Gira que gira todo gira el sol gira la luna y los planetas Gira el universo el día y la noche los árboles en sus raíces y en sus copos Gira el corazón del hombre sin aviso procurando salirse del cercado pecho del hombre vulnerado queriendo ser pájaro Giran las hojas de otoño al caer y gira en perfecta danza el polen cuando en primavera asalta el vivir para ir a sembrar retoños de todos los matices Giran sin parar las estrellas mágicas de van gogh gira y gira como una mariposa cósmica isadora Gira el tiempo sin aviso el amor gira por doquier buscando ser atrapado por un soñador
Gira la música sobre las notas escribiendo cada vez una sonata de
cerezas o una oda a
la alegría Gira el dolor girando sin detenerse en el pan ácido en el pozo seco de la sed mientras la muerte hace del horizonte una gigantesca sepultura Y el hombre este subhombre
en que nos han convertido ¿hacia dónde gira? ¿en qué circunvalación se despierta? ¿cuándo y cómo perdió la danza que le dio la vida mientras hurgaba los designios de su primer hospedaje?
¿Qué se hizo la rima de sus pasos jugando sobre los charcos de agualluvia
mientras descifraba el enigma de los astros sin otra sabiduría que su
asombro? ¿Quién detuvo el girar sin fin de su risa que como
esporas cultivaban alegrías
para repartir como confites
de estrellas en la luz de los mediodías? Ay que sin esas respuestas hemos abolido todo girar detenido el solsticio del alma diseñado para seguir a los astros en su resplandeciente y armónico trayecto del vivir No somos más que una piedra detenida a orillas de un abismo aguardando renacer en un tiempo que aún nisiquiera logramos diseñar
¿Y qué ocurriría si en este
nuevo solsticio cósmico
decidiéramos girar
de nuevo como el colibrí ante la seducción
de la flor el niño en su
columpio jugando a ser
viento y el amor asentando
de nuevo su dominio como
el único alfabeto para
reintegrarnos al otro que
somos al ritmo del universo
a la cadencia de la música
de las esferas en perfecta
sintonía con el rítmico
temblor del corazón reflorecido?
¿Será posible entonces que se produzca la verdadera resurrección del vivir?
los animales, las piedras, las nubes y las estrellas".
Byung Chul Han. Vida Contemplativa.
Reparar el correlato narrativo -palabra rota- consustancial a la barbarie civilizatoria - y su pulsión de muerte- y con ello recuperar la esperanza, es la labor de una Maestra y ese precisamente ese es el trabajo adelantado por Mery Sananes en su libro Memorias de Pájaros y Hombres.
Consciente de los efectos de la historia que nos fue impuesta y el rol de la academia en el quiebre de las mismas, la Poeta se dispone a rescatar las mismas y nombrar como si fuese por primera vez cada instancia que nos fue expropiada en el pasado y presente.
En este mundo tan extraviado - tiempo de guerra y muerte- cómo hacerlo, cómo dotar a la palabra del vuelo y profundidad necesaria para designar las cosas como por vez primera. Para ello, Mery abre el corazón y los sentidos e invoca para que vengan en su auxilio a quienes enseñaron a los hombres el andar en el vuelo y la canción: los pájaros.
Desde entonces, el huerto - hospedaje de cantos- de la casa donde vive la poeta- construida con hilos de lumbre-es visitada regularmente por una pajareria - colibríes, ruiseñores, cristofue, golondrinas, palomas, turpiales, mirlos, carpinteros, gorriones, jilgueros, pelícanos, gaviotas, guaiti, azulejos, tucusitos, cardenales, gonzalitos, tejeros, tortolitas, chirulies, quetzales, garzas, zumayas- dispuesta para la misión.
A partir del entronque con los seres alados, ni la misma Poeta, conocida también como la hija de la luna, volverá a ser la misma. Ahora, se le designa con otro nombre - la señora de los pájaros- su cabellera tronca - en un nido de risas- y sus haberes crecen y traen de cabeza a los gendarmes del capital, quienes no saben cómo contabilizarlos.
Después de ese momento, los pájaros y Mery sostienen un diálogo fecundo - trino a dos voces-y se disponen a renombrarlo todo -lo lejano y cercano- haciendo de todo una unidad inseparable. Y es precisamente en esa comunión, donde la palabra rota es reparada -resucitada-, donde todo adquiere una fisonomía distinta - ciudad, país, hemisferio, planeta, etcétera-, donde se abre espacio para el porvenir - preludio de la esperanza-.
