Mi amadísimo Héctor
No tienes que pedirme ni permiso ni opinión para colocar algún texto
mío. Todo lo contrario. Me ha emocionado mucho que lo hayas tomado y sobre todo
porque habla de la esperanza.
Tu texto completo me ha conmovido de distintas maneras. Primero porque te
has envuelto en la cruz del Ávila con Manuel Cabré. No sabemos vincular nuestras
tribulaciones sino a esa tierra tan generosa desde la cual venimos y de la cual
jamás nos desprendemos.
Cada lugar tiene su historia, y todas van quedando en nuestro equipaje.
Y esa evocación que haces, en un momento difícil de tu vivir, trae una brisa
vivificante. Y de Cabré pasas a Aquiles y su ruiseñor de Catuche. Y se
desata tu poesía, tu imaginación y ese tu corazón, Héctor que tiene los
colores de nuestras tardes aromadas.
Y allí sabes que el cielo está limpio, porque transparentes están tus
ojos de atrapar todo lo hermoso que nos rodea en medio de la mendicidad, el
dolor, la carencia y la miseria que se posó sobre nosotros casi como una maldición.
Y qué manera de describir ese instante: se juntaron las bandadas de
guacayamas, con la banda de los azulejos y como si no fuese suficiente, la
plateada luz de la luna.
Y tomo la frase, y la coloco en mayúscula: AUN DESPUÉS DE LA ESTACION DE
LAS LÁGRIMAS, PUEDE VOLVER AÚN DULCE LA ALEGRÍA. Y lo reiteras con profundo
amor: las nubes ensombrecen la estación tardía, pero todavía la luz acaricia nuestros
ojos y los follajes enlunados.
Y agrego: no hay sombra alguna que nuble tu condición de poeta. No sólo
de versos, sino de vida, que es lo esencial. Y Pavese es Pavese. Y su mirada
ojos que trascienden toda muerte. En verdad es el mundo el que se encuentra en el
abismo más profundo. Y nosotros los sobrevivientes de una muerte continuada. Y
dentro de ella hemos podido sacar filamentos de luz, diminutas llamas casi
imperceptibles, pero que nos han señalado siempre el camino.
Y sabiendo todo eso, porque está sembrado en tu corazón, mi querido
Héctor, tomas mis palabras que en verdad son casi una plegaria que uno se
repite a sí mismo, para no abandonar la persistencia de la vida sobre toda
muerte. Y como un mágico recorrido traes a esta hermosa mesa servida, de la cual eres anfitrión, nada más y nada
menos que a Perse, ese gigante de la poesía y del vivir.
Y ponerme junto a él, para acercar un mensaje similar, es una ofrenda
que me haces, un amoroso gesto del amigo, en cuyos ojos siempre baila una
revuelo de alas aunque a veces se haga difícil su vuelo.
Y va cayendo la tarde, y los dioses regresan a poner su orden divino que
no es sino copia del orden de un hombre deshumanizado. "Se ha ido la luna,
la cruz de luces me habla. Sufrimos a medida que más amamos. El
hombre es como su amor, y sigue la suerte de su amor.”
Y concluyes, nada más y nada menos, que con Rimbaud, para preguntar:
¿Cuándo iremos más allá de las playas y los montes, a saludar el nacimiento del
trabajo nuevo, la nueva sabiduría, la huida de los tiranos y los demonios, el
fin de la superstición, para adorar - ¡los primeros! – la Navidad en la tierra?
Eso no lo sabemos, Héctor. Tenemos la certeza, sí, de que no lo veremos.
Pero habremos participado en esa carrera de relevo de la que hablaba León
Felipe, entregándole el testigo de la lágrima al otro corredor, hasta que a
través de ella aparezca la luz.
Brindaremos por eso y por tanto más, dulce amigo, hoy, mañana y siempre.
Te dejo mi abrazo reiterado, la esperanza que está más allá del preludio, ese
mirar que siempre habrá de distinguir el vuelo de las guacayamas, aún en los
cielos más encapotados.
Te quiero
15/12/17
texto y foto
mery sananes
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