miércoles, enero 26, 2022

DE LA SHOA Y OTRAS FUGAS





DE UNA A OTRA MASACRE

Un dolor sin medida atraviesa el aire y se extiende más allá del azul de este triste planeta. Cada día uno amanece con la altiva alegría del sueño de los niños, esos verdaderos bordadores de vida. Pero cada día, cada minuto, nos devuelve una realidad exhausta de muerte, oscuridad y horror. Como si nada aprendiéramos, las guerras, la violencia, la destrucción siguen ininterrumpidas. Y aún no logramos hacer algo para detenerlo.

El tiempo histórico está lleno de masacres advertidas e inadvertidas, producidas a granel o a cuenta gotas. Y cada uno de nosotros lleva silenciosa esa herida gigante que detiene nuestra alegría hasta convertirla en una mueca.

Y hasta que conmemorar no sea detener la masacre donde quiera que se produzca, cada uno de nosotros seguiremos siendo cómplices ciegos del destrozo. 26 de enero del 2022.


DE LA SHOA Y OTRAS FUGAS
26 de enero del 2013

a paul celan

El asesinato de un solo hombre, desconocido y anónimo, en cualquier erial abandonado, es una tumba cavada en el aire, una herida abierta en la piel de la vida, en la corteza del mundo, en la línea vertical del horizonte, que queda cosida en el espejo del universo.

El asesinato de muchos hombres no es sino la repetición de una misma tragedia, la extensión de la negra leche del alba sobre los cielos de la vida, que agiganta la herida hasta ocupar todos los espacios donde alguna vez brotó la risa.

Hoy se conmemoran 69 años de la Shoa, una tumba inmensa habitando las nubes. La memoria de la masacre de más de seis millones de judíos,  en manos del nazismo.

Pero la muerte ha crecido de tal manera sobre este planeta, que en el calendario no quedarían días libres si quisiéramos conmemorar las masacres, las matanzas emprendidas, el atropello individual o colectivo que el hombre ha acometido contra el hombre.

Junto a los seis millones de judíos masacrados, hay otros millones de seres que fueron objeto de la misma furia por parte de los mismos asesinos, en ese mismo tiempo y por razones similares Tal vez su sentencia a muerte se cumplió con otros procedimientos, pero igual desaparecieron exánimes como los primeros.

Tal vez sus tumbas no fueron cavadas en el aire, tal vez no tuvieron fosa ni sepultura ni nube en la cual posarse. Tal vez nos tocó beber la alada miel de los atardeceres, tocando la fragilidad de los sueños.

Por ello conmemorar ese brutal acto criminal que se ensañó contra un sector de la población europea, con descabellado cinismo, tiene y debe ser la señal del repudio hacia el crimen, individual o colectivo, donde quiera que se produzca y quien sea que empuñe el arma homicida.

No hacerlo, nos convierte de alguna manera en cómplices de las muertes no rememoradas, de los asesinatos en masa justificados, de la muerte cotidiana que la violencia le impone a seres indefensos, sin posibilidad alguna de sobrevivencia.

Un hombre cae y con él caemos nosotros. Muchos hombres caen y muchos caemos con ellos. La herida es la misma. El desafío es el mismo.

Tanta muerte y el hombre no logra trascenderla. Aún sigue en la búsqueda de nuevos procedimientos para asesinar, liquidar, exterminar. La herida crece vertiginosamente. Como diría Vallejo crece sin medida.

Seguimos cavando tumbas en la geografía de los suspiros convertidos en balas.  

Y hay que detener esas heridas, y toda fuga hacia la muerte.

Hay que sacudir las nubes hasta que el alba nos dé de beber la leche cristalina de la alegría.

Hay que ir a despertar la vida.

texto y foto
mery sananes
26/01/2013 






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