A Juan Carlos Mestre
Pertenezco a esa especie colectiva
empeñada en quebrar el ruido con una
palabra que aún no se ha construido
Creo que un trazo urdido con las
acuarelas del alba un adagio sostenido
sobre las cuerdas de un cello la
serenidad de un hombre que vence
en el recinto de su memoria
la muerte que otro le impone
causa una conmoción
que transforma el mundo
Creo que la risa de un niño tendido
sobre la hierba jugando a cazar estrellas
puede abrir una rendija por donde
la pupila descubra todo aquello
que le ha sido vedado
Creo que cuando alguien hace suyo
el extravío de percibir el tremor de
la tierra el pizzicato del viento
o el soneto para tubas del agua
la utopía alcanza levedad
de campanario
Creo que las palabras son atrapadas
aún antes de nacer para que no hagan
su recorrido libertario hasta el
altar de la alegría
y que cuando alguna de ellas
alcanza la travesía de una lágrima
es porque ha logrado girar sus
petalerías hacia el huerto donde
se siembran los soles
Creo que la palabra es un pájaro
que canta camino a un nido que habita
en los ojales de un hombre mudo
Creo que la canción del hombre
está rota y que hay que aglutinar
los cánticos hasta que una voz
común recupere la ternura
Creo que hay que recrear un
silabario que le dé resonancia
a quienes construyen desde los
abismos de las iras de los otros
las vértebras de una utopía
que existe porque ellos la
sostienen con sus dedos
de arrullar que no de herir
Y por ello entrego desde el dedal
de los olvidos el diminuto estambre
con el que voy cosiendo los días
a la viga que sostiene el universo
para que se junte a las tonalidades
sonoras de un alfabeto hecho de
hebras de esperanzas
y a ese afán persistente de ser
espejo de la penumbra hasta
alcanzar la claridad de las
mañanas preñadas de geranios
texto y foto
mery sananes