sábado, enero 04, 2014

DE LAS PALABRAS - ANA ISTARÚ -




Este texto me lo envía hoy Lya Sheinfeld. Y tal como ella dice, su contenido, escrito hace diez años, guarda plena vigencia. Lo traemos a Embusterías, porque un buen ejercicio sería que cada quien añadiera sus propios deseos a ese listado. Pero no como un juego de palabras, sino más bien como un instrumento de conciencia que nos permita aprehender la terrible realidad de una sociedad mundial en la cual sólo van quedando deseos incumplidos, y cada vez más una realidad devastadora, tenebrosa y oscura. 

El hombre humano, que no alcanzamos a ser, se diluye, absorbe, aniquila, extingue, en medio de un planeta que ha olvidado el sabor del pan dulce que hacían las abuelas, la sal de la vida, el destino de las azaleas, comer verduras frescas, enamorarse de la matemática o el beso de los hijos desde un autobús en marcha. 

¿A qué nos aferraremos? ¿Cómo detener la destrucción que avanza sin obstáculos, la violencia que todo degenera, el miedo que corta en dos el amor, el odio que nos convierte en malabaristas del mal? 

Cada uno, en el espacio gigante de su yo interior, deberá resolver ese enigma, para entonces poderse juntar al otro que somos, y unidos fundar la vida que queremos.

Ana Istarú, nacida en Costa Rica, en 1960, poeta, actriz, autora de obras de teatro, columnista de opinión, reúne en su haber numerosas publicaciones y premios. Y sin duda tiene una palabra que atrapa con su sonoridad, su fuerza y su belleza.  mery sananes

ESTE AÑO QUIERO 

Un veranillo de San Juan como Dios manda, trabajo exigente, abundante y bien pagado, novio para quien no tenga, -buen mozo o más o menos, no nos pongamos exquisitas-, pero bueno como el pan dulce que merendaba mi abuela.

La bolsa gorda de maravedíes, aunque sea un mes sí y otro no, que todos los meses no,  es requeté cansado.

Un candidato honesto, digamos varios, justicia pronta y cumplida, salud  pronta y cumplida en el Seguro Social, muerte a la impunidad, cura para el  sida, cura para el cáncer, aunque ya sea tan tarde, cura para el odio,  aunque eso está más difícil, besarse mucho y emborracharse menos, patio con  palo'e cas en las guarderías, grupos de teatro aficionado en las oficinas, o  coros, o montañistas desaforados de los domingos en vez de birreros  desenfrenados frente a la tele.

Una canasta menos básica y más generosa, pues según Ortega y Gasset no sólo  de pan vive el hombre, sino también y sobre todo de lo superfluo, que es la  sal de la vida: pues de queque de frutas, qué caray.

A la que quiera embarazarse, mucho ardor y un hombre sano y un diluvio de leche en cada pecho. A la que no, ardor también y fuerzas, y mares de  oxitocina. Que terminen de enterrar los cables en San José. Que se puede  volver a caminar sin temor por San José. Que el jardinero no se ensañe con  mi azalea, que si bien no florece, no le ha hecho ningún daño al vecindario.

Que mi hija menor coma verduras. Que el que no chapea el lote coma purgante. Que no ensucien la playa, pongan bajito el radio, usen menos el carro,  compren menos hamburguesas, no toquen tan duro el pito, manejen sin celular,  apaguen el celular, -que estamos dando función-, no hablen por celular  cuando quiero que me quieran. Que no boten las casas de Cartago, o las de  Aranjuez, partida de desalmados que no tuvieron abuela. Que los niños  aprendan matemática porque alguien enamorado de la matemática les contagia  la pasión por la matemática.

Que no se droguen del otro lado de mi tapia ni me  roben la lámpara del  frente. Que mueran de muerte mala los que venden a una niña, o explotan a un  niño, o se roban a un bebé. Que el que quiera comprar a una chiquita, que se  vaya yendo por el mismitico avión por el que entró.

En materia de sábanas:  cortejo, encanto y maña, y alguien de tu tamaño,  mal alumbrado.

Que no nos maten a un solo clarinetista más. Que no nos maten a un solo  periodista más. Que no nos maten a más mujeres, porque ninguna nos sobra.

Que lo digan, si no, sus padres, sus hijos, sus amigos, el cuadernito  arrugado de sus planes futuros. Que no le rompan la cara al director.

Que "a mayor opulencia, más extensa la barriada de tugurios" deje de ser una  ley física.

Que a nadie le bote la casa el río, porque ya no habrá casas junto al río.  Que el río no bote basura al mar, porque ya no habrá basura en el río. Que  no se acabe el mar. Que no nos roben los peces ni las playas, porque es el  mar el que da nombre a este país. Que nadie compre este país, que es lo  único que tengo, y la fe en la decencia de un par de gobernantes.

Que no gastemos la existencia defendiéndonos del hambre, la estupidez o la codicia, sino que la dediquemos a su verdadero fin: la búsqueda del ocio, la  belleza y el placer. Que mujer y varón puedan fraternizar. Que la paz nos avasalle y mueran las armas del miedo.

Que la tumba de mi madre me bendiga y el beso de mis hijas, desde el autobús  en marcha, me libre de todo mal.

Amén.

Ana Istarú para EL FINANCIERO
Dic, 2004

No hay comentarios.: