viernes, abril 24, 2015
RAMÓN SANTAELLA - UN NUEVO MEDIODÍA SE HIZO DE AZUL INTENSO
Como todos los años, Ramón nos envía la carta a la madre que le escribe cada abril de su cumplevida. Sabe, el poeta y el geógrafo, que la vida está hecha de mucho más que presencia física. Que en el tiempo vivido se graban memorias que se inscriben en el corazón y la conciencia de aquellos a quienes se amó. Y que ese sentimiento, esa energía cósmica ya no desaparece jamás. Y eso es lo que recoge Ramón en cada una de estas cartas que reflejan con certeza lo que María sembró en cada uno de sus hijos.
Y esta travesía, a la que Ramón nos invita cada abril, es una reiteración de esa fuerza que, como un ritual, nos permite traspasar las ausencias y las despedidas y convertirlas en un manantial de memorias y alegrías. Algo que celebramos y festejamos junto con Ramón y los suyos en estas Embusterías.
Maracay, 24 de Abril de 2015
Señora
María Remigia Yegres de
Santaella
Rincón preferido del
infinito sideral
Presente:
Saludos viejita, una vez más pretendemos alterar tu tiempo
indeterminado, con la seguridad de ser bienvenida nuestra correspondencia. Esperamos
de corazón, la estés pasando de lo mejor en unión de los nuestros y los tuyos.
Hoy cumples 7 años en aquella residencia infinita, tiempo que quisiéramos
aprovechar para evocar tu presencia en nosotros como lo hacemos cotidianamente,
más aun, en este periodo de entrada de las lluvias en nuestro territorio,
cuando ya se advierten en el horizonte nocturno, algunos rayos o relámpagos,
cuyos truenos llegan casi desapercibidos a nuestros oídos.
Por supuesto, nada parecido a lo vivido en la Caracas de los años 40 cuando
tanto te asustaba la intensidad de los aguaceros y para darte fuerza espiritual,
nos expresabas que tantos truenos y centellas era una demostración divina de
que “Papa Dios estaba disgustado por las malas acciones de las personas sobre
la faz de la tierra” y acto seguido, nos exigías buen comportamiento y
fundamentalmente, silencio, para que las consecuencias de aquel disgusto no
llegara a nosotros.
Pero, viéndolo
bien, quisiéramos recordar cosas más agradables como invertir el tiempo en
imaginar lo contenta que has de estar con el primer cumpleaños de Omar en aquel
paraíso celestial, el 9 de marzo pasado. Acá suponíamos una celebración
fastuosa. Solo pensar en la actuación de Yolanda y Dady en los preparativos de
las festividades para quedar bien con todos los invitados o considerar cuánto
han debido aportar de su ingenio para que dicha celebración hubiese sido como
la hemos pensado. Y saber que papá haya estado tan contento como tú, con la
presencia de Omar en aquella dimensión y haber estado pendiente de los detalles
y ornatos efectuados para tal ocasión, nos llena de alegría y regocijo.
¡Vieja!, aunque
han pasado 7 largos años de tu distancia y silencio, casi siempre incidentes de
olvido, siempre te recordamos y acontecerá así con cada uno de los miembros de
la familia que han de estar a tu lado, con el paso del tiempo, incluidos los
que viajaron antes para recibirte.
Para que tengas
idea de cómo te perpetuamos, asocia tu
pensamiento con el nuestro brevemente y recordarás que, el día aciago de tu
partida, más allá de los extravíos entre tu espacio-tiempo infinito y nuestra
conciencia; más allá de la pasividad y misterios entre supuestas relaciones dentro
de la existencia indeterminada, donde predomina la relatividad de lo cuántico y
el asombro, estará en el recuerdo como vivencia imperecedera.
Aquella
noche de tu despedida hacia la eternidad ¡habrás de recordarlo!, hubo una
lluvia ligera y suave, daba la impresión de ser una gran manifestación de
múltiples rocíos; ¡no era de protesta!, celebraban el encuentro contigo que
desde lo alto observabas todo el funeral, sin decir nada, sin confirmar aún la
dirección de tu nueva morada.
Aquella
noche, ¡recordarás!, el rocío ornaba el momento de tu encuentro con el infinito,
mientras nosotros, lejos de pensar en el cuerpo que yacía rígido en aquel salón
mortuorio, quisimos contemplarte en tu nueva realidad porque sabíamos de tú
presencia en las alturas, desde donde precisabas el comienzo de la distancia
hacia tu nuevo espacio-tiempo.
