miércoles, febrero 26, 2020
CÉSAR LIENDO SIGUE CANCIÓN ADENTRO
CÉSAR LIENDO
SIGUE CANCIÓN ADENTRO
César, es mucho el tiempo que hemos visto y sentido tu
cabalgar por la vida que conviertes en otro mundo para la canción. Y en la
memoria concordamos en los momentos que
vibran y vibrarán por su fuerza de entrega y decisión de compartir para la
siembra de la necesaria y obligada trascendencia. Y así, a la hora de tu cumpleaños
vuelvo al texto escrito en 1991, y que rescato en este día de febrero del 2020, como la mejor forma de decirte que 29 años después, la expresión de un
reconocimiento y un afecto han crecido
en los años de manera sostenida y amorosa.
Para ti, César, nuestro abrazo y agradecimiento por haber sido y seguir siendo eje de ese
mágico canto que dejaste establecido en las señales y pasos de la Cátedra Pío Tamayo, como aporte de
contenidos que serán puntales en la construcción de los tiempos del vivir que
nos aguardan. Mery, 26/02/20
CÉSAR, TE CONOCÍ EN UNA ENRAMADA
DE VIDA,
AMOR Y CANCIÓN
Un día, mientras contaba agujeros de chicharra y
encendía cocuyos en los aleros de las casa deshabitadas, escuché una voz fuerte
y recia, con sonoridad de tambor, que brotaba como un oleaje desde un mágico
recinto de sonrisas. Detuve mis pasos y me dirigí hacia los territorios de
donde manaba aquella cascada de arpegios. Y vi como aquellos ríos cantarinos,
surtidores de sol mayor, enhebraban en los remansos hilos diminutos de agua en
el interior de flautas dulces, en tiempo de jazmín y tentación.
Así conocí a César Liendo. Y fue como acampar en
andenes de ternura, en adagios de combate e ilusión. En su corazón, la palabra
se vuelve madrigal, la ira se transforma en lección de vida, las cuerdas en
instrumentos del soñar. Comprendía que tenía por oficio convertir los alhelíes
en silencios, para que los hombres los esparzan en las estaciones que habrán de
construir la alegría para todos. Y me aposenté para siempre en aquellos
espacios de caña y cundeamor.
César viene de Chuao, un pueblo de Aragua que mira al
mar y que sabe repicar tambores. Allí aprendió la perseverancia de las mareas,
la templanza del cuero. Fue viajero por los ciclos de la siembra y la cosecha.
Estuvo en Yumare y Palmarito. Luego, con sus alforjas llenas de semillas de
amor, de melodías anónimas y coplas populares, se hizo a la ciudad.
No fue su canto en tono menor. Antímano y Carapita
fueron testigos de su combate, de sus esperanzas, de su trabajo incansable por
la labor social, la alfabetización, la participación en corales, teatro
popular, grupos culturales. Se formó en el Liceo “Luis Razetti” donde dejó
también sus huellas musicales. Un día comenzó a llamarlo de nuevo la tierra y
se fue a Maracay a hacerse agrónomo, para organizar sus ansias jardineras y
cultivar los frutos y los granos en tiempo de sonata y a ritmo de fulía.
Allí encontró el activismo político, la militancia
clandestina. Pero pronto regresó a los espacios de la música, para hacerla
también instrumento de lucha y de combate. Estuvo en la Coral de Voces Oscuras
y la Coral Universitaria del Núcleo de Maracay de la UCV. Tiempo para formarse,
para recoger y recopilar la inmensa riqueza de nuestros cantos populares y de
recrear nuevas formas para echar a correr la vertiente mágica de su voz.
Así surge esta primera selección de cantos. Necesidad
de amigos, petición de quienes lo han escuchado, sin poderse llevar consigo
aquel océano de música. Exigencia del pueblo que requiere que sus cantores más
auténticos lo representen, o lleven lejos, cabalgando en una tonada, que
contenga su raíz de flor y sueño.
La ilusión tomó el cauce de la tecnología y nació
este primer disco, para el cual me pidieron la presentación. Entonces convoqué
a los dioses del trueno y el rocío, a los sacerdotes de la tempestad para que
explicaran la conjunción de ríos de azúcar y sonajeros, el trayecto de
trinitarias al ascenso, que son el santo y seña de César.
Fue así como la palabra se hizo ala diminuta, piquito
de colibrí, estela marina, dejando solo el silencio, la sagrada emoción que
insurge cuando se asiste a la consagración de las caracolas. El teclado se
convirtió en un piano dúlcimo y dibujó sobre claves de sol las sonoridades que
se anidan en César para construir sus cantos en pueblos de amor.
Y sus canciones comenzaron a brotar como caminos
fluviales, se aposentaron en la brisa, en la armonía de los pájaros, en la
sonrisa de la muchacha que grita rebeldías, en el huracán de este continente en
marcha, en la historia por construir. Y comprendí que no hacía falta escribir,
que bastaba abrir el cauce para que se derramara la música por los confines del
azul.
Basta entonces escucharlo para acercarnos a sus
treinta y ocho años de travesía por el asombro, a su calidad de maestro que
convoca la justicia y la solidaridad. Basta entonar sus acordes para que se
haga fogata de arpegios, armonía del viento. Y César, el infatigable
almacenador del vivir, estará allí, incansablemente, en los lugares habitados
por la tristeza, en los sitios donde nacen los combates, regalando su risa
enamorada y construyendo cada día, una sinfonía concertante para cantor mayor,
en clave de pueblo y porvenir.
julio 1991
mery sananes
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario