No termina
junio sin que
las alas
de tu tristeza
den cuenta
de tu nacimiento
en la
arcilla de una madre
que se
ausentó de improviso
sin saber
que tú la aguardabas
como si supieras que ella
vendría
a dejar sus arrullos
en tus silencios y a dibujar
sobre tus párpados una
constelación
de imanes una
encrucijada de ríos una
flauta
traversa por donde
cupiera
aquel canto del sur
que
siempre te acompañó
Remontaste
el tiempo
abrazada a
una ausencia
que nunca
comprendiste
y a una
piedra antigua
sobre la
cual dejabas
tus besos
guardados en el
armario de
un diminuto
pañuelo
que contenía
todas las
lágrimas vertidas
en un
epitafio que nunca
se escribió
Cuántas
veces te vi
arrodillada
sobre las losas
encendiendo
lumbres sobre
una
lámpara de aceite
y una
diminuta mariposa
que se iba
en vuelo hacia el
país de
las nostalgias
Los junios
celebrábamos
a solas el
ritual de las
almendras y te veía
sonreir
como si te pudieras
escapar en
ese gesto hacia
la latitud
de tus diásporas
Yo me enlazaba
en tus cabellos
para ingresar
por ellos al envés
de tu
mirada y dejarte allí
la sal de
los días y el solsticio
de un
calendario aferrado al
horizonte de
una luna
sin
menguantes
Los junios
regresabas
a sembrarte
en una despedida
de la que
nunca partiste
y allí en
esas horas silentes
te
escapabas en los pliegues de
un telar y
con los hilos entre
tus dedos retabas a las piedras
hasta
acunarte por el instante
de un
suspiro en los recintos de
un te
quiero solemne
como un
kyrie
Yo te
aguardaba con un
manojo de abrazos
hasta que
julio
irrumpía sonoro
con su
estación de cantares
Y ahora junio es un campo
de nueces un sembradío de higos
una granada que madura
en el espejo simétrico de tus
bendiciones y se esparce como
un arroyo en el asombro de unos
niños que te nombran y reinventan
bendiciones y se esparce como
un arroyo en el asombro de unos
niños que te nombran y reinventan
en el campanario de sus risas
y
el sinfin de sus imaginerías
30 de junio del 2012
mery sananes