HOY SE NOS FUGARON UN MUCHACHO Y UNA ABUELA

HOY SE NOS FUGARON
UN MUCHACHO Y UNA ABUELA
para Manoli y Salvador
para ellos estas palabras

  

Se marcha uno de los nuestros y el mundo se nos hace más chiquitico. Una sombra se instala en pleno sol y la risa de va transformando en un cántaro de lágrimas. Qué puede importar entonces recordar la ley de la vida, si a veces quienes se van tienen una edad sin medida. Hay quienes nos dejan una cosecha tan innumerable que de ella nos nutrimos hasta después de marcharnos. Hay quienes acaban de comenzar su ciclo de vida, y un absurdo nos lo arrebata, sin mesura alguna.

 

Estamos hechos entonces de sombra y luz, de afectos que perduran más allá de toda ausencia. Y de heridas que no se marchan jamás porque en ellas quedan inscritas las huellas de las penas más hondas. Y el vivir es un diario ejercicio de equilibrista entre la alegría y la tristeza. Una acción que no siempre alcanzamos. Y cuando eso ocurre,  no somos más que un bajel en alta mar, sin brújula ni timón, aguardando la decisión de los vientos.

 

Y en el día de hoy he recibido dos noticias: la muerte de un muchacho de apenas 38 años y de la madre de un entrañable compañero de vida,  ya aguardando tal vez su instante despedirse. Ambas me duelen. Y sin embargo, la vida prosigue en manos de los sobrevivientes. Y es en ellos –y en uno mismo- donde se guarece la tristeza y cómo se procura extender el vivir al cual estamos obligados.

 

Y en las dos situaciones hay que acudir a un ejercicio que practicamos desde siempre: convertir la despedida en renacer. No dejar que la memoria se traspapele sino reordenarla para que se mantengan vivas en los amores ya creados y nutridos.

 

Sólo así no habrá despedidas ni desapegos, sino el continuado ejercicio de mantener vivo, lo que se ha marchado a otras dimensiones. Y auscultar la vida en todos los que, como nosotros, aún permanecemos alerta a la música de los campanarios y la canción de los grillos.

Con amor

26/10/22

Texto

mery sananes

Foto

The Tree Artist

S. Barber

Adagio para cuerdas