a george henrique
Hijo
He navegado por los cielos frondosos de este atardecer
para llegar a tiempo a la celebración que nos aguarda. No es poca cosa, en mi
itinerario cósmico, alcanzar la orilla de tus párpados en este nuevo siete de
julio.
Hace diecisiete anos te derramaste en la vida de tu
madre y de la mía como un río sobre una cosecha que no había podido traspasar
los rigores de la sequía. Y el solar de los días se vistió de limoneros.
Fue como reinventarlo todo a través de tu sonrisa. Y
fuiste creciendo oloroso a bosque y a montanas. A neblinares y verdeceres. Como
si me hubieses entregado el canto en el tamborileo incesante de tus dedos
ninos.
Y desde entonces cada instante se llenó de tus pasos.
Fuimos viajeros en tiempos difíciles. Pero jamás se soltó la cincha que nos
juntaba a un galope que no cesa. Ni aún cuando aquellas duras vaguadas nos
obstaculizaron el camino de las alamedas.
Nos tocó zurcir caminos en medio de destemplanzas.
Pero cada reencuentro era la apoteosis del agua sobre las trincheras del sol.
Te había prometido acompañar todas tus victorias, como
aquellas que alcanzabas al estrenar un nuevo color para llegar a la más altas
de las distinciones. Como ahora que, en pocos días, recibirás, sintetizado en
un título, todos los esfuerzos por formarte como lo soñamos.
Pero me tocó escaparme a espacios sin cercas ni fronteras,
tan sólo para venir de regreso, hecho de neblinas para acompanarte ahora de
otras formas y maneras. Y por eso hoy
estoy aquí, investido de amaneceres,
para dejar bajo tu almohada recados de padre, consentimientos de hermano,
algarabías de amigo.
Me junto a tu madre para festejarte, y entre ambos poblaremos siempre
tus días de viento enamorado.
Sé que te has hecho grande, que ahora es tu madre la
que se recuesta sobre tu hombro, que comienzas una nueva etapa en tu permanente
desarrollo como gente de bien. Y me siento muy orgulloso de ti.
No olvides nunca las ensenanzas que en las noches nos
repetíamos, al hacer el recuento de las horas vividas. Este nuevo comienzo
tiene certezas y dudas, caminos y atajos, en cada caso tendrás que decidir. Y
tengo la seguridad de que lo harás cargado con las enseñanzas y el amor que recibiste y seguirás recibiendo
siempre.
Cada vez que asciendas tu mirar hacia esas colinas,
que llenan de encantos la distancia exacta que va desde el ángulo recto de tu andar
hasta ese cielo estremecido que guarece tus noches, me encontrarás, encendiendo
candiles, haciendo danzar estrellas fugaces, entrelazando las notas armónicas
del universo en un canto con sabor a páramo.
Vas al encuentro de un mundo abrupto, de un tiempo de
vigilias. El orden natural se ha ido destejiendo para dar paso a roturas
inmemoriales. El corazón del hombre, como habitante de este planeta, se
encuentra fracturado. Su ternura ha sido sustituida por el odio, la
indiferencia o la ignorancia.
Para restituir su verdadera dimensión hay que ser algo
más que agrimensor. Una suerte de mago del vivir. Tus ancestros dejaron en tus
células los instrumentos para lograrlo. Y tú le has agregado y agregarás muchos
más.
Hay unas palabras que tu abuelo Isaac siempre nos
dijo, para que fuesen guía de nuestro hacer: camina siempre más alto, con justicia y
humanidad.
Ese es mi regalo hoy para tí, hijo de la vida. Atesóralas
y vive por ellas. Yo te estaré cuidando desde mis bosques, desde los fogones
donde los hombres y mujeres fraguan cada día la esperanza, y desde el abrazo
permanente con el que te arropo, escudo y centinela de cada uno de tus
instantes.
Te quiere, tu padre
07 de julio del 2015
foto / mery sananes
foto / mery sananes
No hay comentarios.:
Publicar un comentario