jueves, enero 03, 2019

NUNCA SEREMOS SEPULTUREROS



NUNCA SEREMOS SEPULTUREROS
Carta para los hijos de Belkys


Alguna vez dije que la ausencia era un invento de las lágrimas. Y cuando se desbordan las lágrimas y las ausencias, uno advierte que está hecho de ambas, pero que cuando eso ocurre sobreviene la presencia con una fuerza tan inquebrantable que borra todo lo demás.

En ese difícil, complejo y enigmático oficio de vivir, nada está resuelto de antemano, no hay cordeles de donde asirse cuando el columpio  quiebra sus nudos con el viento. Pero a la vez estamos conformados por un material que caída tras caída, nos permite levantarnos sobre la sonrisa que queda más allá de toda despedida.

Y quedan los hijos, estremecidos de lágrimas y ausencias, hasta que de pronto descubren el envés de ambos, en su propia estructura interior. ¿Puede acaso despedirse quien es parte de nosotros mismos? ¿Puede llorarse a quien tanta alegría le sembró a cada uno de los días?


No hay, para mí, manera de pensar en ella sino a través de una sonrisa. Y como paradoja advertir que, en aquel organismo frágil, en aquella figura diminuta, habita la estatura de un rayo que no concluye, que se queda eternizado en las noches del tiempo.

Yo les hablo a ustedes, hijos de esa sonrisa, que hace mucho se hicieron míos, como si de pronto ella me estuviese dictando esta carta. Tanto temple tiene, tanto valor y fuerza que hasta el día de marcharse hacia esas otras órbitas que ahora habita, lo eligió en su instante y en su hora.



¿Cómo creer entonces que se ha ido? ¿Cómo creer en una ausencia que es algo que ella hace imposible? ¿Cómo destilar lágrimas si ella vivió para hacerlos sonreír? Aquí la tengo a mi lado, buscando a cada uno de ustedes, tomada de la mano de Alexis, entonando su risa musical para que les llegue, más allá de unos trámites de los cuales hace rato ya ella se escapó.

Ella sabe bien que ustedes tienen que cumplir con los protocolos inventados para encerrar las penas en días de duelo. Pero ¿cómo asimilar a su rostro de niña, a su picardía adolescente y a su risa de muchacha enamorada, con algún duelo? No hay manera.

Aquí junto a mí la escucho. Y la veo, erguida ahora desde su lecho convaleciente, con sus instrumentos floricultores a mano, dispuesta a seguir sembrándoles consejas y alegrías a ustedes. Y sólo podrá continuar sus labores de semilla y de riego, si en ustedes brotan cada uno de los sueños que ella le fue escribiendo, a través de todo un vivir, que sólo pasa a otra dimensión.

Y en ese nuevo territorio ustedes siempre la encontrarán con sólo girar sus pupilas, con sólo alargar la mano, con sólo llamarla sonrisa en ristre.




Nunca seremos sepultureros. Eso lo sabe vuestro padre mejor que nadie. Y lo vivido siempre ha sido para anteponer la alegría  a  la tristeza, el vergel cultivado, a la losa.

Sé bien que deben continuar las tareas de esos días. Háganlo llenos de silencios, no de lágrimas, no creyendo que se inicia una ausencia.  Cuando regresen a esa casa donde todo en ella resuena a la cajita de música que es su hablar y su reír, vuelvan a disfrutarla como siempre. Vuelvan a encontrarla en todas partes. Retiren todo aquello que los haga recordar sus padecimientos y dolores. Desháganse de lo ocurrido, porque lo que comenzará a ocurrir ahora en vuestras vidas va a ser lo esencial y lo más importante.

Ella quiere saber que sus mimos y afectos derramados, y todos los que ustedes volcaron sobre ella, constituyen el amor que ella y vuestro padre les inventó y que ustedes han multiplicado en todos los sentidos del vivir.

Y ella requiere, necesita, pide –como siempre lo hace- sin imponer, a veces hasta a espaldas de Alexis, para que no la regañara cuando los consentía en vez de reprenderlos, por cualquier enseñanza entonces no aprendida, que ustedes sepan que jamás será ausencia, jamás será diluvio de lágrimas, jamás se convertirá en memoria del dolor.

Anda con un farol en sus manos, dispuesta a batir cualquier sombra que se atraviese. Anda con un corazón que ya no fallará jamás. Con un rostro lleno de brisa y de rocío, buscando llenar de arcoíris las horas, y esperando que ustedes la acompañen en esta nueva etapa, cultivando sus abrazos y sus sonrisas, porque será la única manera que la de ella jamás se apague.






Yo los quiero con el alma. Ella lo sabe. Alexis lo sabe. Y ambos me han permitido el desafuero de hablar en su nombre. Un mañana cuya fecha desconozco, desearía que alguien escribiera para mí una carta semejante. Porque, como Belkis, yo nunca me iré, aunque algo de mí se haga humo. Nacimos para ser fogón de cocer pan. Alacena de abrazos. Jamás ausencia ni lágrima.

Acompáñenla juntos, muy juntos. Todos ustedes ahora son un bosque tupido, y la continuidad de su risa por y para siempre.

mery
03/01/019








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