Queda a cada lector al lector abrevar de esas Memorias de Pájaros y Hombres para reparar la palabra rota y recuperar la esperanza.
Recoger un puñado de poemas para armar una memoria de pájaros y
hombres y entregársela al lector, no es tarea fácil. ¿Comprenderá quien
los recibe el temblor de donde nace cada palabra? ¿Podrá escuchar en su
lectura la sonoridad que alcanza el lamento en su afán de ser un andante? ¿Le
llegarán los silbos que el pájaro deja en su vuelo para dar señales de su
especie? ¿O tal vez se estacione en el adagio que mana de sus verbos, o en
el rumor estremecido de un jilguero, como navío extraviado entre corales?
¿Y qué hay en el trasfondo de este libro? Una confidencia que sale de nuestros párpados para tratar de alcanzar la
mirada del otro, que está contenida en cada una de las vibraciones que lo hizo
posible. Pero no es una tarea solitaria, ni pertenece por esencia a los
espacios cerrados. En cada una de sus propuestas la palabra es un dardo que
aspira abrir una brecha en las cercas que nos rodean. Y en cada trino que
recoge se reaviva el empeño por alcanzar la exacta estatura de la que estamos
hechos.
Un recinto que quiere recoger el desahucio de un mundo
despedazado, en el cual impera la muerte, empeñada en venderse como la
mercancía de un vivir que sólo alcanza a unos pocos. El episodio de una batalla
librada, que no concluye al final de las páginas. Porque apenas allí comienza
su recorrido.
Y a la vez una invocación al espíritu del otro, tan lejano y tan
cercano, que hemos perdido la capacidad de reconocernos. Y ofrecerlo es invitar
a ejercer el oficio de vivir, en el centro del torbellino, no desde sus
orillas, como si fuésemos extraños en nuestra propia casa. Y es el atrevimiento
inmenso de entrar a predios distantes a juntar aquellos sueños a los nuestros,
a procesar sus heridas junto a las nuestras y a rescatar el asombro y la
ternura que nos habita.
Estamos ante unas memorias y unas palabras que procesan en gerundio la persistencia
de la vida sobre la tristeza. A veces el agua las moldea a su antojo. Otras la
arcilla. Nunca van solas. Se juntan a todos los murmullos intentando alcanzar
un lenguaje que no espante. Se doblan, se quiebran y a veces alcanzan la
resonancia de un campanario o el acorde de un clarinete o un oboe. Han recogido
sus nutrientes en todas las estaciones. Y a ratos es sólo una lágrima
intentando atrapar la luz.
Se suelta de esta manera un racimo de versos en los predios cerrados de una historia ciega, para que sirva a la resistencia, para que se
convierta en un engranaje de una maquinaria mucho mayor y más vigorosa capaz
algún día de enfrentar la muerte impuesta por los poderes a ese hombre
desvalido y desguarnecido. Deja sus señales para que quien las reciba
pueda utilizarlas como herramientas para su propio oficio de vivir y
sobrevivir. Para que haga de su palabra una vasija que calme la sed.
Este libro, aunque permanezca a oscuras aguardando su tiempo de
alumbrar, tiene un hilo común con todo lo que he escrito, como lo expresé al comienzo
de mi trabajo La trampa engaño de la
cultura: “hemos querido adentrarnos en el universo del conocimiento que
nos han legado, sin otro aditamento que la esperanza, sin otro instrumento que
el asombro, sin otro norte que no sea el de restablecer la confianza,
recomponer lo que está roto dentro de nosotros y en el mundo del que formamos
parte, para abrir una pequeña brecha en el intrincado bosque del miedo y el
terror, y desde allí convocar al hombre a que ejerza su condición de inventor
de la alegría.” *
Y el resultado de ese esfuerzo se ofrece y entrega con la
sencillez del hombre común que brinda el pocillo de café recién colado, desde
una mesa vacía de todo menos de ese entrañable gesto de compartir. Con el gesto
de alegría del tejedor que concluye un tapiz, del alfarero que le da vida a un
cántaro, del sembrador que esparce sueños en cada alba. En el fondo, no es
más que un gesto de amor.
