Teresa y Luis Enrique
No hay como consolar la pérdida de un hijo. La de dos
es ya una herida que no hay sutura que la cierre. Es como quitarle el sentido a
todo lo vivido. Naufragar en un océano sin oleaje. Utilizar una palabra que ha
perdido todo significado y sentido. ¿Con qué alfabeto aliviar ese recorrido a
la inversa?
Venimos entonces, Luis Enrique a tu encuentro sin
palabras y sin consuelo, pero armados
con un panel de abejas, una geografía de abrazos, un abecedario de
lirios, para con ellos arropar tu tristeza, cobijar tu desolación, reparar las
cuerdas rotas con la cinta de la esperanza.
No es mucho cuando toca sembrar el propio corazón en
una tierra que aún no aguardaba ser sepultura. Pero es el hilo frágil que nos
sostiene, la cuerda diminuta por donde
nuestros pasos vienen a ser un milagro de reingeniería.
Y la vida sigue siendo un compromiso sellado, aunque
el llanto anegue los días de bruma. Tal vez todo estaba inscrito, o tal vez se
va inscribiendo sin que uno lo sepa o pueda adivinarlo. Lo único que sí sabemos
es que el cordón de los hijos nunca desaparece. Y ustedes pudieron acompañar la
difícil travesía que los condujo a partir antes de una fecha que no conocíamos.
Y que el amor allí derramado quedó inscrito en esos
hijos para que su partida tuviera la levedad del pájaro que alza vuelo.
Tal vez les costó a ustedes cargar el peso de un
sufrimiento que de otra manera hubiera tocado la totalidad de esas vidas. Y en
la brevedad de su itinerario vital dejaron sus huellas.
Y son esas las que hay que depositar en el cántaro de
la memoria y el corazón, porque allí florecerán en todo su esplendor. Después
de todo, y cualesquiera sean los designios que escapan a nuestra hondura, uno
jamás se separa de los hijos. Y allí deben permanecer como un recinto sagrado.
Nosotros seguimos a la vera de vuestro desconcierto,
queriendo ser el canto de un campanario cuando abre la mañana. Un afecto
reiterado. Una compañía que haga más manejable el dolor.
Y dejamos el deseo de que su paso hacia otros espacios
estelares, se produzca en armonía y sosiego, para que no haya partida, sino
transfiguración. Ritual de alquimista dibujándole al aire señales de consuelo y
resurrección.
Con un abrazo gigante
mery
29 enero 2017
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