domingo, octubre 02, 2016

CARTA A MI MADRE EN ESTAS CIRCUNSTANCIAS


CARTA A MI MADRE
EN ESTAS CIRCUNSTANCIAS
Ramón Santaella Yegres


Hoy el homenaje que cada año le envía Ramón a su madre, se ha convertido en Palabras de la Circunstancia. No con ello el geógrafo y poeta desdice de su afecto creciente sino que señala algo que a todos nos toca de una manera impensable, dolorosa y terrible.

La vida diaria se ha hecho pedazos. El tiempo desaparece tras las exigencias de una sociedad totalmente pulverizada. Se sobrevive no sólo tras largas colas para encontrar alimentos, sino por la violencia misma que rige ese desesperado intento por adquirir un producto, que ni siquiera se sabe si se conseguirá.

Tengo la plena certeza de que María Remigia, lejos de sentir que faltó algo al mensaje del hijo, encontrará en él, la expresión mayor de sus sentimientos de amor hacia ella. Tiene plena conciencia sideral de la tragedia que vive este expaís. Y desde sus recintos le reaviva el abrazo y las bendiciones que nunca ha dejado de darle.


Maracay, 1 de Octubre de 2016

Sra. Madre
María Remigia Yegres de Santaella
Rincón más bello del cielo.
Presente.

Mi bendición para ti y papá, así como el saludo para el resto de la familia y amigos que comparten contigo entre los azules serenos del firmamento.

Ante todo, mis disculpas porque hoy te escribo menos de lo que siempre he pretendido, argumentos, ninguno que pueda ser causa fundamental, pero así es la vida terrenal y tú la conociste bien; por ello no queremos justificarnos.

Lo cierto es que recordé tu cumpleaños entre nosotros, casi esta madrugada y más que justificación estoy apenado contigo y conmigo mismo; tal vez, diríamos como argumento que en este país las preocupaciones no pueden ser resueltas, más antes con la ocupación porque estamos condenados a preocuparnos. Culpa del desabastecimiento, tal vez, la verdad verdadera es que a toda hora estamos pensando cómo resolver situaciones alimentarias y en eso se nos va el pensar y el tiempo del quehacer.

Sabemos que no tenemos por qué darte explicación de lo que acontece por acá, dado que desde arriba has de contemplar nuestra realidad; gracias a la vida que la actitud de los yo mismo-energía es contemplativa y “no” pensante porque morirías tantas veces como eterna es la vida, preocupada por todo cuanto acontece en lo que nos han estado dejando por país.

No obstante, imagínate por un instante la vida del adulto en esta ciudad maracayera en un día cualquiera, cuyo terminal de la cédula no corresponda con el exigido por la “guardia del pueblo”, para tener derecho adquirir en el mercado cualquier producto alimentario de necesidad básica: Nos levantamos a las 4,30am. Nos cepillamos, cambiamos de ropa, salimos apresurados en busca de un establecimiento de mercadeo (a veces recomendado por un vecino) y zigzagueando entre acera y acera para evitar contacto con la persona avistada, creyendo en potencial delincuente, listo para el asalto tempranero, llegamos a formar parte de una cola más larga que las de un papagayo, donde cada quien pareciera cargar un cuchillo, presto a clavárselo al prójimo que intente colearse y arrebatarle su lugar.

Pasadas unas 3 horas, se presenta la “guardia del pueblo” insultando, amedrentando e imponiendo voz de mando; digamos, metiendo miedo a los “coleros”, luego de hacer el orden exigido, piden la cédula a los mismos; aún no sabemos cuál será el producto ofertado; por supuesto, costoso porque los productos regulados o baratos han ido a parar a una organización de distribución que el gobierno llama “Clap” y poca gente ha sabido de ello, más de una o dos veces.

Pero, te sigo chismeando, si el dígito final del número de tu cédula no corresponde al exigido, el “amigo” guardia como es su deber militar, te rechaza y dice cuanto debes aceptar con la cabeza gacha, intentando que tu humildad se trueque en lástima y una vez desaparecida la cola, te permitan adquirir el producto (algo que ocurre excepcionalmente).

Te tengo otro chisme, ¿sabes que hace la “guardia del pueblo”?, obliga a la gene a formar las colas, unos cien metros alejados de la entrada del negocio en cuestión  para que no se enteren que ellos permiten la entrada libre de jóvenes que parecen ser socios de las bandas llamada bachaqueras, te explico, uno hace cola varias hora para adquirir 1 o 2 productos o kilos; los últimos de la cola, no siempre logran la adquisición porque el mismo se agota, pero los “amigos del pueblo” tienen todo cuadradito y nadie dice nada porque después no podrá adquirir nada en ese establecimiento, así  la cédula se la hayan entregado en Miraflores.

Fíjate que en eso de los bachaqueros parecen estar implicados unos cuantos; dueño o encargado del establecimiento, alguien provisto del capital necesario y miembros de la “guardia del pueblo”. Te argumento: si hacemos cola durante 5 o más horas y no siempre logramos adquirir 1 o 2 kilos del producto ofertado, ¿cómo en su haber, los bachaqueros poseen bultos del mismo producto?

Ah, pero, cuando nuestro dígito final del número de la cédula coincide con lo reglamentado, somos capaces de discutir con el guardia de turno, corriendo el riesgo, por supuesto, de ser castigados por nuestra irreverencia, a ser desplazados al final de la cola.

Vieja, lo único bueno que tiene formar parte de las colas, es encontrarse con personas sensatas, educadas, agradables, con las que entablamos amena conversación, mientras el tiempo vuela; entonces, se disipa la tristeza, la ansiedad, la angustia y hasta sobra tiempo para reírnos mientras criticamos al Presidente y su gobierno.

Disculpa que haya tomado el papel donde te envío felicitaciones por esos 106 años que cumpliste entre nosotros, para desahogar la ira y la tristeza que embarga a nuestra gente en la particularidad de cada uno de tus hijos.

Bendícenos como te bendecimos cada día de nuestra existencia.

Ramón Santaella Yegres
01 octubre 2016
    

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