lunes, diciembre 07, 2015

EL CRESCENDO DE UN ALLEGRO





Lolita

Tengo tu voz adherida al nicho acústico de mis tristezas. Esa voz que es como un hilo prendido de la sonrisa de tu madre y más allá de la serena quietud de una abuela lejana.

Un estambre que se fue haciendo tejido hasta alcanzarnos a todos, hasta sumergirse en el rostro de Sarita y en el de Dinah y Daniel, como una historia sin término que se construye y reconstruye mágicamente.

Y no la puedo dejar ir sin coserla de nuevo al engranaje de un vivir capaz de escaparse de improviso en medio de la noche hacia una claridad que aún ni siquiera conocemos.

Y yo que estoy hecha de duelos, me niego a escribirte una despedida o delinear un adiós. Prefiero celebrarte en esa tu travesía por acordes sin armonía que fuiste recogiendo en los desahucios, para convertirlos en materia del hombre y su alegría.



Decido festejarte en lo que has sido y lo que eres, en ese tu andar por rutas desconocidas, colocando en las puertas más lejanas recetarios para una canción.

Declino toda posibilidad de imaginarte sin respiración, porque con tu quieta brisa, te hiciste vendaval en todos los continentes, enarbolando un tratado de derecho que no aparece en los antiguos ni nuevos códices, sino en el corazón del hombre que ama la justicia y la libertad.

Y con esa leve empuñadura y tu cadencia de fuga, hiciste oficio el distinguir entre el decir y la acción, el estatuir y el hacer, para dejar la huella de una escritura musical que hacía aposento en el vivir y no en el morir.

Cuando uno se asomaba a tus ventanales, tú esparcías una cascada de sonrisas y la miel de tus ensoñaciones. Por más lejanas que estuvimos nada tuyo me fue ajeno, porque pertenecemos a una estirpe en cuyo escudo libertario se leía aquello de “siempre más alto con justicia y humanidad”. Y la imagen de una escalinata rompiendo en dos el espacio para erguir de un lado la balanza de la justicia y del otro un corazón estremecido. Mandato sin el cual ninguna codificación libera al hombre de las cercas que lo hacen vulnerable y vulnerado.



Fuiste y serás siempre entrega y candor, rubor y pasión, y esa indómita fuerza de no dejarse vencer por obstáculos ni maleficios. Y por eso tengo la certeza de que los proyectos pendientes, la memoria sin registro, que juntas iríamos a buscar hurgando el calor de la arcilla y ese matiz resplandeciente de la bruma, lo concluiremos como pautado.

Sé ahora que te marchaste a buscar los datos olvidados, las historias de un abuelo que se ganó una espada en una batalla que nunca logramos reproducir y la templanza aventurera de una abuela que se hizo a la mar en busca de una tierra distinta para parir a sus hijos.

Que fuiste a reconstruir la alegría rota de Mercedes,  a recoger los luceros que un amor lejano le sembró a Rosa en sus mejillas, las cuenterías de Moisés y aquella pena que Isaac sin querer le sembró en el alma a Consuelito.



Que, sin advertirlo ni decirlo, decidiste regresar a las dúlcimas caricias de tu madre, para que te apaciguara los dolores, te mejorara con sus brebajes y te bendijera como siempre.

Y entre tú y Sarita se produjo esa complicidad que la llevó desde sus álgidos inviernos hasta el sol maracaibero, para llenar estos tiempos de un amor que jamás dejó de desbordarse. Y la ataste a tus archipiélagos para que supiera que jamás te marcharías.



Sé también que en el corazón de José Antonio, tu compañero permanente, nunca dejará de estar presente la rosa de tus temblores.

Y por todo eso, Lolita, sé que ya vienes de regreso por la luz que ilumina sin cesar el Catatumbo, por los rieles por los que algún día advendrá una plena libertad, y por los acordes de un adagio empeñado en salirse de su melancolía para alcanzar el crescendo de un allegro.

mery
07 de diciembre del 2015

  
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AÚN QUEDAN HISTORIAS POR CONTAR





Lolita Aniyar de Castro fue  política, abogada penalista y criminóloga venezolana posgraduada en París y Roma.

Se desempeñó como docente del Instituto de Criminología de la Universidad del Zulia en la cátedra de criminología y durante más de 15 años fue directora de esa misma institución, que hoy lleva su nombre. Actualmente es profesora de posgrado en la Universidad del Zulia, en la Universidad de los Andes, así como en otras universidades de Argentina, Costa Rica y Brasil, entre otros países.

Fue nombrada gobernadora del Estado Zulia en febrero de 1994 tras la renuncia de su predecesor Oswaldo Álvarez Paz con lo que se convirtió en la primera mujer venezolana en ser electa para ese cargo. Antes ya se había convertido en la primera mujer en ser electa diputada para la antigua Asamblea Legislativa del Estado Zulia y la primera electa senadora al antiguo Congreso Nacional de Venezuela por esa misma entidad.

Fue Delegada de Venezuela ante la UNESCO y Cónsul de Venezuela en Nueva Orleans, Estados Unidos. Conforma (única Latinoamericana) el Comité de Estocolmo que otorga el Premio Internacional de Criminología (equivalente al Nóbel en Criminología).

Escribió numerosos libros sobre el área penal y sobre la justicia en Venezuela.

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