No
es verdad que la vida pueda renegar de sí misma. Nada viviente procede de la
nada, ni de la nada se enamora. Pero tampoco nada guarda forma ni medida bajo
el incesante aflujo del Ser. La tragedia no finca en la metamorfosis misma. El
verdadero drama del siglo está en la distancia que dejamos crecer entre el
hombre temporal y el hombre intemporal. El hombre iluminado sobre una vertiente
¿irá acaso a oscurecerse en la otra? Y su maduración forzada, en una comunidad
sin comunión, ¿no sería quizá una falsa madurez?
Al
poeta indiviso tócale atestiguar entre nosotros la doble vocación del hombre. Y
esto es alzar ante el espíritu un espejo más sensible a sus posibilidades
espirituales. Es evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del
hombre original. Es asociar, en fin, más ampliamente el alma colectiva con la
circulación de la energía espiritual en el mundo... Frente a la energía
nuclear, la lámpara de arcilla del poeta ¿bastará para este fin? –Sí, si de la
arcilla se acuerda el hombre.
Y ya
es bastante, para el poeta, ser la mala conciencia de su tiempo.*
Cortesia de Luis Alejandro Contreras
* Saint John Perse, “Discurso de
recepción del Premio Nobel (poesía), 10 de diciembre de 1960”, Crónica.
Buenos Aires, Fabril Editora, 1961, pp. 20-21
Texto completo del discurso
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