lunes, julio 10, 2017

DE LOS SUEÑOS QUE SUEÑO PARA TI




DE LOS SUEÑOS QUE SUEÑO PARA TI
Carta de Alberto a su hijo
George Henrique en otro de sus julios


Hijo

Otro siete del siete se cumple en este año 17. Y una vez más nos reunimos para cumplir los rituales de amor que aprendimos a ejercer juntos desde que naciste.

No ha sido fácil el recorrido. Ni para tu madre, a quien no pude acompañar el tiempo que debía, ni para ti que tuviste que crecer antes de tiempo y alcanzar una seriedad que no correspondía a tus años.

La vida me despidió físicamente de tu lado y el de tu madre. Y cuando eso ocurrió no habían aún comenzado a madurar los granos en el campo, y la leche para llenar las taparitas todavía no había brotado de las ubres. Ya se anunciaban los tiempos que habrían de venir. Y la angustia y la congoja eran las coordenadas que rodeaban nuestro vivir.

Y sin embargo, era nuestra la alegría de descifrar el mapa de los números y aprendernos los nombres de las nubes que nos conducían montaña arriba hacia el territorio de los inviernos. Pude verte crecer a mi estatura y grabarme esa sonrisa que me prodigabas cada vez que me dabas un abrazo, como queriendo que nunca partiera de ese lugar.

Pero ni tú, ni yo, ni tu madre estábamos preparados para dejar vacante el puesto de los sueños que jugábamos a construir con tu tía mery. Con ella viajábamos al emporio del asombro y las imaginerías, como una manera de doblegar las fuerzas  que coaccionaban la brisa, los aromas y el sabor del trigo y el maíz.

Y yo me fui cuando ella no estaba, intentando a su vez reconstruir un mundo roto. Y tu madre,  campeona en el arte de las batallas perdidas, hizo de sus lágrimas  un río que diera de beber a sus hortalizas, un puente para cruzar las aguas los días de inundaciones y un pozo de agua dulce que nutriera tus memorias con el sabor de las golosinas, los confetis y la algarabía que poblaron tu nacimiento.

Y durante todos estos años tu madre ha sido tu viga, tu muro protector y tu cajita de música. Te fue fortaleciendo las alas para que pudieras salir a volar por tu cuenta. Sabía bien que yo te había dejado mi corazón plegado al tuyo. Y que tu tía te cubriría siempre con esas alas que ella se inventa que sirven para echar a volar todos los rituales de amor que ella vive derramando como secretos talismanes.

Hoy estas cumpliendo 19 años, hijo. Y me parece que el tiempo no se detuvo a contemplar la  montaña donde me guarezco en las noches. Que pasó raudo entre las colinas. Y en todo ese transcurrir superaste las pruebas. Concluiste tu etapa primera de aprendizaje y te dirigiste a conquistar nuevos espacios armado sólo con el equipaje de amor que dejé cosido a tus aperos. Y sé que los has hecho muy bien.

No te han detenido tropiezos, dificultades ni la angustia de este tiempo que se ha vertido sobre nosotros sin misericordia para dejarnos ver la parte más inclemente del hombre y a la vez al hombre más vulnerado.

Hemos tratado de protegerte, no alejándote de la realidad, sino con esos escudos protectores que los padres tenemos para los hijos donde quiera que estén.

La tierra tranquila que conocimos perdió su verdor. Los ríos dejaron de ser cristalinos. Los vientos quebraron las ramas de los árboles. Los rostros de los hombres se volvieron turbios. Y perdimos la posibilidad de confiar en el que siempre tuvimos al lado.

Veo desde mis montañas de este hermoso pueblo de Boconó, que conocí teñido de verdes, aromado de hortalizas, pletórico de esos rostros anónimos que conocen la magia de la niebla, el camino de las constelaciones y que leen en las estaciones de la luna el tiempo exacto del nacimiento de sus cosechas, todo lo que ocurre y me entristezco profundamente. 

Soñaba para ti un porvenir más amable. Y para tu madre menos dificultades que las que ha tenido que confrontar. Pero sé que ambos tienen material del bueno para enfrentarlas. Y en eso confío.

Pero como nunca te toca acerar tus convicciones, los principios de vida que han guiado nuestros pasos. Los valores esenciales para hacer del vivir un ejercicio profundamente humano, en medio de un tiempo que ha cambiado sus coordenadas espirituales por geografías de guerra, estafetas de odio y circunvalaciones de terror.

Hay que erguirse contra toda destrucción y jamás olvidar el más primitivo de nuestros oficios: el de sembrador de semillas, ideas y acciones guiadas por la justicia, la libertad y el amor.

Llegas a una edad adulta enfrentado a serias vicisitudes. Superarlas te hará crecer en fortaleza, en claridad y en esa sabiduría que no se adquiere con títulos académicos sino en la escuela diaria de una sobrevivencia que no atropelle al otro que subsiste junto a nosotros.

Tendrás que exigirte más a ti mismo, tensar tus cuerdas al máximo, comprender a cabalidad, como dice tu tía, que la vida es una difícil travesía, pero que ella, si entrenamos el ojo para mirar y no sólo ver, nos entregará instantes de plenitud, más valiosos que todo contratiempo.

Yo seguiré, en los términos el viento, acompañando tu andar. Procurando que los huertos den sus frutos y que tengan tiempo de madurar. Soplando siempre en dirección al porvenir, desde un presente que hay que construir, cincelar y armar, casi como si se tratara de un gigantesco rompecabezas cuyas piezas completas sabemos que no tenemos.

Sólo quiero concluir, hijo, con tres cosas. Estoy profundamente orgulloso de ti. Cuídate y cuida a tu madre. Y no olvides jamás que desde mis predios de neblina, mis cauces de agua, los territorios de los sueños que cada día sueño para ti, voy a tu lado, sin espejo de sombra, y con la iluminacion de un diminuto farolito que me nombra, para entregarte una presencia que queda conjugada a tus latidos, cada día, para siempre.

Tu padre
07 julio 2017










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