En el temblor de tu sombrero
reverberan los luceros que
un mediodía fugaste hacia el 
escampado de mis ojos
para que yo no olvidara
aquel escudo en los que 
fundaste tu linaje sobre
estos tiempos sin balanza 
ni contrapeso
Y con ellos padre he dibujado
la estatura del fuego en la
levedad de los espejos 
que le devuelven a la 
tempestad la finitud de su
estampida 
En el ojal de tu pecho 
un rumor de sales deja 
sus huellas en la simplicidad 
de los días en los que solo 
la hierba atestiguaba la risa
En el envés del pañuelo que
doblabas como un ritual para
luego deshacerlo como el 
cometa de una flor en la 
trastienda de un país jardinero
trajiste como un talismán
aquel trebol de cuatro hojas
que un día recogiste para mí
en los confines de la ausencia
Me dejaste aquellas palabras
construidas con los signos de 
un abecedario milenario que
cuando tú las pronunciabas
los deseos se escanciaban
sobre el cristal de un abrazo
Y ese ha sido mi equipaje 
en este tránsito sin tu sombrero
con el que he recorrido los enigmas
de la uva y los candelabros
y de aquel reloj de eterno
movimiento que en el aire
hace girar las horas sin vivir
Cuántas veces me he detenido 
en aquel menguante de luna
que dejaste en mis orillas
para descifrar los designios 
sin compás de calendarios 
ajenos y el hilo de una ternura 
incrustada en el lino de las 
mortajas que se despliegan en el 
viento como bajeles sin proa
Y entre mis manos padre
cada agosto vuelvo a verte 
descalzo sobre el lomo de tu
rocín vadeando nostalgias
mientras  envuelves en papel
estraza tus suspiros aventureros
venidos de un abuelo que encontró
mar adentro el destino de
una espada con la que jamás
rasgó ni siquiera el cintillo
de la niebla 
Y así padre voy soltando las
señales que inscribí en los 
septiembres de tus sístoles
y en la frondosidad de los pinos
que aroman tus sierras para
que nunca dejes de acompañar
los soliloquios que emergen
desde las cuerdas de un cello
rasgando sobre la piel 
la melancolía de un adagio  
inconcluso 
21 de agosto del 2011


sinceramente que precioso
ResponderBorrarSeñora: no sé qué es más grande, si la cascada de imágenes con que dibujas el amor, o el amor que te convierte en agua de cascada. Lo cierto es que tu poema es una espada que sí corta la niebla, y lo es en nombre de la hija, y en el nombre del padre...la niebla de mi corazón...
ResponderBorrarCarlos
Cartas en la noche
Es de una belleza estremecedora, querida Mery.
ResponderBorrarCristina Castello
Sencillamente hermoso!!!!!
ResponderBorrarMegapoético homenaje al padre que como insistente aldaba llama en nuestros corazones que emocionados abren sus costuras.
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