miércoles, diciembre 04, 2013

LA CARMEN DINA DE ENRIQUE ALÍ GONZÁLEZ ORDOSGOITTI





LA CARMEN DINA
DE ENRIQUE ALÍ GONZÁLEZ ORDOSGOITTI

SE FUE PARA OTROS ESPACIOS A LA MISMA
SIEMBRA DE SUS ENTREGAS

Enrique Alí

Hemos estado cerca desde hace muchísimo tiempo. Una cercanía que poco tiene que ver con reuniones sociales sino más bien con lo que se comparte, lo que se sueña, la dirección del trabajo que realizamos. Pero si algo junta a la gente que se tiene afecto es el dolor. Esa herida que de pronto la vida nos deja, con o sin aviso, pero que nos quita hasta la respiración.

Y cuando supimos que tu compañera Carmen Dina se fue para otros espacios, y de la larga lucha que libró con su enfermedad, hasta el instante de tener que hacer su travesía,  nos acercamos a ti más que con cualquier otro gesto, con el silencio que reverencia, con el abrazo que ofrenda, con el corazón que comparte.

Sabemos  bien que no se trata de acostumbrarse a las ausencias sino  de convertirlas en continuación de lo que nos fue dado recibir. Y conociéndote, Enrique Alí, tenemos certeza de lo que son para ti las relaciones afectivas, los hijos, la compañera de la vida y el oficio ucevista, esos hilos infranqueables que son raíces y ramas de un árbol que aún abatido por los vientos, irrumpe de nuevo con sus hojas.

Y no nos queda sino estar contigo allí, en esa dura batalla, en esa transición que nos permita de alguna manera avasallar el dolor que vivimos, para poder recuperar de nuevo todas las sonrisas que aún están allí, flotando en el aire, adheridas a los hijos, envueltas entre tus manos, como el más precioso don que recibimos de quienes nos quieren y que dejamos a quienes queremos.

Y conocemos tu estatura, tu estirpe, Enrique Alí. Y podemos intuir la entereza de Carmen Dina, afrontando no sólo una enfermedad que se hizo insalvable, sino una despedida que nunca será tal para ella. Porque de cuántas formas quedan sus huellas inscritas en la corteza de ese árbol milenario, en la estructura de sus frutos y de sus florerías.

Tú estás marcado y hecho por ellas como ella lo estuvo de las tuyas. Y es un bien vivido, una vida que advino con su carga de magia, de deslumbramientos y de amor. Y es bastante y mucho decir que hemos podido vivir esos milagros.

Algo que nada ni nadie nos puede opacar ni oscurecer. Ni aún las noches de menguante, ni esos amaneceres en los cuales la niebla nos oculta un sol que sabemos que está allí.

Sólo queremos que sepas Enrique Alí lo cerca que estamos de ti, con nuestras manos extendidas para recoger el dolor que se derrama de tu naturaleza sensible, incapaz de comprender los avatares que truncan lo extenso del camino que había que recorrer.

Ahora tienes una doble tarea: doblegar el dolor, sanar la herida, restablecer la alegría. Hacer de la lágrima el más hermoso reflector de un arcoíris que siempre dibujará en los cielos la imagen de Carmen Dina, regresando una y otra vez a cuidar de ti y de los hijos.

Y sabemos que tienes la fortaleza y el temple para hacerlo. Ahora, en estos instantes hay que dejar que la herida procese su propia sanación. Sin nada que la apure. Que la lágrima haga su recorrido hasta reencontrarse con la savia de los ríos. Que el abrazo tome la medida de todos los vacíos hasta que ella, tu compañera de ayer, de hoy y de siempre, de nuevo encuentre su presencia allí indoblegable, junto a ti, para sostenerte y cuidarte.

Desde donde estamos te enviamos herbolarios mágicos, palabras que aún no han sido dichas, regueros de flores silvestres, corpúsculos de luz que crecerán hasta hacerse soles sobre tus ojos, y en particular, Enrique Alí, todo lo que te queremos.

Ojalá que en algo sirva para mitigar la dureza de estos días, en esa seguridad que tenemos de que hablamos por nosotros mismos y aún por aquellas ausencias que mañana nos tocará a nosotros dejar.

Y hay que preparar a los que vienen detrás para que sobreviva siempre la alegría sobre la tristeza. La magia y la memoria de lo que quisimos ser, por sobre nuestra sola presencia física. Y en el recuerdo estará la imagen de Carmen Dina, ya en otra dimensión, pero en su misma siembra de entregas y confituras dispuestas para aliviar estos duros golpes hasta volverlos recintos de acompañantes de una vida con plenitud de amor y trascendencia.

Mucho te queremos y abrazamos

Agustín y Mery
23 de noviembre del 2013

1 comentario:

Unknown dijo...

Hoy 24 de abril, a cinco meses de la partida acudo a darles las gracias por tan hermosas palabras entregadas en el tiempo que iba en caída libre. Hoy estoy más reposado el dolor de la partida se empequeñece ante la alegría de saber que dejó de sufrir su carne y ahora vuelta sólo Espíritu me acompaña más profundamente que antes. Los dolores incrementan nuestra edad en siglos. Gracias Agustín, Mery y toda la Cátedra Pío Tamayo, con quien seguiremos coincidiendo en la reconstrucción de estos despojos de una Venezuela que no pudo llegar a Ser. Abrazos y Bendiciones para Ustedes