“Esa búsqueda y encuentro de los nuestros
nos hizo ver que estaba en nuestras casas
más íntimas, el pájaro azul que buscábamos
por caminos lejanos”
Lolita Aniyar de Castro
29 noviembre 2015
José Antonio, Sarita, Dinah y Daniel
Qué decirles que resuene en un tono más sonoro que el silencio que
produce el vuelo de un ala hacia la urdimbre que la creó. Las palabras se
vuelven cantaros vacíos. Y sin embargo, cuando Lolita dejaba salir las suyas
era como una migración de aves en permanente travesía hacia los confines del
siempre.
Se esparcían como granos de arena sacudidos por el temblor de un
cangrejo en busca de su destino. Un camino que ella iba construyendo sin la
conjetura de un mapa sino con la destreza de sus pasos. No hubo puerto al que
no se asomara para comprobar si ese océano era el que buscaba, o si había algún
azul en el cual aún sus ojos no se hubiesen sumergido.
Hablar de ella es nombrar la vida en sus innumerables espejos y
desatinos. En la hosquedad de la injusticia y en el resplandor de la inocencia.
Desde los campos mágicos que Reina le construyó para que supiera que donde
quiera que tropezara había alguna clave que le devolvería las ansias del vuelo,
hasta los hondos canjilones de la criminología, que abordó desde la lágrima y
no el castigo.
No es posible nombrarla sin detenerse en esa fuerza gigante y a la vez
intangible que la movía en toda dirección, como una brújula, que marcaba los
encantamientos y no las geografías. La diminuta estatura de su madre le
consagró una dimensión que no se podía medir numéricamente. Y el amor que rigió
su vida le entregó el candor que preside el primer beso.
No hubo oficio en el cual no derramara su indoblegable pasión de
hacedora de alegrías. Nunca encajó en los cargos que ocupó porque no era la
investidura la que dirigía sus acciones, sino ese afán aventurero de enderezar
entuertos.
Sabía siempre que hablaba un lenguaje más simple y sencillo que el de
los científicos y los doctos. Se dirigía al corazón de un hombre devastado y
violentado, buscando esgrimir un escudo capaz de detener la muerte.
En sus ojos el mar detuvo su oleaje para que toda lágrima se convirtiera
en llovizna. Llevaba su huerto en la punta de los dedos y en esas manos en las
que la madre le leía las señales de un tiempo pasado. Sabía que el porvenir se
escribe sólo en el diario oficio de vivir.
Y sin embargo una lanza de titanio se le incrustó en el costado y el
pájaro que era se le detuvo el vuelo.
Cómo imaginar entonces un ala detenida en el interior de un plumaje de
fuego.
Lolita tomó por sorpresa los linderos del horizonte. Los traspasó y fue
a sembrarse en un huerto distinto para ir a buscar las historias que no había
contado.
Y allí la veo a cada instante desde mi aleros, con su sonrisa de siempre
incendiando las nubes, pintando de violeta los días de bruma, ascendiendo por escalinatas
florales hacia el territorio de sus ensoñaciones.
Las que les entregó a ti Dinorah y a ti Daniel, para que a su vez las traspasaran
a los hijos y a los hijos de los hijos. Las que convirtió en caricias para
ofrendarte, José Antonio. Las que te entregó Sarita, a modo de talismanes. Y
por eso no hay manera de despedirla, ni siquiera de juntar la tristeza a sus
nuevas aventuras.
Hay que ir a descubrir todos los espacios donde ella ahora habita, y
tomar de sus manos los dones que no dejará jamás de entregarnos.
No hay duelo posible cuando la magia sobrepasa la realidad. La del árbol
deshabitado que se engalana de nuevo. La del silencioso trayecto de la
chicharra hasta alcanzar el breve instante de su canto. La del pez que no
pierde su rumbo en la inmensidad de las aguas.
Y sé que ella, en este tiempo, sólo volverá a sonreír cuando ustedes
sonrían con ella, atados al paisaje de sus ojos, al aroma de sus abrazos y a la traviesa soledad de sus
correrías.
Nos entregó un pájaro azul en cuyas alas ella está fundida como viento
brisa aire tumulto de aguas, suspiro y porvenir. Porque, como dijo, si pervive
en nuestras manos, sólo entonces podrá ella saber “si esos pájaros que
desaparecen en un punto de los azules mezclados se van de verdad para siempre o
alguna vez regresan.”
Los quiero con el alma
09 de diciembre del 2015
mery
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