A veces se pasan las fechas, Y eso sólo ocurre cuando
un personaje, una obra, un sentir está integrado a uno sin calendarios que lo
recuerden. Porque lejos de ser una memoria es una parte de nuestra esencia, un verso que
aparece en cualquier instante, un poema que se cruza en la esquina sin querer, en medio de bullicio. Una sensación a fruta fresca y el dolor recio de un
disparo repetido hasta la saciedad en un mundo carente de humanidad.
Es el amor cuando perfila sus sonoridades. La
esperanza estampada en un porvenir que no llega. Un canto hondo y recio que no
se acalla jamás. Por ello traer a nuestros espacios a Federico García Lorca, es
un oficio diario, imprescindible y necesario.
Esta Casida de la mano imposible expresa la mano que
todos deseamos, la que no tenemos, la que no alcanza al otro por más que
alarguemos la nuestra, aunque pasemos mil noches sin lecho, para tener un ala
para la muerte. Una paloma amarrada al corazón. Porque con ese tesoro lo demás
pasa, lo demás es lo otro. Viento triste mientras las hojas huyen en bandadas.
Y Federico sabe bien cuántas manos acompañan las
suyas, donde quiera que esté, para ahuyentar su agonía, para desviar el disparo
con el cual pretendieron extinguirlo, y no pudieron. Manos heridas, y manos florecidas. Manos
laboriosas y manos jardineras. Las manos que le bordan palabras de verde yerba
a las tierras resecas. Manos que nacen de las suyas para seguir ejerciendo ese
oficio de la alegría que como sonoros cascabeles tienen sabor a granadas
maduras.
Saludamos a Federico, en otro aniversario
de su nacimiento.
CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE
Yo no quiero
más que una mano;
una mano
herida, si es posible.
Yo no quiero
más que una mano
aunque pase mil
noches sin lecho.
Sería un pálido lirio de cal.
Sería una
paloma amarrada a mi corazón.
Sería el
guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en
absoluto la entrada a la luna.
Yo no quiero más que esa mano
para los
diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero
más que esa mano
para tener un
ala de mi muerte.
Lo demás todo pasa.
Rubor sin
nombre ya. Astro perpetuo.
Lo demás es lo
otro; viento triste,
mientras las
hojas huyen en bandadas.
Federico García Lorca
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