A Eduardo
amigo del alma
Tanto se ha extendido el dolor sobre
un tiempo sin porvenir sobre los días
que extraviaron aquellas alas que un
día fueron tremor de colibrí
sobre la densidad de un aire que le
roba cada día los crepúsculos a los
amaneceres que nunca llegaron
que sólo van quedando agujeros
enmudecidos sobre noches ausentes
de toda lumbre
Y tú fuego de cocer hogazas
que conociste en profundidad
las claves sonoras que van
dejando las tierras baldías
y que sobre ellas cultivaste
talismanes de hierba y de flor
hoy destilas un cansancio infinito
una angustia detenida
como si de pronto fuese un muro
de cristales a punto de desbordarse
un desasosiego minado
una tristeza de honduras vasta como
el mar pero sin el desafío de las olas
Y ambos sabemos que ante el dolor
la metáfora no es más que una palabra
vacía un silencio que no logra acallar
el ruido ni cincelar la sed de los árboles
y que sin embargo aún manan miel
de las colmenas del corazón desasistido
Aún siguen tensadas las cuerdas
de un violin mudo que aguarda
su tiempo de ser cántico del hombre
aún la soledad es un huerto
poblado de jazmines que aún
no ha derramado sus enredaderas
sobre los recintos del alma
y nosotros un campanario
en permanente trabajos de restauración
de un vivir que muerte alguna
podrá desmantelar
Y que es nuestra la tarea de horadar
al interior de todo lo que permanece
hasta que algún día en el palomar de
una lagrima el vivir recupere su resplandor
de fuego y de flor
23/10/18
texto y fotos mery sananes
¡Qué hermosura!
ResponderBorrarTiembla mi corazón, hoy espadaña, al llegarle los cantos de tu voz.
En la expansión el orbe
se ha inundado del pulso y la cadencia
del deambular sonoro de tus letras.
¡Ay¡
Qué nómada no aspira
a amar y ser amante, aunque el desierto.
¡Qué hermosura!
ResponderBorrarTiembla mi corazón, hoy espadaña, al llegarle los cantos de tu voz.
En la expansión el orbe
se ha inundado del pulso y la cadencia
del deambular sonoro de tus letras.
¡Ay¡
Qué nómada no aspira
a amar y ser amante, aunque el desierto.
¡Qué hermosura!
ResponderBorrarTiembla mi corazón, hoy espadaña, al llegarle los cantos de tu voz.
En la expansión el orbe
se ha inundado del pulso y la cadencia
del deambular sonoro de tus letras.
¡Ay¡
Qué nómada no aspira
a amar y ser amante, aunque el desierto.