TERRITORIO
DE ALMAS
Juan Guerrero
Si tenía
curiosidad por leer un buen libro de poesía y que esperara recibir con
ansiedad, ha sido este de Mery Sananes, "Palabras conjugadas" (2016).
Celebro
su edición que sorprende por muchas razones. Una de ellas, su sencillo diseño y
el tiraje de 1500 ejemplares.
Lo otro
es encontrar la voz poética de Mery Sananes (1942) hablando desde el alma de
las cosas. Y particularmente, desde la esencia misma de la palabra. Por ello,
catalogo esta obra como de revelaciones, de esencialidades y asombros. Hay una
constante búsqueda por esa palabra que se atreve a ser colectiva, de
participaciones y alegrías. Y en la construcción de un lenguaje para otorgarle
voz a ese hombre que vendrá. Ser amoroso y esencialmente libre, morando en el
bosque de la vida.
Sananes
no introduce nada nuevo a su trazo escritural de siempre. La leímos en Tiempo
de Guerra (1968) donde aparece su discurso poético desde la
cotidianidad de una vida alterada por los acontecimientos de la violencia. Ese
escenario donde la muerte ronda mientras se esperan noticias de los compañeros.
Mientras se piensa y sueña un país de libertad.
Y en
Palabras conjugadas el centro del libro es la palabra y sus extravíos.
Convertida en eco y ruido que confunde y delata la soledad del hombre. Palabra
seca de alma y ruinosa en su diaria laceración.
En sus
casi 70 textos poéticos, Sananes revisa la vida, esto que somos. No puedo dejar
de pensar en mis ancestros. En todo lo que en siglos hemos sido, vivido o
quizá, medio vivido. Los textos presentan una vertiginosa película milenaria,
ancestral, donde se repiten en las secuencias, palabras y escenas de la vida,
como pequeños cuadros en un tiempo lúdico de ese paraíso que fue nuestra
tierra. No sería descabellado afirmar que por algún tiempo, el territorio del
oriente fue confundido con el mismo Paraíso terrenal. De ahí aquel primer
nombre, Tierra de Gracia.
La
palabra poética en este libro discurre en un fluir de vocalización que no da
tregua. Se asume el verso poético desde su esencialidad. Y solo queda su íntima
musicalidad, tono y timbre en su densidad que lacera mientras se interroga o se
muestra la realidad de esta vida, lacerante, de aberraciones, pero también de
misterios y revelaciones.
Observamos
en la hechura de sus textos una composición donde la espontaneidad de las
palabras se coloca sin mayor maquillaje estético. Acaso en muchos de sus poemas
se repiten temas e incluso, el uso de palabras. Pero es que ello obedece a una
intencionalidad del poeta.
Desde
nuestra perspectiva de lector, el libro comienza en su último poema, Bocado de
rosas: /Vengo de una tierra atravesada de desembocaduras/ bordeada por un mar
que espumaba transparencias/ una cordillera poblada de antiguos dioses/ que
cuidaban de la flor y la cosecha que/ resguardaban el fuego y hacían cabriolas
con el/ viento para que el polen se esparciera por todos/ los costados de un
territorio habitado por milagros/ (pág. 91)
Avanza en
retroceso su poética para advertirnos, “hay que ir a rescatar una lengua madre
que tenga/ sabor a bocado de rosas a pan de siempre a vocablo/ amoroso que
invite a compartir la pena y a celebrar/ la plenitud de un devenir de arroyos
que desbordan/ florerías en sus orillas sin inundaciones” (…) “la vastedad de
un mar único y caribe que se/ extiende hasta un atlántico que conoció el/
verdiazul en las aletas de los peces que cantan/ y las plumas de los tucanes
que reverberan/ sus nidos en la torre de los bosques”
Es desde
esta esencialidad donde la escritura de Sananes asume una identidad cósmica, de
ese barro ancestral para reclamar una lengua que hable de lo primario, eso genésico
y telúrico. Y sorprende que en este libro incorpore y también, otorgue
contenido a nuevas y antiguas palabras, que en su versificación, deslumbran:
“La tierra es una florería”, “en los mariposales del
alma”, “La muerte se encima”, “la petalería de
un beso”, “en busca de un nidal de estrellas”, “emerger en
cuarzos desaviamor”, “Hay tristumbres que siempre
regresan”, entre tantos otros.
Esta
poesía de Mery Sananes nos sigue diciendo, junto con las otras voces
ancestrales, de León Felipe, Whitman, que la vida, acaso sea necesario vivirla
a riesgo de todo. Celebrarla mientras el dolor, la pena y la tristeza, invaden
el alma y oscurecen nuestro lenguaje. Buscar entre las cenizas de nuestro suelo
árido y desolado, las huellas de quienes fuimos para nacer a la vida. Nosotros,
que acumulamos muertos y andamos desposeídos de la esencialidad del lenguaje,
seguimos insistiendo en vivir otra vida: esa donde el trinar de pájaros
recuerda nuestro bosque y donde existe un adagio más sublime que el de Albinoni
y Marcello. Ahí está la musicalidad para un nuevo lenguaje, la palabra que dé
inicio al bautizo de otra existencia, con trompetas, oboes y cellos que brillen
desde otro azul, ese azul rizo del rey que se contiene en su propia luz.
La poesía
de Mery Sananes nos sigue invitando para asumir otro lenguaje, renovar nuestra
palabra ancestral para hacerla presente en este hoy terriblemente humano: “Hoy
nos toca escribir el futuro desandar la/ muerte y reinventar la historia que
nos fue/ consignada en el átomo cósmico de nuestro/ nacimiento para ver si al
fin algún día/ en esta tierra de milagros y encantamientos/ el hombre comienza
a ser y a vivir”
No
exageramos al indicar que este libro de Mery Sananes introduce en las letras
nacionales, una visión esencial de la poesía, y donde su autora es, de los
poetas vivos, junto con Teresa Coraspe, de las más importantes poetas
venezolanas de siempre.
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