Respiramos
profundo, ¡recuerdas!, salimos al pasillo común a las capillas, donde cada
quien despide a los suyos como si fuese la pista de un inmenso aeropuerto, de
donde parten naves sin retorno. Solo advertíamos murmullos, gemidos y oraciones provenientes de aquellos recintos
de resignación, donde buena parte de los
invitados son ocasionales como inesperados.
Entonces, quisimos
transmutar el tiempo y el espacio como pretendiendo tu re-nacer y nos hicimos
pequeños, ¡tan pequeños!, imaginando cualquier tiempo pasado junto a ti,
mientras la realidad obligaba a no tenerte y tú, estamos seguros de eso,
sonreías desde aquel espacio-tiempo superpuesto que nos era imposible divisar y
debimos conformarnos con presenciar la más bella de las lluvias que luego, transformada
en aguacero, nos impuso recuerdos infantiles, por eso hemos iniciado esta
correspondencia evocando la Caracas de
ayer, cuando en ocasiones similares evitabas nuestra salida de casa, según tú,
para evitar inconvenientes.
Aquella
noche de tu despedida, salimos de la capilla obligados a contemplar el paisaje,
no sabríamos decir, si dibujábamos o desdibujábamos mentalmente, las figuras
trazadas por las aguas pero, el recuerdo nos llevaría a mirar a través de los
vidrios de aquellas otrora ventanas de la casa de la infancia y asombrarnos de
nuevo con miles de termitas o comejenes alados en procesión desordenada,
acosados por golondrinas o tijeretas que rendían tributo a las aguas, ante el
festín ofrecido.
En aquel instante,
debes habernos contemplado, los recuerdos fueron muchos; imposible obviar las
veces que acudíamos a la mentira, para lograr tu permiso y podernos bañar bajo
la lluvia, más por imaginación infantil y la necesidad de estar en contacto con
la lluvia que por mala costumbre.
Pasábamos
largos ratos observando aquellos
torrenciales aguaceros, con la nariz aplastada sobre el vidrio de las ventanas,
¡te imaginas!, hasta no aguantar la tentación y decirte: “mamá, la casa de la
vecina se inunda –nombrábamos la que se nos ocurriera-, debemos ayudar”; tú,
siempre generosa y asistente, dabas el permiso.
Ahora, te
lo confieso: el baño era espectacular bajo los torrentes-desagües de los techos
cercanos y una vez satisfecho aquel deseo, podíamos optar por construir barcos de papel para competir con otros capitanes, sobre las aguas
de caudalosos “ríos” desplazados al borde de las aceras.
Precisamente,
en recuerdo de uno de aquellos momentos, escribimos algo que pudiera llamarse
poema, algo más de nuestra confesión tardía, pero seguro estamos, será de tu
agrado:
Un barco:
Un barco construido con
trozo de papel
Un viejo periódico
convertido en materia prima singular
Todo por lograr zarpar
la nave con rumbo a incierto destino
Mientras la lluvia se
desborda en torrentes calle abajo
Mi pequeño espacio
vivido en el barrio cuando niño
Un barco construido con
la prisa de la lluvia
Navega sin rumbo fijo
vacío en apariencia
Una carga de
imaginación ¡tan grande!
Llena sus bodegas de
mensajes sin destino
El barco puede zozobrar
con su carga de frases confundidas entre pliegues de aquella aparente
estructura de acero
El barco da tumbos
sobre las aguas
Es empujado por fuerzas
de un torbellino inusitado
Pies descalzos y
fuertes latidos del corazón hacen del niño
armero un conquistador de los
espacios
El capitán aúpa la
travesía
De vez en cuando hay
tropezones en los dedos del armador
Pero se impone la
sonrisa de un capitán victorioso
La lluvia arrecia por
momentos como si brotara de cántaros
rotos
El barco entre la furia
de las aguas navega a la deriva
Mientras unos pies
descalzos apuran el paso sin darle alcance
El capitán escapa de
las aguas más allá del extravío de los sueños
Tal vez, el barco se ha
perdido en una playa inexistente
Convertido en memoria y
sueños infantiles
La lluvia hubo hecho su
tumba en los torrentes donde se guarda cada mensaje perdido
Los minutos sumaron
horas
Un nuevo mediodía se hizo de azul intenso
Sin lluvia
Sin barco
Sin destino.
Esperamos
te agraden los recuerdos que hemos querido compartir contigo en este nuevo
cumpleaños celestial; no olvides que estaremos esperando tu respuesta, sé feliz
donde sea te encuentres y salúdame a todos los que junto a ti formaron parte de
nuestra existencia terrenal. Bendícenos como cotidianamente lo hacías y lo
hacemos contigo. Saludos. Feliz cumpleaños.
RSY.
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Ramón Santaella - Carta a la madre 2015
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