a jeijei
¿Pueden las cuerdas de un violín tejer
todos los sueños que en el aire danzan
buscando una morada donde
aposentar su respiración estremecida?
El violín rasga la noche como un parto
y lo puebla de cordajes niños que van y
vienen de un arco derramando tempestades
en busca de un alijo de alegrías
Y uno se roba la corteza del arce y
el abeto para escribir sobre ella en un
papiro tan antiguo como la luna
las resonancias del hijo que uno le
pare a la vida sin saber dónde lo ha
traído ni qué filigranas le quedaron
grabadas en la piel de sus silencios
De savias dúlcimas fue hecho nota
a nota transfigurada en un cello o
un clavicordio encendido de adagios
Los allegros quedaron sellados en el interior
de esos latidos que al unísono alcanzaron la
noche de los milagros para después entregarlo
a los desmanes de un tiempo sin misericordia
Y la vida ha sido y sigue siendo ese oficio
de afinar las cuerdas sin que estallen
buscando la tensión exacta que hará
brotar ese andante que le entregamos a
los hijos en su primera lágrima para
que su sed tenga para beber la tinaja
de amor que tallaron nuestras noches
Y desde entonces el violín no cesa en
su canto de orfebrería de llovizna de
esporas marinas brotando de un acantilado
por donde ascienden caballitos de agua
y ángeles vivir mientras la madre acuna
en su regazo de espuma la primera sonrisa
de un nombre de música que lleva como
un talismán enhebrado a sus párpados
brújula de su andar en los días en los que
la vida no pierde su sabor de Egmont
ni el vibrar de las cuerdas de una chacona
dibujándole al cosmos el temblor de
las estrellas
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