para ildemaro torres
Ildemaro
Estas
palabras estaban en camino desde que supimos lo de tu madre. Y no hizo falta
verte para advertir cómo en tu rostro plácido y armonioso, se dibujaba el
trayecto de una respiración más prolongada que todas las anteriores. Y el
abrazo fue hacia ti.
Siempre
has privilegiado la cadencia sobre el tumulto, el afecto sobre lo desavenido,
los hilos conductores del alma sobre los caminos trazados por otros. Y todo eso
te da un salvoconducto para avanzar más allá de las irrupciones de este vivir
tan convulsionado y devastador.
Desde
nuestro primer contacto contigo, hace más de tres décadas, nos entregaste con
creces las señales de tu bonhomía, tu sentir reflexivo, tu capacidad para ver
más allá de ese corto plazo en que suelen moverse tantos. Y apostaste al
porvenir con la Cátedra Pío Tamayo.
Nació
así, más que la relación con un Director de Cultura, el afecto hacia un amigo
siempre presente en lo oscuro y lo luminoso. Hace poco volvimos a encontrarte
en el festejo de los 30 años de la CPT. Y allí estaba tu rostro sereno y
apacible, dibujado con una sonrisa, más que para recibir nuestro
agradecimiento, para expresar tu sentir entre nosotros.
Qué
mejor y más hermoso testimonio de un afecto generado en la permanencia, la
fraternidad y ese compartir de ilusiones por un tiempo y un mejor vivir.
Y
hoy, cuando recibimos la noticia del adiós de tu madre, sentimos la necesidad
de llegar hasta ti porque sabemos que cualquiera sea el tiempo o la circunstancia, ese instante en el que quien nos hizo germinar, se marcha hacia
otras latitudes, se convierte en un estruendo, un estallido que no
conocíamos. Como si algo de pronto
rasgara el horizonte y la luna decidiera quedarse en las sombras.
Hasta
que uno comienza lenta y pausadamente a reconstruir los días vividos. Y ese
trayecto de regazo y cobijo se vuelve incandescencia. Dejamos entonces que
otros se encarguen de los ceremoniales, porque ya nosotros nos hemos ido con
ella hacia los altísimos sitiales del siempre.
Porque
conociéndote, como te conocemos, Ildemaro, sabemos con certeza que ya tu madre
y tú encontraron nuevas formas de hacerse compañía y de permanecer como el
brote mágico de un almácigo en los huertos del viento.
Pero
ocurre que en medio de este estremecimiento, hizo acto de presencia la noticia
de la ausencia de quien siempre sentiste y sentirás como tu hermano mayor. Y de
nuevo tu respiración buscó la profundidad para aceptar que tu amigo y compañero de tantas andanzas de pincel, humor
y vida, también había partido para territorios del infinito amor.
Y
pienso, Ildemaro, que un rayo de alegría se te dibujó en el alma al pensar en
el encuentro entre tu madre y Pedro León Zapata, tan cercano a todo tu deambular por la
vida de certezas, entregas y
trascendencia.
Por
todo esto, ahora las palabras quieren ser sólo agua de riego, estrella fugaz,
cielo encandilado para celebrar contigo la permanencia del amor en todos los
cielos de la existencia.
Ildemaro, va mi querer de siempre para ti y para
Sonia.
mery
marzo del 2015
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