A veces basta una cebolla paridora
para que la tarde se enternezca
Y este atardecer me
trajo sin querer
esta cebolla que me enamoró.
Y la comparto porque en ella
están escritas
miles de historia, relumbran millones de estrellas diminutas
y en
sus circunvalaciones se cobijan los hijos,
en su sueño de que nunca haya
hambre.
Dos voces traigo
la de Miguél Hernández y la de Pablo Neruda
la misma cebolla en otros labios
fotos / mery sananes
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