Ojalá que así sea recibido y que cumpla su función prometeica, como
quería León Felipe, cuando señala: “Un escrito sin rima y sin retórica
aparente se convierte de improviso en poema cuando empezamos a advertir que sus
palabras siguen encendidas y que riman con luces lejanas y pretéritas que no se
han apagado y con otras que comienzan a encenderse en los horizontes
tenebrosos.
De esta experiencia han de salir los principios de la poesía del futuro, que tal vez podamos llamar
algún día la poesía prometeica de la llama. La llama es la que rima. Un día la
poesía será un ejército de llamas que dé la vuelta al mundo. Prometeo será la
legión, la muchedumbre los que trabajan con el pecho abierto y la palabra
encendida. Encendida aprendiendo su lección de las estrellas. La retórica
del poeta está escrita en el cielo.” **
Si estas Memorias de pájaros y hombres, como las de Palabras conjugadas, esparcidas hace poco, logran en alguna
medida alcanzar esa petición de León Felipe, de seguir encendidas y de rimar
con luces lejanas y pretéritas que no se han apagado y con otras que comienzan
a encenderse en los horizontes tenebrosos, habrán cumplido su misión.
Queda en
cada uno de los lectores a quienes lleguen estos libros, la esperanza de que
sus palabras y sus intervalos de silencio, se hagan a su vez fogata y llamarada.
mery
sananes
30
de noviembre del 2017 y publicado en estos recintos el 12 diciembre 2017
·La trampa
engaño de la cultura.
Aproximación a Luis Mariano Rivera. Caracas, Ediciones CEHA-CPT, 2008
·León Felipe, Poética de la llama, Ganarás la luz, OC, Buenos Aires,
Losada, 1963.
Viruela, voz que
viene del latín varius y significa salpicado. En la lengua provenzal se llama
variola. La viruela es una enfermedad viral infectocontagiosa de carácter
epidémico, caracterizada por la erupción exantemática acompañada de fuerte
malestar general. En epidemiología, lo fundamental de la lucha antivariólica ha
sido la higiene y la vacuna. 1.- En occidente fue
Rozéz, quien describió por primera vez dicha enfermedad, y en 1796 Eduardo
Jenner, médico inglés (1749–1828), descubrió la vacuna. En muchos países la
vacunación fue obligatoria y se exigía su certificación; gracias a la vacuna a
partir del siglo XIX, progresivamente, la viruela dejó de ser una de las
epidemias más mortíferas y en la actualidad, para bien de la humanidad, está
totalmente erradicada (1). Seguidamente puntualizamos la historia del suceso
epidémico en la Venezuela Colonial:
2.- El insigne historiador Enrique Bernardo Núñez (2), en
su libro “La Ciudad de los Techos Rojos” da cuenta del pasado de la ciudad
colonial y logra expresar ese tiempo en el texto, imprimiéndole vigor y armonía
a la narrativa de sus hechos históricos. Dice el autor que, en el desarrollo de
la Caracas de entonces, son puntos importantes a considerar las epidemias,
plagas y otros flagelos ante los cuales, sus habitantes imploran auxilios con
invocaciones a los santos y construcciones de edificaciones religiosas. En tal
sentido, entre muchas acciones y rogativas, contra la plaga de langosta construyen
la ermita de San Mauricio, el templo de San Pablo, a la viruela importada de
Guinea y el templo de Santa Rosalía, al vómito negro.
3.- En 1764 ya
existen serios indicios de viruela en Venezuela, particularmente en Caracas. Núñez
(3) habla de una tos contagiosa y añade que la imagen de Santa Rosalía es
conducida en rogativa a la Catedral, refiere además que llegan noticias de que
la viruela ha invadido Coro y los valles de Ocumare y de Aroa; agrega que las
autoridades ordenan vigilar las embarcaciones y aislar a los enfermos.
4.- Comenta Núñez (4) que el licenciado Francisco Xavier
de Socarrás, el mismo cuyo apellido da nombre a esa esquina de Caracas, en
comisión autorizada por los Alcaldes Juan Jacinto Pacheco y Francisco
Berroteran, va a Catia, distante a dos leguas del centro de la ciudad, donde se
hallan algunos variolosos. Los honorarios de licenciado Socarrás por nueve
visitas durante sesenta y tres días, parecen luego excesivas a los nombrados
Alcaldes.
