jueves, diciembre 27, 2001

JESÚS FLORES - YUNQUE DE ARAGUA Y FOGATERO MAYOR



VEINTE AÑOS DESPUÉS






PAN DE AVENA CON AROMA
DE JOBOS Y SABOR A HOGAZA DE MIEL

Un día, hace casi treinta años, conocí el pan de avena. Me lo trajo la Abuela Ramona, junto a su cesta de mangos y dulce de cabello de ángel, con la que siempre andaba repartiendo dulcerías y bienaventuranzas. Y le pregunté a Agustín: ¿de dónde salió este pan aliñado de grano y de sol? ¿Quién fabrica este aroma de jobos, esta hogaza de miel? Y me dijo: Jesús, Jesús Flores, el panadero. Jesús, el camarada. Jesús el amigo y el hermano. Jesús el que me enseñó un día el horno donde se cuece la templanza y el coraje y la decisión de ser hombre de pueblo, hombre de verdad.

UN PAN HECHO CON EL AZÚCAR
DE SU CORAZÓN

Desde ese día el pan de avena se instaló en mi casa. Y con él Jesús. Mis hijos aprendieron a comer sus primeros bocados con su pan y sus primeras lecciones de humanidad en su escuela del vivir. Cuando faltaba, porque no venía entre las ciruelas y granadas de la Abuela, todos nos poníamos tristes. No había pan que se le pareciera. Porque estos panes no estaban hechos sólo de trigo y avena, contaban tambien con los sueños de Jesús, con la levadura de su magia, con el azúcar de su corazón.

Cuando los niños preguntaban por Jesús, el padre les respondía: hijos, cuando yo tenía la edad de ustedes, me iba a la salida de clases a la casa de Jesús a preguntarle muchas cosas. Y siempre salía de allí con los bolsillos llenos de lecciones y enseñanzas. Un día le dijo; hay que repartir estos papeles. Ten cuidado, porque es peligroso. Pero llévalos de casa en casa y luego te regresas. Estábamos en plena dictadura. Ese día aprendió lo que era ser militante de la esperanza y el porvenir y desde entonces nunca dejé de ser su discípulo.

JESÚS LLEGÓ AL BARRIO LA LIBERTAD CABALGANDO EN UNA FLOR DE CARABOBO

Jesús venía de Montalbán. Y cabalgando en una flor de carabobo un día llegó a los territorios aragueños para no irse jamás. Aquí, del lado sur de la línea, frente al Barrio El Carmen, fundó, junto con muchos otros, el Barrio La Libertad. Allí echó raíces junto con la Ofelia de toda la vida y libró sus batallas de comunista infatigable, de hombre de conciencia revolucionaria. El Yunque de Aragua se le llamaba, asl era la reciedumbre de su temple, su resistencia luchadora. A Jesús le escuchamos por primera vez la palabra comunismo hace cuarenta años.

MAESTRO DEL PAN Y FORJADOR DE CONCIENCIA

Militante de la justicia social, maestro del pan y forjador de conciencias, dejó el partido en el que había militado toda su vida, cuando advirtió que su posicion ya no era de pelea. Intentó compartir con otra organización que también se autoproclamaba comunista pero pronto se dio cuenta de que no avanzaban en una teoría y una práctica transformadora y combativa. Y prefirió, sin partido alguno, proseguir su vivir entregado a la causa del pueblo, las luchas sindicales, las reivindicaciones, las mejoras del barrio. Todo el derrumbe del llamado socialismo no debilitó su savia de amor revolucionaria. Dijo: no hay que perder la fe y la esperanza en la clase obrera. El comunismo, después de muchas depuraciones y combates, se impondrá.

JAMÁS SALIERON CON SABOR AMARGO
SUS PANES

Jesús es un hombre que creía en el amor y la justicia, en la entrega y el sacrificio. Le tocó batallar y sufrir mucho en su vivir. Y sin embargo jamás salieron con sabor amargo sus panes ni sin su punto exacto de fuego. Cultivaba la amistad y la ternura. Y la batalla por construir un mundo hecho de flor y esparcido de granos. No tuvo mayor instruccion pero su sabiduría era tanta que la repartía a manos llenas, mientras inventaba armonías con su mecedora de patio de pueblo, su silleta de madera y anis.

COCINABA ALMÁCIGOS DE HIERBA LUISA
Y GUARAPOS DE ORÉGANO

Tuvo muchos hijos, los propios y los que se le sumaban de tanto querer su temple de acero y su risa de algodón de azúcar. Su casa nunca he tenido puertas ni cerraduras, sino mesa tendida y saludo de hermano. Nunca le dio tiempo a la aflicción o al desconsuelo. Cocinaba almácigos de hierba luisa y guarapos de orégano que levantaban el espíritu y sostenían el corazón. Enseñaba a ser perseverante y laborioso y a tener la resistencia de la arcilla y de la piedra.

UN DÍA SE FUE A ESPARCIR SUS PANES EN EL ROSTRO ALADO DE LAS CARACOLAS

Jesús era puro abrazo. Porque aquella gigantesca humanidad cobijaba un río de cuerdas, repuntadoras de sones. Fundó escuela de humildad y sencillez. Su estirpe obrera y revolucionaria echaba raíces en la risa de los niños que soñaba. Nada lo doblegó. Ni siquiera ese mal que un día toco a sus puertas con intención de derribarlo. Lo recibió de pie, encendido el horno de sus sentimientos con las leñas del amor. Y le dijo: si me voy contigo, no creas que me has vencido. Sólo voy a instalar nuevos fogones en el cielo para esparcir mis panes en el rostro alado de las caracolas. Sólo me marcho en dirección al sol, el gran hornero, para sembrar destellos de miel en los horizontes donde nacen las lluvias.

NOS TOCA HACER COMPROMISO DE PAN DE HORNERO

Por eso hoy no podemos cultivar las lágrimas, la tristeza ni el dolor. Porque él nos dejó la fortaleza como la más grande de las lecciones. Nos dejó su armadura de acero y cundeamor. Su estatura de llama colosal. Y por ello, en este mediodía oloroso a pan caliente, hay que hacer alarde de roble y de samán. Proeza de maguey y centinela. Porque nos toca hacer compromiso de pan de hornero. Y juntar todo el dulzor de sus manos alfareras, toda la bondad de su corazon proletario, toda la entereza de su sabiduría popular, para enhebrar un canto de batalla, una promesa de plenitud, un andén de gladiolas, que lo acompañen en esta nueva travesía.

JESÚS EL ETERNO ESPARCIDOR DE BIZCOCHOS Y CATALINAS

Jesús, hermano del alma, compañero y camarada, cómo andarán de contentos los niños ahora que podrán untar tu pan de avena con la confitura de guayaba de las abuelas, y la sonrisa de tu Ofelia. Cómo estará alegre la Bruja Márquez, ahora que podrán juntos de nuevo seguir inventando futuros. Y cómo se engalanarán las noches con sus luceros para recibir al fogatero mayor, al esparcidor de bizcochos y catalinas.

Nosotros, Jesús, en este día en que apagaron por un instante los fogones del mundo para celebrarte, te hacemos la promesa de cultivar por siempre y para siempre tu escuela de pan, comunismo y amor, tu lección de avena, vida y porvenir.

Diciembre 1991



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