LA NIÑA ASUSTADA
Danielita
Barrolleta
Allá en el caserío Guaribito, mi padre siempre
insistía: la cosa no es que yo sepa inyectar sino que ustedes también aprendan.
Y siempre lo repetía: tienen que
aprender a inyectar porque en cualquier momento les puede hacer falta. Y de
verdad que nosotros no entendíamos bien la razón de tanta insistencia.
Por eso,
uno escuchaba aquello y no le hacía mucho caso. Pero tiempo después uno se
acuerda de las cosas que él nos decía que debíamos conocer por una situación
que se presentó. Un día una señora fue a
la casa a que le inyectaran a la hija que tenía un quebranto. Mi papá buscó su
cajita de metal donde guardaba sus instrumentos, allí tenía una inyectadora de
vidrio, una sierrita para cortar el envase del agua destilada y hacer la
combinación con el polvo de la penicilina indicado en el tratamiento.
En una
bolsa más grande tenía algodón y alcohol. Él se preparaba muy bien para cumplir
con su oficio. Buscaba una olla para
hervir el agua y desinfectar la inyectadora. Luego se lavaba sus manos y preparaba la medicina. Esto
él lo hacía muy a menudo. Siempre lo buscaban. Pero ese día era diferente a los demás. En el
mismo se produce la muerte de un amigo de papá. Su mujer le fue a llevar el
desayuno al conuco y lo consiguió muerto. Se dijo que murió de repente. Pero
entre los lugareños se corrió la noticia de que le había dado un infarto. El
saludo de mi papá y el señor que murió era de “Miasmanos”, es decir se
trataban como hermanos.
Una vez que
termina de inyectar a la niña, él se va
a llevar el burro al potrero donde dormía. Mi mamá sale a buscar agua a la
laguna que estaba cerca de la casa. Cuando
regresa mi mamá con el agua mis hermanos le comentan que su hermana pequeña
dice que se comió algo y que lo tenía en la garganta. La madre se preocupa con la novedad de la hija que decía haberse comido algo que le hacía sentir
muy mal. La niña presentaba un leve y continuo llanto. Sus ojos se llenaban de
lágrimas, los hermanos mayores y la mamá le daban agua, pan, y aquello no se le
bajaba.
De
inmediato se manda a buscar al abuelo que vivía cerca de la casa. Éste mira a
la niña y procede a ensalmarla. Le reza las oraciones que corresponden, pero no
consigue alivio en la niña. Entre tanto el padre, la madre y los hermanos están
preocupados. Buscan a ver si era que se había tragado la tapa del frasco de la
medicina, pero nada.
Pasaron las
horas y había que ir a dormir. La niña
agotada se había quedado dormida. Estaba cansada del llanto. Su mamá la cobijó
para ver si con el dormir lograba alguna mejoría. Porque si seguía mala, a la
mañana siguiente debían tomar rumbo hacia la ciudad, que quedaba muy lejos, en
busca de la medicina para curarla.
Estando mi
padre adormitado en el amanecer, cuenta que siente que algo lo roza por debajo
de su chinchorro y se le presenta de frente y le dice con voz de otra
dimensión: “Miasmanos”. Él se despierta y le dice de manera interrogativa:
¿Miasmanos? ¿Ah eres tú quién me está asustando a mi muchacha? Pues te vas de
mi casa y si tenías algo pendiente búscalo en otra parte, a mi hija me la dejas
tranquila. ¡Te me vas de aquí! Te
acompañé al momento de tu muerte y entierro y fuiste como mi hermano y vienes a
hacerme esto… ¡Me haces el favor, te vas
de mi casa y más nunca vuelvas!
La mamá que
estaba muy cansada por el llanto de la niña y que no había podido dormirse, le
preguntó: ¿y con quién hablabas? Con el
muerto que es el que nos tenía asustada a la muchacha. Pero ya no nos va a
molestar más, duérmete que ya se ha ido. Y así fue. Por la mañana la niña ya no
lloraba, todo volvió a la normalidad.
Entonces
mamá le dijo a mi padre: de ahora en
adelante usted trate a las personas por su nombre, no se juegue con más nadie
para que eso que nos pasó no se repita. Y así lo hizo. Y siempre recordaba y contaba cómo una tarde ya
hacia la noche, el muerto miasmanos del caserío, que asustó a la familia y en
especial a su niña, recibió en su hora el ensalme que bien largo lo corrió.
26
de marzo del 2018
Serie Cuenterías inédito
Dany que historia de vida, que bueno que Don Anselmo regaño al mismanos para te dejara tranquila y no te fuera a llevar. No es para menos que tuvieras susto.
ResponderBorrarLos vivos despedimos a los muertos, los enterramos y los acompañamos en el inicio del tránsito con dolor y sentimiento. Es de buen cambio que ellos, los muertos, una vez despegados del mundo físico no vuelvan a él. Así, se evitarían sustos tan grandes como la tragantera de la chiquilla...
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