5.- En enero de 1764 los Alcaldes ya mencionados determinan que el doctor
Lorenzo Campins, médico de profesión, regule y tase lo que halle ser justo en
los costos de medicinas, asistencia y curación que presenta el licenciado
Socarrás, quien alegó que costeó las medicinas y el caballo para hacer las
visitas, que perdió una muda de ropa que se ponía antes de llegar al degredo
(lugar de reclusión de enfermos contagiosos) y lo que es peor argumentó, que
con motivo de su nombramiento ha dejado de ganar buena cantidad de pesos en
“otras curaciones”, porque los enfermos de la ciudad tenían terror de recetarse
con él. (5)
6.- Aunque luzca
fuera del contexto hay que decir quién era el doctor Campins. Idelfonso Leal
(6) en su libro “Historia de la UCV” refiere que Lorenzo Campins y Ballester, doctor
en Ciencias Médicas llegó a Venezuela en 1762 y en abril del siguiente año, el
Claustro Universitario aceptó su solicitud y reconoció sus grados académicos
para la creación de la cátedra de Medicina, de tal forma que el 10 de octubre
de 1763, se inaugura en la Universidad Central de Venezuela la primera cátedra
de Estudios Médicos, aspiración que la universidad caraqueña pudo hacer
realidad después de superar muchas dificultades de índole diversa.
7.- En enero de 1775,
se expide el título de bachiller en Medicina a Francisco Molina, quien
sustituye en la jefatura de cátedra a su maestro Campins en 1784. Fue un duro
quehacer de estos pioneros de la medicina nacional formar un cuerpo médico
criollo, por tener diversas causas en su contra: escaso interés en la juventud
de la época, tal vez por las características de la sociedad colonial y quizás
también, por el excesivo número de curanderos que impunemente ejercían la
medicina con la aceptación y estima de los vecinos.
8.- Retomando la
continuidad del punto 4, el doctor Campins en cumplimiento de la misión que le
fue confiada, avaluó la participación del licenciado Socarrás en la forma
siguiente:
·Las nueve visitas,
costeando el caballo, 6 pesos c/u (54 pesos) ·Prendas de vestir:
una camisa 3 pesos, los calzones 2 pesos, las medias 3 pesos, un par de zapatos
7 pesos (total 15 pesos) ·Visitas que dejó
de hacer a pacientes privados (94 pesos) ·Medicinas: tasó el
costo de cinco recetas diferentes: a) 15 reales, b) 15 reales, c) 11 reales, d)
1 peso y e) 1 peso y real y medio (177 pesos) El doctor Campins también justipreció las recetas despachadas por el
boticario José Pricinio, quien asistió a varios enfermos en el degredo en 63
pesos y tres reales. (8)
9.- En razón que la
epidemia continuaba, las autoridades ordenan la habilitación de las casas de
Antonio Blanco y de Pedro Blandín, en Catia y las que parecieran más a
propósito. Se colocan guardias para evitar la comunicación con los enfermos con
gratificación de real y cuartillo diario al cabo de guardia. Se establece la
denuncia obligatoria, médicos y curanderos que no lo hagan serán multados en
200 pesos. El 9 de marzo de 1767 se prohíbe “a curanderos sin ciencia ni
estudio de la viruela” ejercer su oficio, solo se les permite a los que fueren
profesores y cirujanos. En el cementerio de Santa Rosalía se abren grandes
zanjas para enterrar a los muertos. (9)
10.- En 1772 la
epidemia de viruela todavía continúa, trece mil personas se cuentan entre
muertos y desaparecidos. Las familias se mantienen en los campos, las escuelas
están desiertas, se paraliza el comercio con el interior de la Provincia. La
angustia y el temor hallaron expresión en el ruego de “Aplaca Señor tu ira, tu
justicia, tu rigor, dulce Jesús de mi vida. Misericordia Señor”. (10)
11.- Núñez (11),
refiere que la duración de la epidemia fue atribuida a la inoculación que
comenzaron a poner en práctica y dice al respecto, que el Cabildo pidió al
gobernador Agüero que prohibiera el uso de la inoculación o que señalara el
tiempo y lugar aparte para los que quieran someterse a ella. Agrega el citado
autor que todavía debían pasar algunos años para hallar el tratamiento idóneo contra
el flagelo. En pie de página comenta el autor que el 4/10/1948, el profesor
Julio M. Bengoa publicó un artículo en el Universal titulado “Variolización
Vacunación”, para evitar el error frecuente de confundir ambos conceptos. Al
respecto aclara el historiador Núñez, que las actas del Cabildo dicen
inoculación y no variolización. En el área de la terapéutica la variolización
fue una técnica de profilaxis de la viruela, practicada antes de la introducción
de la vacuna de Jenner, y consistía en inocular polvo de costras
desecadas. (11)
12.- Relata Núñez
(12) que la expedición de la vacuna presidida por el médico Francisco Xavier
Balmis, enviada por el Rey Carlos IV con el propósito de propagarla en sus
dominios, desembarcó en Puerto Cabello a fines de marzo de 1804 y llega a
Caracas los primeros días de abril. La junta de la vacuna se instala el
8/04/1804 en la casa del gobernador Vasconcelos y celebró sus reuniones de
trabajo en la casa del conde de San Xavier; en las cuales el propio Balmis
redactó el reglamento de la Junta y el método que debía seguirse para
resguardar el fluido terapéutico.
