Capilla de Camoruco
Valencia, Estado Carabobo
Venezuela
Hoy Zaira Andrade, la Maga, nos sorprende con uno de
sus nuevos textos. Escrito a los 85 años, su memoria de 96 años lo recupera
para trazar las enseñanzas a través de las cuales su hermana Esther le mostró a una muy temprana edad cómo distinguir los cinco sentidos y mucho más.
Un relato amoroso que se constituye en hermoso
instructivo para enseñarle a un niño, de cualquier tiempo a distinguir,
apreciar y reconocer los cinco sentidos, que en su esencia recogen toda la
energía de que es capaz el cuerpo y el alma humanos.
Siempre y cuando no olvidemos que el verdadero
aprendizaje es un ejercicio que cuando se realiza al aire libre, deja huellas
que se quedan sembradas en el niño para siempre.
EL IMÁN DE MI ALMA
O CÓMO APRENDER LOS ÓRGANOS
DE LOS SENTIDOS
Zaira Andrade
A mi hermana Esther
Hoy recordé
cómo aprendí los órganos de los sentidos.
Estaba en
Valencia. ¿De qué edad? No recuerdo, pero todavía caminaba agarrada de la mano
de mi hermana Esther.
Alguien, hablando
con ella afirmó: "Es que no sabes usar el sentido de la vista".
Cuando
quedamos solas le pregunté: ¿qué fue eso que te dijo de la vista?
Ella, que al
principio no recordaba, me dijo riendo: -Te voy a enseñar los órganos de los
sentidos.
Esas
enseñanzas quedaron grabadas en mí de una manera tan indeleble que hoy, de
ochenta y cinco años (2005), las recuerdo, envueltas en las sensaciones que
descubrí cuando las recibí.
Mi hermana y
yo nos amábamos, diría mejor que nos amamos, porque estoy tan "fabricada"
con sus enseñanzas, que no sé dónde comienza
ella o dónde termino yo.
Un día,
cualquier día para el aprendizaje, señalándome una matica de Adormidera me
dijo: - Pásale la mano por arriba y le dices: "Duérmete que te lleva el
diablo".
Después de esa
lección participé siempre de ese disfrute: Tocándola suavemente, le decía a la
planta: "Duérmete que te lleva el Diablo" y ella cerraba sus hojas
inmediatamente.
Mi fantasía
viajaba hacia los poderes del demonio que a través de mí podía actuar sobre las
plantas y hacerlas dormir.
Días después,
igualmente en el jardín, me enseñó el nombre de otra planta: Incienso, me dijo.
-Recuerdas que en la Capilla los monaguillos mueven unas cadenas que tienen al final unas copitas
plateadas que botan humo? ¿Quieres oler ese humo?
Cierra los
ojos,-me dijo- y sosteniendo mi mano abierta me hizo pasar la palma por la
superficie de las hojitas.
De inmediato
mi nariz percibió el mismo aroma de la capillita de Camoruco. La matica, al
acariciarla, despedía olor a incienso.
Esta vez pensé
que también desde el patio de la casa yo podía hacer las veces de monaguillo y
enviar incienso a Dios.
En otra de sus
enseñanzas le pidió al señor Luis, el de la Bodega de la Esquina, el que
siempre tenía todo lo que uno necesitara: un imán y limaduras de hierro. Al
llegar a la casa, puso las limaduras sobre un papel, me dio el imán diciéndome:
-Acércalo a las limaduras.
!Que sensación
inolvidable! Al acercar el imán había un momento en el que las limaduras
corrían hacia él. Nunca pude descubrir el instante en el que aún no se
acercaban para, de inmediato, hacerlo.
Muchas veces
después, mientras ella cosía... buscaba con el imán, las agujas y los alfileres
de cabecita caídos por el suelo...Todavía disfruto de la magia de los imanes. Tengo
varios. Con uno de ellos sostenía, sobre una lámpara de metal, en mi cuarto,
algunos recibos por pagar.
Un día, íbamos
por la Plaza Bolívar de Valencia. Entramos donde Vilariño y compró Azucar Cande.
Era un azucar cristalizado, los cristalitos se mantenían unidos por un
cordoncito, una especie de pabilo.
-Métete uno en
la boca -me dijo-¿Qué forma tiene?
-Es
cuadrado-le dije
-¿Lo estás
tocando?
-No. Le estoy
pasando la lengua.
-!Ah! Con la
lengua también puedes tocar ¿Y qué más?
-Es dulce. Es
sabroso, Se parece al azúcar pero más sabrosa.
!Qué maravilla
saber reconocer con los ojos cerrados, sólo con la boca, si era un pirulí o una
"bola americana" además del sabor a menta, a limón...!
Después, con
mis amigos, incorporamos eso a los juegos "Cierra los ojos".
"Toca lo que tengo aquí". "Adivina lo que es". "Abre
la boca" "!Dime que forma tiene...a qué sabe...qué es!"
"Cierra los ojos:.." "Abotónate, desabotónate!".
Así creció mi
mundo porque le incorporé la magia del descubrimiento.
El otro
sentido sí lo encontré yo solita.
Por primera
vez me encontraba de visita donde una
amiguita y vi que su hermano y su mamá no hablaban con la boca, se entendían
haciendo arabescos con las manos: ella los hacía, él los veía y luego le
respondía con otros movimientos…
-Qué le pasa a
tu hermano? -pregunté. Cuando le hablé tuve que tocarlo para que me oyera y
cuando se volteó no entendió lo que le dije.
-Mi hermano es
sordo -me dijo- Con él hablamos por señas.
Eso me
preocupó mucho. De regreso le conté a mi hermana y ella comenzó a explicármelo
tapándome los oídos.
A ratos
separaba las manos, yo oía pedazos y cuando me los tapaba dejaba de oír, por
eso no comprendí la explicación.
-Es el sentido
del Oído -dijo mi hermana- Tú debes agradecer a Dios porque tienes tus cinco sentidos perfectos: Vista, Oído,
Olfato, Gusto, Tacto. Hay seres, como el hermanito de tu amiga, que carecen de algún
sentido y tienen que desarrollar más los otros para reemplazar el sentido
perdido.
¡Cuántos años
han pasado desde que aprendí los Sentidos! ¡Cuánto los he usado! Después, al
transcurrir el tiempo, agregué el lenguaje: sentido de Fonación.
También
después conocí ese mecanismo especial que hace que uno prepare el cuerpo para
bajar un escalón y si no lo encuentra trastabilla y se cae, como si por dentro
del organismo hubiera otros sentidos que se mantienen vigilantes para que esa
cosa maravillosa que es el cuerpo humano esté protegido, se conserve íntegro,
funcione perfectamente.
En este
rememorar del pasado envío un hermoso pensamiento a mi hermana amada, la de los
cantos místicos en la Capilla de Camoruco.
Aquí estoy
desempolvando recuerdos y regalándole el imán de mi alma que recogió sus
trocitos de hierro, su azúcar, sus canciones, su risa, su humor, las parrandas
valencianas, el corear del vendedor de mangos, el ruido del tranvía por el
centro de la calle. Sus canciones que aún recuerdo, las que me enseñaba con
tanta paciencia, con tanto amor y recuerdo este olor de cosas viejas y amadas
que me acompaña como una caricia... cumpliendo 85 años.
Zaira Andrade
2005
Maravilloso es el hilar de palabras de Zaira. Algún ángel la guía para que su relato sea tan bello. Se la ama al escucharla y el mundo se convierte en un paraíso.
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