Esta carta a Mateo Manaure la escribimos en el
2004, cuando el maestro cumplía 78 años. Hoy celebra 90
y retomamos las palabras de entonces para prolongarlas en este tiempo
que no cesa de ser el mismo. Doce años después la destrucción sigue creciendo
al ritmo de la angustia.
Su obra es un verdadero tesoro que pertenece a la
humanidad, salvo que aún aguarda ocupar su lugar, no en los atriles de los
museos, sino en el corazón del hombre que habita las tierras que él moldea como
un alfarero moldeando sus lienzos.
Sobre Mateo Manaure, como en tantos otros que como él
vislumbran el porvenir en sus dedos alquimistas, recae el silencio que levanta
muros y acecha oscuridades.
Desde estos espacios de Embusterías, celebramos una
vez más a este Maestro Floricultor de la Cátedra Pío Tamayo, a este
persistente troquelador de sueños y amaneceres.
MATEO MANAURE
TRANSEÚNTE DEL PORVENIR
en el festejo de sus 90 años
Mateo
A
quienes en estos duros tiempos
apostamos a ser constructores de futuro, nos ha tocado intentar la vida en
medio de la mayor devastación. Porque las sombras tienen tanta dimensión que
oscurecen los lienzos más luminosos. Amurallan las palabras más sonoras.
Desdibujan los gestos más sencillos hasta convertirlos en muecas. Circo,
teatro, pesadilla.
El mundo es un agujero hondo,
profundo, que pareciera que nunca ha de tocar fondo. Por ese acantilado se deslizan los sueños de una humanidad que no termina de
amanecer. Por el contrario, como si se negara ella misma a traducirse en
armonía.
YA NO HAY
RENDIJAS
¿Pero qué le
ha ocurrido a eso que llaman hombre para que no reconozca la vida, para que
ande sembrando la muerte en toda dirección y sentido, como si su única esencia
fuera la de ser sepulturero y asesino, sepultado o asesinado? No hay rendijas
por donde asomarse para adivinar un rayito de luz.
No hay
puertas que se abran sino aldabas que se cierran, postigos que se juntan,
herrumbres que le roban el color a las auroras. Estamos atrapados, como nunca
antes lo estuvo esto que se llama humanidad. Como si nos reiteraran que no hay
salida, que de nada vale buscarlas, que la ternura es una mentira inventada
para adormecer a los niños, y la vida un bien que se negocia.
PERSEVERANTES
ARTÍFICES
DE UN RÍO DE
TIEMPO
En ese mundo
habitamos, sobrevivimos, padecemos. Somos jirones de pesadumbre que se disfraza
a veces de alegría. Retazos de penas que no saben de término. Incesantes
encendedores de lámparas a las que se les ha agotado la mecha. Perseverantes
artífices de un río de tiempo, represado en los muros de una noche que no
acaba.
Somos, como
dice Pío Tamayo, inútiles para vencer,
pero necesarios, imprescindibles para
dejar las huellas de lo que será, más allá de toda contingencia y de toda
destrucción. Como el hilo de plata que deja el caracol en su paso lento por la
tierra. De ellos está bordado el planeta y tal vez algún día los hilos de plata
se conviertan en hilos de fósforo, y los hilos de fósforo en tiempo del hombre.
TU RÍO DE
LUCIÉRNAGAS
Para eso son
tus lienzos, Mateo, y la alquimia de tus manos derramando incandescencias sobre
telas que nunca imaginaron que habitaría
en ellas resplandeciente la vida. Para dejar en silencio la geografía del
paisaje que aún no adivinamos. Para
tomar de la tierra las hebras vegetales de todos los bosques y regalárselos al
agua.
Como cuando
te detenías en el río de luciérnagas que le regaló a tu noche de naufragios la
canción de la luz. De ese silencio sonoro venimos y hacia él vamos, alzando
cometas como si el corazón fuese un largo e infinito cordel de alegrías
inéditas.
