Esta nueva carta de Ramón a su madre es otra verdadera joya. La relación que establece entre su madre y la soledad es una hermosa y extrardinaria manera de exponer esa compleja, profunda, intensa y conmovedora relación de los hijos con las madres. Entre ambas conforman el hilo que nos hace posibles, que nos produce y reproduce, y si lo asimilamos como las coordenadas esenciales que nos sostienen y conforman, como parte de un todo, y a la vez como únicos, tal vez podamos acercarnos al mundo que anhelamos y que hoy aparece cada vez más destruido, disgregado y devastado. Como toda carta a la madre es una carta de amor que quiere sembrarse en los hijos, los nietos, los bisnietos, en la especie a la que pertenecemos con el sueño de poder convertirnos alguna vez en verdadera familia planetaria.
Maracay, 10 de mayo
de 2015.
Señora:
María Remigia Yegres
de Santaella.
Conjunto residencial
encantado del espacio infinito.
Presente:
Recordada madre, hace días te
escribimos motivados por tu cumpleaños nº7 en aquellos recintos celestiales;
sin embargo, no queremos dejar pasar esta nueva fecha de celebración del día de
la madre, sin enviarte la correspondencia respectiva. Como bien sabes es día de
fiesta universal, particularizado en este, tu planeta, de azules, verdes y
arcoíris.
Los mismos
años de vida cumplidos en aquel espacio-tiempo, donde todo pareciera resultar
impalpable, son los de tu ausencia pero, como si nada; si bien, la distancia conlleva
el vacío propio del olvido, este no ha sido obstáculo suficiente para que
celebremos un día tan especial como este.
En
consecuencia, hemos decidido escribirte por segunda vez en menos de 17 días y
estamos seguros será de tu agrado.
En
momentos como este, al ocuparnos en pensarte y escribirte, no podemos dejar de
asociarte a Soledad, nuestra inseparable “amiga” de todos los tiempos.
Debes
entender que más allá de una simple comparación o semblanza entre las dos, es
la búsqueda intencionada de la descoherencia entre el concepto de unidad
madre-hijo y la supuesta como trascendida
unidad Soledad-hijo.
Está muy
lejos de nuestro objetivo enfrentar una a la otra como si se tratara de un
concurso de expresiones cualitativas en busca de una ganadora, aunque si eso
hiciéramos, tú serías nuestra ganadora absoluta.
En tal
sentido, nuestro propósito es lograr tu comprensión hacia la significación de
tu presencia en nuestras vidas.
¡Eso sí!,
no se te ocurra preguntar, desde cuándo mantenemos relación con Soledad porque
no sabríamos darte detalles, solo recuerdo haberla conocido en ciertos
momentos, desde la infancia; ella aparecía casi de la nada, para estar a
nuestro lado, nos decía cosas agradables al oído, trataba de tranquilizarnos
cuando sentíamos miedo y hasta llegó a ofrecernos cosas increíbles y mejores situaciones
a futuro, ¡tantas!, que por momentos llegamos a confundir sus promesas, con los
sueños conscientes de nuestro entonces, incipiente proyecto de vida.
Es posible
que sus promesas hubiesen tenido por objetivo lograr nuestra tranquilidad; no
obstante, siempre existiría en nosotros la duda de haber pretendido engañarnos.
No obstante, mientras ella se
manifestaba oportuna, dulce, serena y “prometedora”; tú regañabas y exponías
razones concretas y directas que a veces nos golpeaban.
Como ves,
ambas constituyeron razón suficiente para comprender lo importante de sus
presencias en nuestra vida. Indudablemente, hay motivos interesantes para la comparación pero, no hay otra intencionalidad más allá de darte a
saber cómo cada una de Ustedes logró formar parte en nosotros.
