DE UNA A OTRA MASACRE
Un dolor sin medida atraviesa el aire y se extiende más allá del azul de este triste planeta. Cada día uno amanece con la altiva alegría del sueño de los niños, esos verdaderos bordadores de vida. Pero cada día, cada minuto, nos devuelve una realidad exhausta de muerte, oscuridad y horror. Como si nada aprendiéramos, las guerras, la violencia, la destrucción siguen ininterrumpidas. Y aún no logramos hacer algo para detenerlo.
El tiempo histórico está lleno de masacres advertidas e inadvertidas, producidas a granel o a cuenta gotas. Y cada uno de nosotros lleva silenciosa esa herida gigante que detiene nuestra alegría hasta convertirla en una mueca.
Y hasta que conmemorar no sea detener la masacre donde quiera que se produzca, cada uno de nosotros seguiremos siendo cómplices ciegos del destrozo. 26 de enero del 2022.
DE LA SHOA Y OTRAS
FUGAS
26 de enero del 2013
a paul celan
El asesinato de un
solo hombre, desconocido y anónimo, en cualquier erial abandonado, es una tumba
cavada en el aire, una herida abierta en la piel de la vida, en la corteza del
mundo, en la línea vertical del horizonte, que queda cosida en el espejo del
universo.
El asesinato de muchos
hombres no es sino la repetición de una misma tragedia, la extensión de la
negra leche del alba sobre los cielos de la vida, que agiganta la herida hasta
ocupar todos los espacios donde alguna vez brotó la risa.
Hoy se conmemoran 69
años de la Shoa, una tumba inmensa habitando las nubes. La memoria de la
masacre de más de seis millones de judíos,
en manos del nazismo.
Pero la muerte ha crecido
de tal manera sobre este planeta, que en el calendario no quedarían días libres
si quisiéramos conmemorar las masacres, las matanzas emprendidas, el
atropello individual o colectivo que el hombre ha acometido contra el hombre.
Junto a los seis
millones de judíos masacrados, hay otros millones de seres que fueron objeto de
la misma furia por parte de los mismos asesinos, en ese mismo tiempo y por
razones similares Tal vez su sentencia a muerte se cumplió con otros
procedimientos, pero igual desaparecieron exánimes como los primeros.
Tal vez sus tumbas no
fueron cavadas en el aire, tal vez no tuvieron fosa ni sepultura ni nube en la
cual posarse. Tal vez nos tocó beber la alada miel de los atardeceres, tocando
la fragilidad de los sueños.
Por ello conmemorar ese
brutal acto criminal que se ensañó contra un sector de la población europea,
con descabellado cinismo, tiene y debe ser la señal del repudio hacia el
crimen, individual o colectivo, donde quiera que se produzca y quien sea que
empuñe el arma homicida.
No hacerlo, nos
convierte de alguna manera en cómplices de las muertes no rememoradas, de los
asesinatos en masa justificados, de la muerte cotidiana que la violencia le
impone a seres indefensos, sin posibilidad alguna de sobrevivencia.
Un hombre cae y con él
caemos nosotros. Muchos hombres caen y muchos caemos con ellos. La herida es la
misma. El desafío es el mismo.
Tanta muerte y el
hombre no logra trascenderla. Aún sigue en la búsqueda de nuevos procedimientos
para asesinar, liquidar, exterminar. La herida crece vertiginosamente. Como
diría Vallejo crece sin medida.
Seguimos cavando
tumbas en la geografía de los suspiros convertidos en balas.
Y hay que detener esas
heridas, y toda fuga hacia la muerte.
Hay que sacudir las
nubes hasta que el alba nos dé de beber la leche cristalina de la alegría.
Hay que ir a despertar la vida.
texto y foto
mery sananes
26/01/2013
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