EL LIBRO DE LOS GRISES
Entre Zaira la maga y yo cualquier
acontecer es posible. Yo miro por sus ojos y ella toma la paleta de su alma y
comienza a describir lo mirado como algo inequívocamente inédito. Y entonces
irrumpe el milagro.
El último es
EL LIBRO DE LOS GRISES
Le dije una mañana que observando el cielo y sus tonos de gris había reiterado
que eso que algunos llaman ausencia de color tal vez fuese sólo una forma mayor
de asombro. Y la invité a que juntas saliéramos a la caza del envés de los colores.
Aquí su primera respuesta:
¿SERÁ UN TRIGRAMA GRIS?
Las ovejas corrieron al aprisco
Planeaba un gavilán en la distancia
La flauta del pastor se quedó muda
Oí de nuevo el canto, tonos tristes
recordaron los grises del otoño
Hacía falta el triscar de las ovejas
El gavilán volaba satisfecho
en su pico llevaba, alborozado,
la oveja que faltó en el pastoreo.
Zaira Andrade
Le
respondí: no hay material más dócil ni más próximo
a la arcilla que la tristeza. Uno la toma entre los dedos y comienza a
moldearla como uno quiera. A veces estalla en la risa atrapada que guardábamos
como un tesoro.
Otras en ese roce del aire con el beso que quedó
estampado para siempre en los vuelos de la luna. Muchas veces en la
reconstrucción inédita de los lugares, los gestos, las palabras y los
silencios. Esos intervalos en los que todo tiene cabida y en los cuales el amor
anda sin fronteras inundándolo todo.
Y así dimos inicio a esta nueva juglaría.
Tenemos la certeza de que si cada uno de nosotros logra leer en los grises la
grafía de los milagros, tal vez el
hombre reencuentre la simiente floral de la que está hecho. Y los grises puedan
recuperar su alta dimensión de lumbre y su recorrido de saeta. Invitamos a intentarlo.
mery sananes
31 de octubre del 2015
ResponderBorrarCélebre es la frase de Goethe: “toda teoría es gris, querido amigo, y verde es el dorado árbol de la vida”.