DEL PODER DE LAS PALABRAS QUE MIENTEN
AL RIO DE PALABRAS-AGUA
mery sananes
No
resulta fácil la tarea de despojar un término de todo aquello que se le ha
atribuido a través del tiempo. Razones poderosas siempre atan a las palabras a
significados que luego se transmutan en verdaderos dominios del conocimiento.
Se enraízan en la vida de los hombres, en el lenguaje de las ciencias, en el
sentido común de la gente, como si constituyeran por sí mismas una realidad
trascendente e inmutable.
Las palabras tienen ese don de armar y desarmar estructuras, de nombrar la realidad y amoldarla a sus necesidades, de inventar una mentira y echarla a rodar por los siglos como si fuera una verdad incuestionable.
Las palabras tienen ese don de armar y desarmar estructuras, de nombrar la realidad y amoldarla a sus necesidades, de inventar una mentira y echarla a rodar por los siglos como si fuera una verdad incuestionable.
En
verdad que el hombre se expresa y comunica con las palabras. ¿Pero en verdad
nos entendemos? ¿Contienen los sonidos que utilizamos el conjunto de
significados que le damos o por el contrario alcanzan un dominio tal sobre la
realidad que, sin darnos cuenta, nos conducen a sus territorios?
En este tiempo de violencias y miserias, las palabras se han convertido en el gran ropaje de la realidad, en la vestimenta de que se valen las ideas para no asustar al hombre. Como si el disparo pudiese acallar la bala y encubrir al asesino. Ese hablar deambula de boca de boca, repartiendo mentiras y engaños, que se convierten en el diario alimento de nuestras desesperanzas.
En este tiempo de violencias y miserias, las palabras se han convertido en el gran ropaje de la realidad, en la vestimenta de que se valen las ideas para no asustar al hombre. Como si el disparo pudiese acallar la bala y encubrir al asesino. Ese hablar deambula de boca de boca, repartiendo mentiras y engaños, que se convierten en el diario alimento de nuestras desesperanzas.
LA
PALABRA ES UN DARDO
Con
este vocabulario, inventamos sonrisas que nunca existieron, modelamos una vida
que cada día carece más de sentido, y nos sirve para regocijarnos de nuestra
capacidad para no detenernos reverentes ante el silencio. La palabra es un
dardo que siempre quiere dar en el blanco de los sueños agotados en la
inmensidad de las inconsistencias. Y es la medida de las mentiras que nos
fueron dadas para que las resguardáramos con nuestro hablar.
¿De qué palabras nos podremos valer entonces para nombrar al hombre? ¿Con qué signos iremos a hablar para que nos entienda el hermano? ¿Qué vocablos develaremos para hablar el lenguaje de la humanidad?
¿De qué palabras nos podremos valer entonces para nombrar al hombre? ¿Con qué signos iremos a hablar para que nos entienda el hermano? ¿Qué vocablos develaremos para hablar el lenguaje de la humanidad?
De
eso se trata. Del poder de las palabras que mienten. Y de las palabras que socavan
las profundidades de la tierra, como un topo, en busca de un pozo que sea la
medida del agua que no ha alcanzado aún la superficie. Del ruido que hacen las
palabras huecas y del silencio que mora en los sonidos que aún no hemos
pronunciado.
De la palabra-disparo que hiere el corazón del otro, deletreando una sílaba de sangre. La palabra-sepultura que acecha las destemplanzas del grito, para caer como un golpe sobre la tierra. La palabra que se vuelve lágrima ante la palabra-impunidad que recorre los corredores de una historia que no cesa de repetirse.
La palabra que se viste de gala para hacernos creer que alguna vez el hombre asistió a la fiesta de la vida. La palabra-papagayo que le cortaron el hilo y que aguarda su tiempo de ascensión. La palabra-horror que le inventaron a los hombres, para que se olvidara de la palabra-canción que la madre le susurró en la mañana de la palabra-mundo.
De la palabra-disparo que hiere el corazón del otro, deletreando una sílaba de sangre. La palabra-sepultura que acecha las destemplanzas del grito, para caer como un golpe sobre la tierra. La palabra que se vuelve lágrima ante la palabra-impunidad que recorre los corredores de una historia que no cesa de repetirse.
La palabra que se viste de gala para hacernos creer que alguna vez el hombre asistió a la fiesta de la vida. La palabra-papagayo que le cortaron el hilo y que aguarda su tiempo de ascensión. La palabra-horror que le inventaron a los hombres, para que se olvidara de la palabra-canción que la madre le susurró en la mañana de la palabra-mundo.
EN
BUSCA DE LA PALABRA-HUMANIDAD
Trata
sobre la palabra que sueña con ser velero. Y de la palabra-viento que quebró
los mástiles de los barcos que nunca regresaron. La palabra-flor que está
atrapada en el corazón de los niños. La palabra-abecedario con la que enseñan
las primeras mentiras.
La palabra-sumisión que pide consecuencia. La palabra que los poetas pincelaron de colores para que se hiciera pasar por un arcoiris. La palabra noche de los truenos que no han encendido su luz sobre las nubes. La palabra que designa los tiempos que vendrán.
La palabra-sumisión que pide consecuencia. La palabra que los poetas pincelaron de colores para que se hiciera pasar por un arcoiris. La palabra noche de los truenos que no han encendido su luz sobre las nubes. La palabra que designa los tiempos que vendrán.
¿Y
qué palabra utilizaremos para hilvanar un discurso sobre la palabra que miente,
sin que otros crean que la nuestra es una palabra-herida de tiempo? Para esta
tarea venimos desprovistos de un sistema de signos fijos, de una estructura
lingüística acabada, o de un campo verbal organizado en torno a la
palabra-sustantiva.
Venimos con una palabra-saeta que quiere abrirse paso, entre la maleza, buscando un territorio donde sembrar palabras-semillas que mañana produzcan palabras-frutos, para todos los hombres. La palabra-humanidad con la que habremos de entendernos algún día.
Venimos con una palabra-saeta que quiere abrirse paso, entre la maleza, buscando un territorio donde sembrar palabras-semillas que mañana produzcan palabras-frutos, para todos los hombres. La palabra-humanidad con la que habremos de entendernos algún día.