miércoles, febrero 10, 2016

UNA CARTA PARA MANUEL RODRÍGUEZ MENA







Esta carta se la envié Manuel el 19 de enero de este año. Y  esta vez la respuesta se quedó en el camino del viento. Con él sostuvimos una amistad fraterna de décadas. Fue miembro fundador de la Cátedra Pío Tamayo en 1983 y lo elevamos a la condición de Maestro Floricultor de la misma. Con el anduvimos unidos no sólo por el afecto sino también por la hermandad en los mismos sueños, en una compartida visión crítica del acontecer  mundial y nacional, a partir de la perspectiva de la HistoriActual.  


Sin embargo fue la partida de su esposa y compañera de vida, Marucha, lo que nos acercó en un grado mayor. Ya Manuel venía sufriendo de una salud deteriorada que lo confinaba muchas veces a la inmovilidad. Junto a él Marucha era su centinela, su confidente y  compañía. Lo inesperado es que  se fuera antes que él. Y ese golpe partió en dos su estructura de acero y su condición de titán.

No supo encontrarse sin ella. Y si bien intelectualmente siguió dando la batalla con sus escritos, ensayos, disertaciones sobre este expaís, su alma se fue menguando sin su nutriente fundamental. Y esta tarde, sin que lo esperáramos, se nos fue silenciosamente, camino hacia su Marucha.

Nosotros, en la CPT mantendremos nuestra decisión de no  despedirlo. Eso sería ofensivo para el Maestro, Combatiente y Amigo. Porque  no se despiden los afectos íntegros, ni a los hombres comprometidos con el porvenir. Manuel Rodríguez Mena  forma parte de los comprometidos por siempre con la causa de la vida, el amor y la trascendencia.

No es hora entonces de convocar a un duelo sino a una reflexión sobre su andar de entrega, trabajo, aportes y búsqueda de ese bien supremo que es la alegría compartida. Manuel, tu sabes que te he querido y que siempre te voy a querer. Y que por eso, precisamente, no te puedo llorar, sino entender y compartir tu decisión de enfrentar otros retos.

Y esta misiva, dirigida al querido hermano, cuando se mantenía, como se mantendrá, en plena batalla, quisiera que fuese mi recordatorio para  él en este momento de su tránsito hacia otras dimensiones. 

mery sananes
09 de febrero del 2016
 

Mi muy querido Manuel
hermano del alma
compañero de rutas

Procedo primero que todo a decirte que todos los inmensos y hermosísimos recados que has dejado para mí en las manos de Agustín, los he recibido a plenitud.  Y segundo que tu carta no hace sino constatar una realidad que fuimos construyendo precisamente en los instantes más difíciles de este existir.

Nos conocíamos desde hace mucho. Y si de algo hacíamos alarde era que con el tiempo esa amistad y ese afecto crecían, más allá de cualquier circunstancia que no fuera el seguimiento de un código de deberes que ante todo era una militancia en la vida, la justicia, la libertad, la belleza y el amor, como decía Pío Tamayo.  El mundo se caía y hacía pedazos ante nuestros ojos. Amigos antiguos se convirtieron en lejanos. Y muchos desaparecieron.

En cambio a nosotros nos honraba un compromiso de afectos y de sueños, de esperanzas, aún en medio de un tiempo que se jactaba de haberlas perdido. No olvido jamás aquellos gestos de humana solidaridad y de afecto de hermanos que les dispensaste a los hijos siempre. Y a mí en particular, con gestos que no se pueden olvidar.

Pero no fue sino hasta la partida de Marucha que nos hicimos indispensables. Tú quedabas desvestido de toda la ternura que ella te depositaba cada mañana en cada taza de café, en cada cuidado. Y el mundo se te convirtió en un espacio diminuto en el cual el dolor no dejaba espacio para caber en él.

Y entendí que más que nunca lo que Marucha quería no era verte desolado sino mirarte de nuevo reactivar tus fuerzas vitales, tu inteligencia y sabiduría, tu temple de acero, que ella estaría silenciosamente acompañando tus jornadas como siempre lo había hecho. Y de alguna manera me hice su mensajera. Y entendimos que no podíamos bajar la guardia, que no podía haber debilidad, ni caída.

Y mal que bien estábamos más que preparados. La propia historia que a ti te tocó y aún te toca estudiar e interpretar era y sigue siendo un cúmulo de derrotas, fracasos y muertes acumuladas. Y que nuestro deber seguía estando en ese incesante combate del cual nunca nos habíamos apartado.

Y si alguien entendió con toda fuerza ese designio, elegido por nosotros mismos, fuiste tú, Manuel. Te erguiste no sólo sobre el dolor espiritual de una pérdida física irrecuperable, sino que te tocó vencer y combatir, como lo haces cada día, esos diablos sueltos que en el interior de tu organismo te causan dolores y tremores, detienen tu paso aventurero, aminoran la marcha de tus reflexiones, y secuestran tu alegría.


Y allí estás, apuntalado en la esperanza, en la memoria presente de tu Maruja, doblado sobre las páginas de los libros o los periódicos, escudriñando la realidad con el cincel de tu pensamiento, advirtiendo lo que muchos no quieren o no pueden ver, escribiendo señales sobre aguas movedizas. Y qué esfuerzo tan grandioso has realizado, Manuel.

Qué orgullo verte en tu pensamiento y en tus capacidades intelectuales y espirituales joven como cuando eras niño, dispuesto a derribar molinos de viento y a sembrar vergeles de alegría en el porvenir de los otros.

Cómo entonces no se iba a desarrollar un afecto como el nuestro. Creció tanto que entendimos en un momento dado que no hacía falta competir por su dimensión, sino que empatados, podíamos afirmar que es un afecto que no se puede medir, sino por la ilusión de los días vividos y por vivir.

Y tu carta ha dicho eso mismo en otras palabras. Y yo las tomo y las reitero y te las devuelvo llenas de hojitas de azahar y endulzadas con góticas de miel.


Hasta que esas botellitas lanzadas al agua de la vida lleguen a su destino y de allí vuelvan a salir engalanadas de velas blancas otra vez hasta las orillas de este invierno.

Yo también te quiero mucho, muchísimo! Y como tú para siempre!!

tu hermana del alma
16 de enero 2016



1 comentario:

Unknown dijo...





Transparente canto de amor
En dulcísimas vidas
La lluvia y las árbolas
Sus mejores testigos

Mery y Manuel
Hermanos del alma
Para siempre

La lluvia de ese amor todo lo sabe

Abrazos
Pablo