domingo, abril 26, 2015

LOS RITUALES DEL AMOR



para tu mami
la primera flor de este abril

Alexis

Nuestra historia vital, la que trasciende todo itinerario temporal, ha sido signada por circunstancias imprevistas que en su largo y estruendoso estallido nos dejaron huellas profundas. Pero más que eso, trazaron una geografía del querer, la geometría del abrazo y esa conjunción que nos hermana para siempre.

Como entonces hoy no volar hacia tu costado más vulnerable en estos días en que te toca desprenderte físicamente de tu madre. Yo te conozco, Alexis, en el crujir de tus sístoles cuando te tocó acunar sin despedida a nuestra Chili. Cuando te crecieron los brazos para hacer con ellos un andén de florerías para aquel niño diminuto habitado del amor de Aleska, que de pronto se nos fue hacia el cosmos.

Te supe cuando el hermano se hizo voluta imperceptible en la travesía del aire, escindiendo formalmente una conjunción que no se acaba jamás. Y hoy puedo imaginar la ruptura de todos tus equilibrios con el vuelo de tu madre.

Y no vengo a restablecerlos sino a acompañarlos. A trajinar contigo el recorrido de las lágrimas, siempre retenidas en tus párpados, a desenvolver junto a tu tristeza los días que tu madre bordó sobre cada una de tus horas, para que supieras que en el vocabulario de quienes parimos, no existen adioses, ni separaciones.

Vengo a sentarme junto a ti, como tantas veces lo hicimos, para echar a correr la palabra detenida, y dejar que haga cauce por las altas colinas, en el interior de las hojas de hierba o en la cuerda tensada de un violín.

Vengo con un abrazo a cuestas para dejártelo adherido a los atardeceres de tu ciudad. Y una invocación a reinventar lo que se nos va, en el dedal de todo lo que ha sido y seguirá siendo, mientras en vez de adioses bordemos en las horas el estremecimiento de los reencuentros.

No sé cuánto tiempo hemos pasado sin aquellas llamadas que se hacían casi rituales, en las que nos comunicábamos los reveses de los sueños y la estructura de las nuevas esperanzas. Pero a pesar de ese silencio prolongado, jamás ha existido la lejanía.

Y hoy cuando, desde aquí, a una distancia tan grande de tus predios, me comunicaron la noticia, he tomado el cauce del mar gigante, de los vientos altos, para alcanzar tu silencio y atemperarlo con el aroma de los frutos que las madres van dejando en cada uno de sus solares.

Y para decirte, desde mis propios sembradíos, que cuando nos toque a nosotros partir a transformarnos en canto o nido, los hijos y los nietos y los nuestros tendrán que haber aprendido que no existen despedidas ni adioses ni ausencias ni olvidos.

Que, como tu madre, seremos hoja o escarcha, chicharra o grillo, nube que pasa o agua que fluye. Suspiro nocturno o beso de mariposa sobre los pétalos de una flor. Y que para que eso ocurra, nosotros los padres y madres que aún estamos cosidos al alma de los hijos y los nietos, tenemos que demostrarle la magia infinita de los rituales del amor.

Sólo entonces ellos podrán cumplirlo y ejercerlo, como nos toca hoy dejar que otros hagan la despedida, mientras nosotros, nos fugamos por un alero con los nuestros a cuestas hacia el infinito abierto de la vida que no se acaba y el amor que apenas se trastoca en otro efímero recorrido por los linderos del cosmos.

Sabes que te quiero para siempre, Alexis.


foto y texto / mery sananes
23 de abril del 2015


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