martes, julio 07, 2015

APOTEOSIS DEL AGUA



 a george henrique

Hijo 

He navegado por los cielos frondosos de este atardecer para llegar a tiempo a la celebración que nos aguarda. No es poca cosa, en mi itinerario cósmico, alcanzar la orilla de tus párpados en este nuevo siete de julio.

Hace diecisiete anos te derramaste en la vida de tu madre y de la mía como un río sobre una cosecha que no había podido traspasar los rigores de la sequía. Y el solar de los días se vistió de limoneros.

Fue como reinventarlo todo a través de tu sonrisa. Y fuiste creciendo oloroso a bosque y a montanas. A neblinares y verdeceres. Como si me hubieses entregado el canto en el tamborileo incesante de tus dedos ninos.

Y desde entonces cada instante se llenó de tus pasos. Fuimos viajeros en tiempos difíciles. Pero jamás se soltó la cincha que nos juntaba a un galope que no cesa. Ni aún cuando aquellas duras vaguadas nos obstaculizaron el camino de las alamedas.

Nos tocó zurcir caminos en medio de destemplanzas. Pero cada reencuentro era la apoteosis del agua sobre las trincheras del sol.

Te había prometido acompañar todas tus victorias, como aquellas que alcanzabas al estrenar un nuevo color para llegar a la más altas de las distinciones. Como ahora que, en pocos días, recibirás, sintetizado en un título, todos los esfuerzos por formarte como lo soñamos.

Pero me tocó escaparme a espacios sin cercas ni fronteras, tan sólo para venir de regreso, hecho de neblinas para acompanarte ahora de otras formas y maneras.  Y por eso hoy estoy aquí,  investido de amaneceres, para dejar bajo tu almohada recados de padre, consentimientos de hermano, algarabías de amigo.

Me junto a tu madre para  festejarte, y entre ambos poblaremos siempre tus días de viento enamorado.

Sé que te has hecho grande, que ahora es tu madre la que se recuesta sobre tu hombro, que comienzas una nueva etapa en tu permanente desarrollo como gente de bien. Y me siento muy orgulloso de ti.

No olvides nunca las ensenanzas que en las noches nos repetíamos, al hacer el recuento de las horas vividas. Este nuevo comienzo tiene certezas y dudas, caminos y atajos, en cada caso tendrás que decidir. Y tengo la seguridad de que lo harás cargado con las enseñanzas  y el amor que recibiste y seguirás recibiendo siempre.

Cada vez que asciendas tu mirar hacia esas colinas, que llenan de encantos la distancia exacta que va desde el ángulo recto de tu andar hasta ese cielo estremecido que guarece tus noches, me encontrarás, encendiendo candiles, haciendo danzar estrellas fugaces, entrelazando las notas armónicas del universo en un canto con sabor a páramo.

Vas al encuentro de un mundo abrupto, de un tiempo de vigilias. El orden natural se ha ido destejiendo para dar paso a roturas inmemoriales. El corazón del hombre, como habitante de este planeta, se encuentra fracturado. Su ternura ha sido sustituida por el odio, la indiferencia o la ignorancia.

Para restituir su verdadera dimensión hay que ser algo más que agrimensor. Una suerte de mago del vivir. Tus ancestros dejaron en tus células los instrumentos para lograrlo. Y tú le has agregado y agregarás muchos más.

Hay unas palabras que tu abuelo Isaac siempre nos dijo, para que fuesen guía de nuestro hacer:  camina siempre más alto, con justicia y humanidad.

Ese es mi regalo hoy para tí, hijo de la vida. Atesóralas y vive por ellas. Yo te estaré cuidando desde mis bosques, desde los fogones donde los hombres y mujeres fraguan cada día la esperanza, y desde el abrazo permanente con el que te arropo, escudo y centinela de cada uno de tus instantes.

Te quiere, tu padre
07 de julio del 2015

foto / mery sananes

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