Duy Huynh
Pedro Parayma, poeta siempre, sabe que la poesía parte y llega a ese retorno a sí mismo, que requerimos para advertir lo vivido y por vivir. Toma el instante presente, en su fugacidad, y hace de él la razón de uno y otro.
Concluye un círculo tan sólo para recomenzar uno nuevo. Y el trastocamiento del alma es precisamente lo que le otorga al poema y al poeta, esa visión que perdura más allá de toda contingencia.
El alma es siempre el territorio de lo sagrado, precisamente porque es capaz de trastocarse, reiventarse, hacerse de nuevo, para reajustar las heridas, y acompasar nuevos latidos a los afectos de siempre. A los sueños que nunca se escapan. A la vida que queda.
El poema de Pedro está dedicado a la Nona, nuestra Zaira Andrade, que en estas cosas es experta, y alma que no cesa de trastocarse cada día, para destilar cualquier impureza y reaparecer más transparente que nunca.
A ambos, habitantes de estas embusterías, les agradecemos el gesto de hacernos llegar estos papeles, que tienen sabor a corazón ardiente.
RETORNO
A MÍ MISMO
A la Nona…
Un día
decidí partir
y recorrerme
hasta el final.
Lo hice
sin temor.
Miré mi sombra
en el camino.
Me aproximé
al que seré
sin comprender
su idioma.
Era
mi propio Yo
y, a su vez,
un gran desconocido.
Al retornar
a mi hoy
era otro,
idéntico
a mí mismo,
pero con el alma
trastocada.
p.parayma
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