En el desvencijado
historial del mundo
un instante luminoso alcanza la dimensión
cósmica de los milagros y como astros en
noches oscuras traza una coordenada
sólo visible a quien mira los cielos con la
misma ternura con la que se detiene en el
ramaje roto de un niño que llora
En estos tiempos sombríos en los que la voz
sólo resuena en el cautiverio del amor
el grito desarmado es el lenguaje cotidiano
del dolor tratando de recomponer un canto
sin cuerdas y con una flauta a la que le falta
el tremolante recorrido del aire
El calendario se nos ha convertido en una
ristra de mendicidades que nos separan como
torbellinos que se expanden sin piedad
en el interior de un eje horizontal
La muerte es un reparto que se ofrece
a baja inversión como liturgias en las casas
de los dioses en la que no ingresan
ni la misericordia ni la piedad de los
poderosos
Nada queda a salvo de esa furia que
estremece los bosques heridos
las aguas descarriladas y ese viento que
solía susurrar canciones de cuna
convertido en apenas el recuento
perverso de lo que nunca ha sido
La alegría es un expediente subversivo
sólo apto para ejercerse en la clandestinidad
toda risa es sospechosa y la ilusión ya no
se vende en las boticas y ni siquiera ni en los
expendios de fetiches y talismanes
La desesperanza sostiene todos los sistemas
y se fragua desde los más sombríos parajes
de la ira decididos a
escarnecer el capital
humano que se plantee el
simple derecho
a subsistir
La vida se ha convertido en un traste en manos
de mercenarios con aguas propias y navíos para
hacer naufragar los amaneceres
¿Y cómo reinventar un rayo fugaz en medio
de este ciclo inacabable de mortajas sin hilo
ni telar?
Sólo prevalece la larga
herida asestada
al hombre desde antes
de su nacimiento
guarecida en el
interior de un grito
que nadie escucha
texto y foto / mery sananes
07 noviembre 2017
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