LAS
GOTERAS
Zaira Andrade
Esta vez Zaira, la Maga, nos ofrece una de sus cuenterías. Una mirada de niña sobre la lluvia que cae sobre los tejados, deslizándose hacia el interior de los techos como una gotera cantarina que va escribiendo su historia sobre la imaginación de los pequeños y la angustia de los grandes. Y lo que logra Zaira es pintar un lienzo sobre el cielorraso de su corazón, hecho de llovizna y de sueños, y entregarlo para que cada quien recoja su algarabía y la guarde en la alacena de sus ansias.
Para mi
amigo-amado José Luis Quintero
En el
primer año de su tercera vuelta de Saturno
!Que las
abejas te den su miel!
Me imaginé que entraste a tu cuarto para refugiarte de
la intensa lluvia y de tu techo caían tantas goteras que sentiste que estabas
todavía a la intemperie.
Recordé mi infancia. Siempre ocurría eso, Los techos
no eran como ahora, sino de tejas. Por el lado del cuarto, el techo
tenía una especie de papel blanco, bien tenso que llamaban cielorraso, en el
que las goteras dibujaban paisajes.
Yo inventaba cuentos con las formas que
dejaba el agua cuando el papel se secaba y se ponía amarillento:
había hadas, princesas, monstruos, brujas, personajes mitológicos,
caballos, cruces y santos, selvas con leones y tigres, ríos, montañas, ángeles,
niños... hasta payasos.
Bastaba con acostarse, mirar hacia arriba y
todo lo que leía en mis cuentos lo encontraba en el cielorraso.
Mis hermanos siempre tenían que subirse al techo
para "coger las goteras·"
Cuando estaba chiquita pensaba que mis hermanos tenían
unas cajas donde guardaban todas las goteras que cogían. Siempre creí que
era una tarea especial para varones.
Mi mamá, muy autoritariamente decía "pongan tobos
aquí que están cayendo goteras" Y agregaba "cuando lleguen los
muchachos del liceo tienen que montarse en el techo a coger las goteras"
Yo permanecía al acecho desde el momento en que se
subían al techo hasta que bajaban, pero nunca vi las goteras que
cogían. Eso que hasta busqué en sus gavetas, debajo de sus camas, en
sus escaparates…
Esas cosas de la infancia, cuando uno las recuerda
como hago yo ahora, nos llenan de una alegría nostálgica por esa niñez tan
cargada de fantasía.
A lo mejor los niños ricos no tenían goteras
y no podían inventar cuentos místicos, románticos o de miedo como los
inventé yo con los cielorrasos de mi casa manchados por todas las goteras del
mundo
Zaira
Andrade
12/09/16
foto / mery sananes
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