a juicio mi'o, la ma's honesta de las huellas del alma.

Luis Alejandro Contreras

Anónimo dijo...

Este no es sólo un poema. Es un pedazo de una vida verdaderamente VIDA.

Julia