Una flor asoma sus alas abiertas
y desde su roja caligrafía derrama 
resplandeciente todos sus aromas 
sobre la pupila que se detiene en ella 
para robarle la levedad de su estadía 
en el amanecer irisado de su despedida
¿Lograremos entender que en ese breve 
instante de su geometría queda indeleble 
la huella de la vida y que basta ese paso 
efímero por los candiles del viento 
para que el amor quede establecido
como el fundamento mayor de todo 
lo que existe?
Sabemos que en nuestros ojos duermen 
oscuridades que han perdido la transparencia 
de sus cristales que la piel endurecida 
 de tanta muerte ha dejado de percibir 
la tenue fragilidad de la ternura
y que todo el candor del planeta
la tenue fragilidad de la ternura
y que todo el candor del planeta
lo han borrado fosforescencias 
convertidas en fragor de batallas
ajenas y fuegos sin la albañilería 
del pan y la estrella
Si aunque fuese una vez decidiéramos 
cobijarnos bajo sus petalerías 
para beber a sorbos el zumo solícito
de su liturgia y crecer hasta la estatura 
de sus pistilos tal vez aprenderíamos 
en este tiempo sin flor a ejercer 
de nuevo el abandonado oficio de ser
mensajeros del porvenir
fotos y texto / mery sananes
01 de marzo del 2010
01 de marzo del 2010
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