Pablo Picasso
Una vez más Ramón Santaella nos remite una carta a su madre, para el día de su cumpleaños. Lo hace cada octubre, como un ritual de amor que le sirve a la vez para destacar ese oficio de madre, tan relegado hoy en día y tan en desuso.
Es ese oficio insustituible de formar, enseñar valores y deberes humanos, por encima de cualquier halago o complacencia. Disciplina, convicción, postulados, que permanecen y se traspasan a los hijos y nietos, como una gran escuela de sabiduría y amor.
Y eso hace Ramón en esta nueva carta, cuyo contenido contrasta con este mundo actual, en el cual los padres han dejado de cumplir su misión y la sociedad -y en ella los hijos- han impuesto sus propias reglas, desafiando los códigos mayores del vivir.
Tenemos la convicción de que estos tiempos sombríos y oscuros podrán esclarecerse en la medida que el núcleo familiar, hoy materialmente inexistente, restituya su condición de ser la escuela primera y esencial para formar hombres capaces, como dice Pío Tamayo, de poner su valor y su valer al servicio de la redención de esta destrozada humanidad.
Maracay, 01 de
Octubre de 2015.
Señora:
María
Remigia Yegres de Santaella
Rincón
preferido del empíreo
Presente:
Querida y recordada madre, un nuevo 1º
de Octubre, conmemoramos el día de tu cumpleaños entre los mortales; por
supuesto, la posibilidad indica que hoy habrías arribado a tu cumpleaños 105 pero,
como decías en tus momentos finales, “98 años fueron suficiente” y esos viviste.
De igual manera
expresaste: los he molestado tanto con mi enfermedad que cuando me vaya del
lado de ustedes, no sabrán más de mi y, en los 7 años de ausencia corpórea, no
hemos sabido de ti y pocos serán tus hijos que hayan podido soñarte.
Por lo visto,
hasta ese día de tu despedida, tu palabra fue acerada como inflexible, incluso,
hacia ti misma, razón para continuar expresando a los miembros de la familia que
tus enseñanzas como las de nuestro padre fueron constantes hasta el último
suspiro y esa pequeña como inmensa herencia de comportamiento humano, la hemos
recibido como siempre, con inmenso orgullo.
Incluso, como
suponemos sea de tu conocimiento, el Papa Francisco (PF) estuvo de visita por
este continente y entre otras cosas, cuando se dirigía a católicos y no
católicos, nos recordaba tu presencia cuando él utilizaba las mismas frases
empleadas por ti en la medida en que nos dictabas normas de conducta; la
diferencia con el PF es que él las emplea para persuadir o convencer y tú las
imponías como principios y deberes.
Recordaba entonces,
tiempos de adolescente, cuando alguna vecina nos encargaba acompañáramos a su
hija al cine y, al participarte de tan bella encomienda, nos sentabas y
discursabas en relación a “no hacer a los demás, lo que no te gustaría te hagan
a ti”, pero tú eras precisa en el planteamiento del objetivo perseguido:
“recuerda, tienes 6 hermanas y no te gustaría les hicieran cosas que podrían
ser desagradables para ellas, debes respetar y cuidar que la chica no vaya a
ser irrespetada”.
¡Pero, mamá!
“Ya hablé, que
no sepa que has abusado de la confianza que te han dado porque moriría de
vergüenza, saber que un hijo mío ha sido capaz de desobedecerme, por faltarle
el respeto a la hija de un miembro de la comunidad, no lo toleraría y tendrías
que aceptar las consecuencias…” (Y por ahí continuaba)
Recordaba
también que nos vestíamos y aún saliendo de la casa a cumplir aquella hermosa
misión, no terminabas tu discurso preventivo y con este, las recomendaciones de
rigor.
Como
comprenderás, el Papa hablaba intentando reclamar reconciliación y paz en las
relaciones entre los gobiernos y los grupos políticos contrarios, con tono
agradable, pícaro, dulce y sencillo; el mismo estilo utilizado en la ONU para
plantear otras calamidades existentes en el mundo, logrando el efecto de una
especie de tolerancia, comprensión y amor colectivo en cada uno de los
escenarios donde le tocara hablar.
¡Vieja!, todo
lo contrario de tus discursos, donde más que mensajes de amor, eran amenazas
contra cualquier posible manifestación de incumplimiento a la moral y las buenas
costumbres enseñadas en casa pero, más allá de ese recuerdo, por instantes, lográbamos
verte reflejada en partes de aquellos discursos papales y sonreíamos
satisfechos y plenos de orgullo porque
estabas presente en cada una de
aquellas frases cargadas de principios, mandamientos o deberes.
Disculpa que
en vez de saludarte, desearte felicidades y evocar otras cosas de aquellos
tiempos de vida terrenal, estemos planteándote situaciones que tú mejor que
nadie has presenciado porque los espacios indeterminados donde habitas, siempre
han estado superpuestos al terrenal.
Te agradezco
encarecidamente, hables con Dady para que nos disculpe, este pasado 5 de julio,
día de su cumpleaños nº 16 en aquellos dominios celestiales, no pudimos
escribirle como siempre lo habíamos hecho, a consecuencia de desperfectos en el
sistema de comunicación “ABA”, por más de un mes y haberse dañado nuestra
computadora.
Dañada la
comunicación con Internet, no hubo posibilidades de comunicación con ese mundo
paralelo indeterminado o impalpable como anuncian los físicos cuánticos pero,
dile que no se disguste, que la seguimos recordando como el primer día de su
partida.
Saludos a
papá, dile que sus enseñanzas son recordatorio permanente y fuente de enseñanza
y aprendizaje familiar.
A Yolanda,
saludos y un fuerte abrazo, dile que la recordamos más como cuenta cuentos en
nuestra infancia que como adulto porque entonces, llenaba nuestros corazones de
alegría y contribuía con ello, a calmar nuestras ansiedades.
A Omar, ¿qué
te puedo decir?; no vayas a comentar nada pero, a veces, pudiera afirmar que
anda conmigo y no me queda más que “calmarlo”, entablando diálogo íntimo con él,
hasta que percibo su retiro. De todas maneras, un fuerte abrazo para él y las
gracias por haberme dado cierta información que te había pedido a ti y él tuvo
la osadía o el atrevimiento de dármela.
Finalmente,
saludo para todos los familiares y amigos que pueblan esos dominios, junto a
Ustedes, siempre los recordamos con agrado, cariño y gratitud.
Uno de tus
hijos.
RSY
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