ESTAMOS
TERRIBLEMENTE
SOLOS
Y por eso,
Mateo, nos acecha la soledad. Estamos
terriblemente solos. No pertenecemos a ninguna asociación de
sepultureros ni a ninguna confederación de vendedores de ilusiones. No buscamos
cobijo bajo ninguna bandera ni tienen nuestras tardes espacio en las contiendas
de los polítiqueros, los financistas ni los clérigos. Nadie nos puede otorgar
otra titularidad que no sea la de hombre, ciudadano de un mundo que aún no se
construye, parte armónica de un universo
que aún no descubre sus leyes ni sus cauces.
¿Cómo entonces
dejar que alguien nos ubique donde no tenemos cabida? ¿Cómo permitir que
quienes tienen el oficio de mercaderes pretendan que tus pinceles puedan
dibujar al compás de otro ritmo que no sea el de tu corazón volantinero? ¿En
qué mesa habremos de sentarnos para compartir el pan de tus atardeceres?
Ni los
amigos, que alguna vez dijeron serlo, ni los que de antemano han dicho que no
lo son, ni los advenedizos que de pronto se acercan en busca de un racimo de
color, ni los propios ni los ajenos, que no han sido fieles a un código de
ternura, a un deber de humanidad, a una relación entre hermanos, podrán usurpar
nuestro silencio, ni la soledad desde la
cual atesoramos haces de luz cada
mañana.
ORFEBRE DE
LA VIDA Y
ARQUITECTO DEL AGUA Y DEL OLEN
Nada fácil
este vacío gigante que nos mide. Y sin embargo, quienes como tú son orfebres de
la vida, arquitectos del agua y del polen, perseverantes centinelas de los
destellos que aguardan por alumbrar este triste planeta, lo tienen todo. Y en
tu caso es como si atesoraras la esencia de la vida en el lienzo que se abre al
ojo que lo ve.
No importa
que este tiempo sea de pupilas que no se reconocen en el rostro del hermano. Tú
estarás trazando las rutas al mirar, las coordenadas al ser uno en el otro, y
así hasta que no haya ni un hombre sin un espejo en el cual descubrir el misterio centelleante de su propia
alegría.
No importa,
Mateo, que el lienzo esté esculpido del iris de las penas, del geranio de los
suspiros que no se convierten en veleros, del ocre de las arenas que no
llegaron a trasmutarse en cristales. Lo que importa es que nada ni nadie se
haga dueño de lo que sólo pertenece al viento gigante del que somos hijos.
ABRUPTO EL
RECORRIDO QUE
CONDUCE A LA
LUMBRE
Por eso es
tan difícil ese oficio de ser transeúnte del porvenir, artesano de fogatas,
recolector de piedras que llevan en su interior la clave de todos los
incendios. Abrupto el recorrido que conduce
a la lumbre.
Pero es
nuestro, de quienes, como dice Pío Tamayo, tomamos el futuro en la mano para
moldearlo con líneas de ciencia y arte nuevos. De quienes viajamos en el bajel
de una lágrima, avivando a nuestro paso la vida del mañana, para que brote al
fin, el verdadero equipaje del hombre.
TUS LIENZOS
ENCANDILAN
LAS
ASTROMELIAS DE LA ALEGRÍA
Por todo eso,
Mateo, reiteramos el mapa de mágicos vuelos que desde tus pinceles alcanza
nuestra palabra, que ahora habita los territorios del silencio, se anida en el
follaje de los bosques, en el murmullo de los ríos, buscando cincelar las
aristas que la convierta en pájaro de fuego, para irse entonces a juntar con las danzas de tus líneas, el
fulgor de tus suelos, la fiesta de tus sonidos de orinoquias, hasta prendarse,
anónima y colectiva, en el aroma de la existencia.
Y por ello, Mateo, para festejarte en este nuevo octubre de tus 90 años, depositamos,
una vez más, en los rituales de tu tiempo, el vuelo eterno de las mariposas que
emigran de tus lienzos para ir a encandilar
las astromelias de la alegría.
Mery Sananes
18 de octubre del 2016
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