13.- Con la
evidente satisfacción surgida por la expedición de la vacuna y la inmediata
acción en beneficio de la población Andrés Bello, escribió en 1804 “Oda a la Vacuna”,
obra poética del insigne humanista en la cual, además de reconocer el gesto del
Rey de las Españas, describe con su autenticidad poética la problemática y
miserias que vivió la población. Finalmente acota el autor de la Ciudad de los
Techos Rojos, que el primer vacunado oficialmente fue el niño Luis Blanco,
quien estudió la carrera de abogado y murió en 1874. (13)
14.- Andrés Bello, en su “Oda a la Vacuna” expresa en su
canto el agradecimiento de Venezuela. Describe como la epidemia tocó a todos
por igual, la angustia y el temor de los habitantes, el elogio a la ciencia y
la acción benefactora y, por último, el recuerdo de nuevas generaciones sobre
aquel mortífero suceso. A continuación, algunos fragmentos del poema, desglosados
en su orden lógico: (14)
15.- “Si, Venezuela
exenta del horrible azote destructor, / que, en otro tiempo sus hijos devoraba,
/ es quien te envía por mi tímido labio sus acentos”. / “El palacio igualmente
que la choza /se ve de luto fúnebre cubierto; / perece con la madre el tierno
niño; /con el caduco anciano, los mancebos”. / “¡Cuántos a manos mueren del más
duro desamparo”! Los nudos más estrechos / se rompen ya: la esposa huye del
esposo, el hijo del padre y el esclavo del dueño”. / “Jenner es quien encuentra
bajo el techo / de los pastores tan precioso hallazgo. / Él publicó gozoso al
universo / la feliz nueva, y Carlos distribuye / a la tierra la dádiva del
cielo”. “Entonces, cuando al viejo a quien agobia / el peso de la edad pinte a
sus nietos / aquel terrible mal de las viruelas, / y en su frente arrugada,
muestre impresos / con señal indeleble los estragos / de tan fiero contagio, dirán
ellos:
“Las viruelas cuyo
solo nombre / con tanto horror pronuncias, ¿qué se han hecho?”
Y quedó extinguida la viruela de ayer y de hoy, pero hay que ver la
cantidad de las mismas y de otras características y señales que han hecho
presencia y daño a lo largo de esta historia de la Venezuela invadida.
Referencias:
1Gran Enciclopedia
Larousse. 3a. ed. Barcelona-España. Editorial Planeta, S. A. 1977. Tomo 10, pp.
829-30.
2Núñez, Enrique Bernardo: La Ciudad de los Techos
Rojos. Caracas. Litografía y Tipografía “La Bodoniana”. 1973, p. 17.
3Núñez, E. B., Op.
Cit., p. 164-65.
4Ibídem, p. 166.
5 Ídem.
6Leal, Idelfonso: Historia de la UCV (1721-1980).
Ediciones del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, Imprenta UCV. 1981, pp. 73-74.
7Núñez, E. B., Op.
Cit., p 166.
8 Ídem.
9Ídem.
10Ibídem, p. 167.
11Ibídem, p. 167-68.
12Gran Enciclopedia
Larousse. Op. Cit., p. 635.
13Núñez, E. B., Op.
Cit., p 168.
14Ídem.
15Medicina fuera de
la medicina. Oda a la vacuna. Andrés
Bello. 2013. Disponible en:1