lunes, julio 20, 2020
TRAVESÍA SIN AZULES III TERAPIA PARA UN MUNDO ROTO
AVI / SERIE EL MIRAR
¿Qué terapia podrá
acercar al hombre
a la medida de su
verdadera humanidad?
Se ingresa por primera vez a una
sala de terapia física y uno se pregunta
¿será tan difícil recuperar la verticalidad
de un cuerpo disminuido como
la de recomponer un mundo roto en
toda su ingeniería vital?
Uno asume el reto individual y observa
como el conocimiento la paciencia y el
amoroso acercamiento al adolorido
cuerpo que busca sanarse se reviste
de todos los instrumentos para devolverle
movilidad a huesos fracturados a
tendones desprendidos a ligamentos
que han perdido su consistencia
Y cada silla de ruedas nos entrega
unos ojos que ya no quieren mirar un
dolor que se dibuja diferente en
cada rostro un temblor en las manos
que no cesa y una voz que apenas
obedece a un lamento
Y sin embargo un tropel de sonrisas
se desborda para alcanzar al paciente
y lograr que mueva extremidades
atrofiadas conjunciones desarticuladas
alcancen alguna movilidad que deje
sus señales de sobrevivencia
Y poco a poco se establece una
especie de cofradía entre aquellos
seres heridos que los lleva a
reconocerse en el otro que triste
ingresa a la sala como llevado por
una fuerza que no logra detener
y que de pronto se espeja en
ese otro ay que resuena casi silente
entre la euforia que resucita
cada vez que un músculo vuelve
a responder a la acción que se
le ordena
Y la sala se convierte en un reflejo
de un tiempo que se arrastra
a duras penas sobre territorios
minados sin que aparezca jamás
la sonrisa acogedora que le devuelva
la cadencia de la alegría
Y en los gestos de agotamiento y
soledad uno reconstruye la imagen
de un planeta que requiere de
una terapia cósmica que le devuelva
esa esencia humana que un día
insurgió cuando por primera vez
el hombre miró que a su alrededor
giraba un sol y una luna y que pisaba
una tierra pletórica de frutos
AVI SERIE EL MIRAR
Pero ay que pronto ese hombre
que cincelaba en la piedra su
caligrafía inicial le fue quebrada
su esencia hasta convertirlo en
un pájaro sin alas un ruiseñor
sin canto una ilusión vencida
Y con esa carga de dolor enastada
en los ojos empujando una silla de
ruedas hasta el exterior para mirar
el cielo aguardar el poniente y seguir
los racimos de aves revoloteando
en busca de su propia esperanza
uno se devuelve al principio de todo
y en el cielo encuentra las mismas
señas del asombro el azul de lo
infinito y el temblor de las estrellas
escribiéndole al hombre una
carta sobre el fulgor de los instantes
que nunca morirán
Y se templan los músculos y se
hacen móviles los tendones y uno
sueña con poder instalar en esta
esfera inerme una gigantesca sala de
terapias para recomponer países
destrozados detener las guerras
provocadas los territorios minados
de explosivos y de odios acallar
tanto bullicio inútil en nombre de
todas las sinrazones del sufrimiento
detener la sed de los niños desprovistos
de toda alegría
Y uno le sigue el vuelo a las gaviotas
en convivencia con los halcones
y un centenar de gorriones
descubriendo nuevos árboles
para hacer sus nidos mientras cruzan
una y otra vez de lado y lado un cielo
azul cobalto y un atardecer de nísperos
por madurar
Redescubrimos entonces que hay arbustos
que dan de comer a las mariposas
que las fuentes de agua multiplican
arcoíris en cada una de sus gotas
que en los estanques bailan peces
color naranja que en un terreno
baldío crece un huerto de girasoles
y que en las noches el cielo es
un sembradío de faroles encendidos
deletreándole al hombre un canto
de cuna
Y de allí salí aún inmóvil pero agigantadas
las sístoles y con un rosal enraizado en los
ojos para reinventar una palabra que
algún día logre accionar como un sismo
sobre esta tierra entristecida sobre el
hombre que la habita a quien le han robado
el vivir sobre la sed de los niños que no ríen
y sobre la soledad de este tiempo de fosas
septiembre / 2019
NOTA IMPRESCINDIBLE. Cuando reuní este conjunto de poemas, escritos bajo el efluvio de mi accidente y la nueva realidad que habría de enfrentar, se lo envié a RENÉ RODRÍGUEZ SORIANO para preguntarle si consideraba que esos poemas constituían una unidad y si tenían algún significado, más allá de la sola experiencia personal.
Tardó unos días en responderme, pero cuando lo hizo me lo devolvió boceteado en un libro. Meses después, y no estando René físicamente entre nosotros, en homenaje a esa capacidad sin límite que siempre tuvo de instalarse en el otro, de tender una mano, de guiar y sugerir, he decidido publicarlos. Nada me dijo pero todo el libro lleva el sello de una presencia que perdura y perdurará siempre. Y a él queda dedicado.
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