Busco mi rostro entre los pliegues del
agua en las
cornisas de la aurora
en los
pétalos de un jazmín que aún 
no ha
florecido
En el interior
de los bosques donde
anidan los
pájaros en la corteza 
de los árboles
y en el jade de las hojas 
En la
tempestad de los peces que 
desatina la quietud
de los estanques 
en la cuerda rota de un clavicordio ciego
en el trayecto de un disparo que no cesa
Una credencial que pueda entregar 
al transeúnte que se detiene en
el 
vergel de palabras que siembro en 
el travesaño de los alpisteros
en el
cordel de un adagio sostenido 
sobre la dulzura
de un albaricoque 
o en la escritura
del mar que se prende 
de los naufragios
Y sin embargo sé que en el anverso de
los párpados habitan rostros de todos
los tiempos sin que ninguno me pertenezca
 
Reviso la
cartografía de los días y sé que
alguna vez
habité en rostros lejanos o en 
el óvalo
antiguo que guarda la foto 
de una abuela que lleva mi nombre
enastado en su tristeza
Sé que anclé
muchas veces en el cuadrante
de un
enigma o navegué asombrada
en el
recinto de la memoria y que
mi rostro es un
tiempo porvenir cuando 
me trepo inadvertida
a las pupilas de los 
niños que nacieron desde
los cristales de 
una alegría cantarina
y rumorosa
Pero que
cuando adviene su  ausencia 
toda demarcación
desaparece 
y  el rostro ya no es más que
un horizonte 
que mastica la noche
texto y foto
mery sananes