Por muchas partes se comentaba que la gente no
había entendido la forma como se presentó aquel amanecer.
Su rostro era diferente.
Calles y demás
lugares fueron tomados por la magia para la fabricación de un tiempo en el que
permaneciera en alto ese ánimo que a todos y por todas partes los llevaba a
sentir la vida en señal de plenitud.
El propio
Gerardo, que tenía tantas tristezas juntas, supo como muchos otros de la llegada de ese
tiempo que tenía reyes de magias y vida
para construir esos despertares que nunca fenecieran y en los que la gente
siempre andaría prendida de vida.
Nunca nadie
pensó ni conoció en ese territorio eso que llaman cementerios.
Agustin Blanco Munoz
17 de enero del 2013
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