SOBRE LOS TEJIDOS DEL VIENTO
a belkys
Mi queridísima Belkys
En el tintero ha estado guardada esta carta no sé
desde hace cuánto. Te veo y sólo reparo en esa risa tuya que se derrama como un
abrigo de alegría sobre todos. Te pienso y veo esa mujer, que siempre parece
una niña, pero que es capaz de tener un temple de guerrero ante el dolor. Te
imagino y sé que en tus ríos vitales corren ausencias que jamás se han ido y golpes
fuertes imposibles de reconciliar con la lógica, sino con el desconcierto.
Pero te sigo mirando y me encuentro con aquella madre
de mil brazos y desbordada de quereres, enfrentada a todos los obstáculos, guareciendo
tu cría de todo peligro y asumiendo su crecimiento como un reconocimiento a un
hacer. Esos hijos que te dieron la fortaleza para que no se quebrara tu risa musical
y sonora que nos acompaña desde siempre.
Y te he visto ahora dando una batalla mayor, con toda
tu altura gigante, acurrucada en tu diminuta estatura, buscando jugarle una
mala pasada a la enfermedad y sacudírtela a punta de puro amor, para que la permanencia
entre los tuyos alcance edades crecientes.
Y ante alguien como tú, que despide cualquier
tristeza con su risa invulnerable ¿con qué palabras puedo acercarme si la fortaleza
eres tú, si la capacidad de aguante, de lucha, de vida está es en ti?
¿Qué decirte que tú no hayas ya puesto en práctica en
todo tu vivir? ¿Qué palabras pueden sustituir esa manera tuya de entregarte a
la vida, con alegría, pasión, dedicación sin límites?
¿De dónde inventar palabras que refieran quién eres?
Te observo desde mis memorias, y te encuentro soltando las hebras de una
alegría para inundarlo todo, sacando
viandas del cálido fogón de tu alma, y repartiendo hasta lo que no tienes
Tú eres la lección permanente, el ejemplo en el cual
nos miramos, la mayor demostración del amor de madre, de la fe en los poderes
creadores del alma y del cuerpo humano que se ve atacado y se defiende, y que
no borra esa sonrisa sembrada en el envés de tus ojos, para que el dolor no la
maltrate.
De dónde sacar palabras, si en tus silencios tú eres
la gran batalladora, ese ser que crece en todas las direcciones cuando se
siente acorralada en sus sentimientos.
Sé de tu capacidad ante la adversidad, ante la
braveza con la cual la enfermedad ha llegado, se ha ido y ha vuelto a regresar
una y otra vez. Y sé, tengo la absoluta
convicción de que de cualquier arremetida saldrás victoriosa.
Desde la lejanía te he acompañado en todo ese
proceso, con alguna debilidad de mi parte, te lo reconozco, de no estar a la
altura de tu temple, de tu fortaleza. Pero saber de Chandy, tenerlo cerca,
escucharle su voz, fue prometerle que
esa carta inconclusa esta vez dejaría mis recintos para alcanzar tus manos.
Y recurro a los afectos bordados en tantos años que
son los que me dan la seguridad de tus batallas jamás han sido en vano, y que todo
ataque será vencido por tu capacidad de control mental-espiritual y decisión de
dar toda pelea en defensa de la vida. Y sé que ante la mínima fragilidad en tus
espacios, seguirás, como siempre lo has hecho, bordando lirios de alegría sobre
tus seres queridos, aliñando los días con la gracia de tus manos, enfrentando todo
intruso para que acepte como una obligación el tener que marcharse, al percibir
las huellas de quien eres.
Ese ser volátil, capaz de estar en todas partes y
concluir cualquier faena, aunque sean cinco a la vez, y hacerlo con esa jovialidad
que llevo bordada en mis pasos, con la cual siempre te has defendido y a la que
yo acudo muchas veces para defenderme también.
Tengo una inmensa confianza en tus fuerzas, en tu
capacidad combatiente, en ese amor tuyo que a todos nos has entregado y seguirás
entregando por mucho tiempo.
Y quiero que sepas, con la precisión de los
bordadores de sueños sobre los tejidos del viento, que te queremos y
acompañamos, una vez más, en estas jornadas del duro andar. Y te dejamos, envueltos en pañuelitos de luz,
en el telar de nuestros latidos y en esas imaginerías de la vida que cada día
nos inventamos para sobrellevar estos duros y difíciles tiempo, una cosecha de
ilusiones, un solar de ondas energéticas, una enredadera de jazmines y la
fuerza de los árboles de otoño, que, en pleno deshojarse, vierten a su derredor
los más hermosos lienzos de su existir.
Así te veo, y sé que de estos días de calamidades, no
se apartará tú alegría. Y hasta el
espejo sonreirá, devolviéndote esa picardía que siempre llevas en los ojos, a
manera de abrazo abierto, que prodigas como panes dulces sobre la mesa de la consagración
de las lunas que alumbrarán, para disipar toda sombra que pretenda detener la
plenitud de tu risa de para siempre.
Muuucho, muuuchisisimo!!
Mery
Por la pandilla de los pinos
10 de diciembre 2018
texto y fotos
mery sananes
No hay comentarios.:
Publicar un comentario