Hoy 28 de julio del 2009 se cumple un nuevo aniversario del día en que Juan Sebastián Bach, tras recuperar la vista por apenas unos instantes para divisar el rojo de una flor que Ana Magdalena le acercó a sus tumultos, se ancló para siempre en el territorio de su música.
Una verdadera ofrenda musical al hombre que aún no nace y que sin embargo se anuncia, se revela, se descubre en acordes en cuya escritura es posible anticipar la gigantesca dimensión de la creación.
Escucharlo es como asomarse al interior de una flor de baile. Como detenerse en los naranjas de un atardecer que queda para siempre anidado en los párpados. Como navegar en las pupilas de un niño que ríe.
Por eso Ana Magdalena dice que esta música viene pura del país del alma. Esa geografía que aún ignoramos, que a veces confundimos, que solemos dejar en los roperos del día, mientras agitamos razones que nos han robado la vida.
Por eso cada julio y cada marzo desde estas Embusterías invitamos a escucharlo, a detenerse en sus acordes y dejar que éstos fluyan hasta el país del alma, para hacer que allí aflore todo lo que los días llenos de prisas y sinsentidos nos arrebata, hasta dejarnos hechos de ruidos y de lejanías.
No es un oficio para iniciados. Es una travesía por un océano en pleno florecer. Una caminata al aire libre por los secretos del bosque. Un vuelo de mariposa entre constelaciones. Allí donde el corazón alcanza su propio lenguaje y se deja ir como un pájaro en busca del viento.
JUAN SEBASTIAN BACH, SIEMPRE
EMBUSTERÍAS DE ANA MAGDALENA
JUAN SEBASTIÁN BACH, 257 AÑOS DESPUÉS
texto y foto / mery sananes
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