jueves, marzo 29, 2018

LA NIÑA ASUSTADA



LA NIÑA ASUSTADA
Danielita Barrolleta

Allá en  el caserío Guaribito, mi padre siempre insistía: la cosa no es que yo sepa inyectar sino que ustedes también aprendan. Y siempre lo repetía:  tienen que aprender a inyectar porque en cualquier momento les puede hacer falta. Y de verdad que nosotros no entendíamos bien la razón de tanta insistencia.

Por eso, uno escuchaba aquello y no le hacía mucho caso. Pero tiempo después uno se acuerda de las cosas que él nos decía que debíamos conocer por una situación que se presentó.  Un día una señora fue a la casa a que le inyectaran a la hija que tenía un quebranto. Mi papá buscó su cajita de metal donde guardaba sus instrumentos, allí tenía una inyectadora de vidrio, una sierrita para cortar el envase del agua destilada y hacer la combinación con el polvo de la penicilina indicado en el tratamiento.

En una bolsa más grande tenía algodón y  alcohol. Él se preparaba muy bien para cumplir con su oficio. Buscaba una olla para  hervir el agua y desinfectar la inyectadora. Luego se  lavaba sus manos y preparaba la medicina. Esto él lo hacía muy a menudo. Siempre lo buscaban. Pero  ese día era diferente a los demás. En el mismo se produce la muerte de un amigo de papá. Su mujer le fue a llevar el desayuno al conuco y lo consiguió muerto. Se dijo que murió de repente. Pero entre los lugareños se corrió la noticia de que le había dado un infarto. El saludo de mi papá y el señor que murió era de “Miasmanos”, es decir se trataban  como hermanos.



Una vez que termina de inyectar  a la niña, él se va a llevar el burro al potrero donde dormía. Mi mamá sale a buscar agua a la laguna que estaba cerca de la casa.  Cuando regresa mi mamá con el agua mis hermanos le comentan que su hermana pequeña dice que se comió algo y que lo tenía en la garganta. La madre se preocupa  con la novedad de la hija que  decía haberse comido algo que le hacía sentir muy mal. La niña presentaba un leve y continuo llanto. Sus ojos se llenaban de lágrimas, los hermanos mayores y la mamá le daban agua, pan, y aquello no se le bajaba.

De inmediato se manda a buscar al abuelo que vivía cerca de la casa. Éste mira a la niña y procede a ensalmarla. Le reza las oraciones que corresponden, pero no consigue alivio en la niña. Entre tanto el padre, la madre y los hermanos están preocupados. Buscan a ver si era que se había tragado la tapa del frasco de la medicina, pero nada.

Pasaron las horas y había que ir a dormir.  La niña agotada se había quedado dormida. Estaba cansada del llanto. Su mamá la cobijó para ver si con el dormir lograba alguna mejoría. Porque si seguía mala, a la mañana siguiente debían tomar rumbo hacia la ciudad, que quedaba muy lejos, en busca de la medicina para curarla.




Estando mi padre adormitado en el amanecer, cuenta que siente que algo lo roza por debajo de su chinchorro y se le presenta de frente y le dice con voz de otra dimensión: “Miasmanos”. Él se despierta y le dice de manera interrogativa: ¿Miasmanos? ¿Ah eres tú quién me está asustando a mi muchacha? Pues te vas de mi casa y si tenías algo pendiente búscalo en otra parte, a mi hija me la dejas tranquila. ¡Te me vas de  aquí! Te acompañé al momento de tu muerte y entierro y fuiste como mi hermano y vienes a hacerme esto… ¡Me haces el favor, te vas  de mi casa y más nunca vuelvas!

La mamá que estaba muy cansada por el llanto de la niña y que no había podido dormirse, le preguntó: ¿y con quién hablabas? Con  el muerto que es el que nos tenía asustada a la muchacha. Pero ya no nos va a molestar más, duérmete que ya se ha ido. Y así fue. Por la mañana la niña ya no lloraba, todo volvió a la normalidad.

Entonces mamá le  dijo a mi padre: de ahora en adelante usted trate a las personas por su nombre, no se juegue con más nadie para que eso que nos pasó no se repita. Y así lo hizo. Y  siempre recordaba y contaba cómo una tarde ya hacia la noche, el muerto miasmanos del caserío, que asustó a la familia y en especial a su niña, recibió en su hora el ensalme que bien largo lo corrió.




26 de marzo del 2018
Serie Cuenterías inédito

2 comentarios:

  1. rosana9:32 p.m.

    Dany que historia de vida, que bueno que Don Anselmo regaño al mismanos para te dejara tranquila y no te fuera a llevar. No es para menos que tuvieras susto.

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  2. Los vivos despedimos a los muertos, los enterramos y los acompañamos en el inicio del tránsito con dolor y sentimiento. Es de buen cambio que ellos, los muertos, una vez despegados del mundo físico no vuelvan a él. Así, se evitarían sustos tan grandes como la tragantera de la chiquilla...

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