Esperamos
sea de tu agrado cuanto escribimos a comienzos de los años 70 de tu siglo:
Mi madre y Soledad
Compañeras
inseparables en nuestro pensamiento y acción
Amigas oportunas en
momentos de alegrías y tristezas
Coexistentes como
imprescindibles en nuestra existencia
Mi madre, la persona
sin olvido venerada con amor
Soledad, más allá de
cuanto pueda importarme la recuerdo
Mi madre cumplía años
con la edad de los tiempos y envejecía como cualquier mortal sobre la tierra
Soledad
sospechosamente, carece de edades y
cuando creemos llegado su fin, renace joven hermosa y tentadora. Capaz de
inventar sueños irrealizables para atraernos.
Mi madre siempre hubo
sido consejera y nunca pasó por su mente cobrar desvelos y asistencias.
Soledad, egoísta
caprichosa celosa del tiempo y de los sueños bonitos, capaz de despertarnos en
las noches para reclamar cosas más allá del olvido.
Mientras las horas
alcanzan los dominios de la aurora
Soledad observa y
sonríe burlona mientras cuenta los insomnios.
Mi madre envejecida
dejó principios y valores practicados cual huellas profundas
Y…, Cómo olvidar su
ausencia sus palabras sus obras.
Negar su presencia es
negar la brisa cuando acaricia rostros
dormidos
Imposible huir hacia el mar de los silencios
sin oírla.
Saber que está aquí
donde los deseos se encuentran y realizar nuestras con-versas en secreto
¿Acaso será posible
invertir las distancias cubiertas por el tiempo de las edades y romper con las
leyes de su continuo extravío?
¿Cómo susurrarle al
viento memorias pasadas sin concienciar que nuestro encuentro puede ser solo
deseo de viajero?
¿Cómo invadir
aquellos espacios etéreos por asistir a sus nuevos cumpleaños?
Oírla cantar de nuevo
como en nuestra infancia, sin aquella tristeza permanente por la muerte del hermano
o el hijo.
Caminaríamos a su
lado en busca de un horizonte del que siempre hablara.
Inventaríamos sueños
para vivirlos con ella.
Sería de nuevo la
espartana imponiendo la disciplina adecuada.
Sería sol de mediodía
en invierno
Lluvia suave en
primavera
Brisa fresca de
verano
Hoja multicolor en los
otoños.
¡Ah!, pero, imagino las cosas que
dirás cuando leas, tal como hacías al interrumpir la lectura de las cartas que
te ofrecíamos.
Nos parece
oírte decir:
“¡Hay que
ver lo embustero que eres, cualquiera que te oiga cae en la trampa, si me
quisieras mucho como dices, me
visitarías más a menudo, pero está bien, continúa, no te interrumpo más!”
Otras
veces comentabas: “¡Eso tan cortito fue lo que escribiste!, ¿Qué pasó? Por lo
visto no tuviste tiempo suficiente para escribir algo más largo y bonito a tu
madre!”
En otra
oportunidad, llegaste a expresar: “¡Espero que no solo hayas traído la carta y
las flores porque que yo sepa eso no se come!”
Es posible
que cuanta persona lea esto, crea que exageramos, le parezca grotesco o fuera de lugar pero,
nuestra “espartana” era así, francota y diáfana como gota de rocío.
Permite que
lo expresemos públicamente porque lejos de enfadarnos tus comentarios, nos
llenaban de alegría porque estabas viva y nosotros celebrábamos con gozo cada
frase tuya, cada palabra; jamás nos dimos por ofendidos, éramos parte de ti, al
punto que cuando íbamos a visitarte, nuestras hermanas casi a coro te decían: “¡Mamá,
mira quien llegó, tu hijo querido!, ahora, estarás contenta, ya no te dolerá
nada, todo será pascua y felicidad ¡Qué maravilla!”
Pero, debemos
reconocer que nos veíamos poco, más allá de las llamadas telefónicas y algunas
visitas periódicas; en consecuencia, nuestro encuentro físico se convertía en
celebración, mientras mis hermanas permanentemente iban a tu encuentro o te
atendían cotidianamente, por consiguiente, entre tú y ellas, las celebraciones eran diferentes.
¡No podrás
imaginar cómo te recordamos!
Uno de tus hijos
RSY.
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