Zaira Maga
|
Tú me enseñaste que eso de los decretos es algo muy
sagrado, porque cuando se hacen con la aprobación del cosmos y demás
divinidades, se convierten en hermosos designios de vida y alegría.
Me enseñaste también que, ungida por ti, yo podía de
cuando en vez, hacer alguno que otro decreto, que estaría refrendado no por
cortes terrenales, sino por tu
particular y sagrada Corte Suprema de Amor.
Y eso me otorgó derechos.
‘Alquimia’ es sin duda un poema singular, como lo eres
tú. Sólo que más singular eres tú que todos tus poemas juntos.
Tú eres, si se quiere, un decreto de amor andante, que
no cesa de iluminar caminos, alisar cielos, desenfundar nubes para cada
amanecer.
Me dicen que lo escribiste antier. Y que tu hermano
Rafael le dio orden y formato.
Ocurre que lo podrías haber escrito -y mira que lo has
hecho- en cualquier momento de tu vida. Yo los he leído y los conozco. Y son
siempre singulares, porque en ellos la densa materia del amor, de lo cósmico y
lo hermosamente humano está siempre presente.
Pero que lo hayas escrito hace unas horas y digas que te estás preparando,
secretamente o no, para emigrar hacia otros
espacios, por más eternos que sean, es algo que en mis códigos y en los tuyos,
y en el de todos los que te necesitamos, es un ajetreo que no está
permitido.
Ni de casualidad, ni por equivocación. Que quede entendido.
Ni de casualidad, ni por equivocación. Que quede entendido.
Y yo decreto Zaira Maga que esa Alquimia se cumpla pero sólo cuando sea su
tiempo. Y éste no lo es.
¿No te has preguntado más bien, si este tiempo
de soledades y silencios, no es algo que te fue enviado para rematar unas
cuantas cosas que tienes pendientes con todo los que te queremos?
Si no eres tú ¿quién va a poder mover esas fuerzas
magnéticas, esas energías espirituales? ¿Quién como tú va a invocar el alma interior
y su armonía con este yo desacertado que somos?
Tus labores y oficios en esta tierra de nadie no han
concluido, mi nona de la vida. Y yo decreto que ni te lo propongas y ni
siquiera lo pienses.
Aún hay muchos cumplevidas para que derrames en ellos
tu miel.
Muchas tristezas que sólo te regazo puede consolar o
curar.
Muchos sinsabores que nos sacan de los caminos de la
sabiduría y la serenidad que tú nos debes devolver.
Quien como tú ocupa un lugar tan inmenso, tan gigante
en la vida de tantos seres, no puede retirarse de su oficio de alquimista, así
como así.
Por el contrario, en este hoy de devastaciones, tu
alquimia tiene que convertirse en presencia inequívoca.
Tus malestares de estos días son efecto directo de tu andar
desatendiendo tu verdadera y real condición. La que no anticipa sino aguarda,
la que no deshace sino teje, la que trae en sus mágica alacenas armonías y alegrías.
Y por todo eso, y tanto más, decreto que te mejores y pronto.
Qué se llenen todos tus espacios de música, para que veas como tu casa se va a poblar de los seres que amas.
Que juegues a contestarle al silencio hasta deshabitarlo de vacíos y
devolverle la armonía secreta de los astros
Que convoques a tus colibríes para que te entreguen la partitura alada de
sus latidos
Que vayas al encuentro con Anita quien trabaja incansablemente para entregarte
sus hermosas cosechas de flor de baile
Que te preguntes: ¿y por qué se habrá ido Anita antes que yo, si todo parecía
indicar que sería al revés?
Y entiendas que ese dejarte sin bullicios, ni alborozos, con el sólo tesoro
de tu alma enamorada, ha sido una nueva tarea de alquimia que te toca oficiar, que
tiene carácter y condición de irrenunciable.
Y decreto finalmente, Zaira Nona, con la humildad del aprendiz, que detengas de inmediato todo quebranto, y que resurja en ti, con decibeles bachianos,
esa risa solar que mantiene este planeta girando en su elipsis de sueño e
ilusión.
te quiere, mery
12 de enero del 2015
Es uno de los homenajes más bellos que he leído... Gracias Mery por compartirlo
ResponderBorrar