martes, septiembre 13, 2016

LAS GOTERAS




LAS GOTERAS
Zaira Andrade

Esta vez Zaira, la Maga, nos ofrece una de sus cuenterías. Una mirada de niña sobre la lluvia que cae sobre los tejados, deslizándose hacia el interior de los techos como una gotera cantarina que va escribiendo su historia sobre la imaginación de los pequeños y la angustia de los grandes. Y lo que logra Zaira es pintar un lienzo sobre el cielorraso de su corazón, hecho de llovizna y de sueños, y entregarlo para que cada quien recoja su algarabía y la guarde en la alacena de sus ansias. 
 


Para mi amigo-amado José Luis Quintero
En el primer año de su tercera vuelta de Saturno
!Que las abejas te den su miel!

Me imaginé que entraste a tu cuarto para refugiarte de la intensa lluvia y de tu techo caían tantas goteras que sentiste que estabas todavía a la intemperie.

Recordé mi infancia. Siempre ocurría eso, Los techos no eran como ahora, sino de tejas. Por el lado del cuarto, el  techo tenía una especie de papel blanco, bien tenso que llamaban cielorraso, en el que las goteras dibujaban paisajes.

Yo inventaba cuentos  con las formas que dejaba el agua cuando el papel se secaba y se ponía amarillento: había hadas, princesas, monstruos, brujas, personajes mitológicos,  caballos, cruces y santos, selvas con leones y tigres, ríos, montañas, ángeles, niños... hasta payasos.

Bastaba con acostarse, mirar hacia arriba y todo lo que leía en mis cuentos lo encontraba en el cielorraso.

Mis hermanos siempre tenían que subirse al techo para "coger las goteras·"

Cuando estaba chiquita pensaba que mis hermanos tenían unas cajas donde guardaban todas las goteras que cogían. Siempre creí que era una tarea especial para varones.

Mi mamá, muy autoritariamente decía "pongan tobos aquí que están cayendo goteras"  Y agregaba "cuando lleguen los muchachos del liceo tienen que montarse en el techo a coger las goteras"

Yo permanecía al acecho desde el momento en que se subían al techo hasta que bajaban, pero nunca vi las goteras que cogían.  Eso que hasta busqué en sus gavetas, debajo de sus camas, en sus escaparates…

Esas cosas de la infancia, cuando uno las recuerda como hago yo ahora, nos llenan de una alegría nostálgica por esa niñez tan cargada de fantasía.

A lo mejor los niños ricos no tenían goteras y no podían inventar cuentos místicos, románticos o de miedo como los inventé yo con los cielorrasos de mi casa manchados por todas las goteras del mundo 

Zaira Andrade
12/09/16

foto / mery sananes


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