Me ha sorprendido la noticia de que algún
quebranto te anda rondando. Y cómo no sorprenderme si siempre he
creído y creeré que eres eterno. Que nada puede doblegar tu diminuta
estatura de gigante. Que ni sequías ni vendavales van a torcer tu camino
hacia ese mágico consultorio, casi oculto entre ventas de todo tipo y gente
vociferando sus mercancías y frutas, abalanzándose sobre la entrada del metro,
deseosos de llegar a alguna parte.
PASABAS CON LEVEDAD DE PÁJARO POR TU CASA
Tú salías de tu Hospital, pasabas con
levedad de pájaro por tu casa y de allí te ibas a esa larga lista de pacientes
que te aguardaban, a sabiendas de que nadie más podría darles el diagnóstico
que tu sola mirada encontraba, aun antes de auscultar la fragancia de su
corazón.
Imperturbable en tu oficio, no le das
rienda a los hilos de los que la gente se quiere sujetar para huir de la
disciplina de tus rituales. Si el enfermo no coopera contigo, todo esfuerzo lo
declaras inútil.
UN FAROLERO EN MEDIO DE LA OSCURIDAD
Sabes que no existen fórmulas mágicas,
brebajes encantados, ni milagros. Que tenemos que ser capitanes de nuestra vida
para que nuestros estrechos bajeles no colapsen. Y tú eres como un farolero en
mitad de la oscuridad que siempre encuentra las causas y das las respuestas.
TUS MANOS CONOCEN EL CUERPO HUMANO CON LA
DEDICACIÓN DE LOS ENAMORADOS DE UN OFICIO
Nunca te dejaste convencer por las nuevas
tecnologías. Sabes que ningún lente tiene la capacidad de tu pupila para
detectar el más lejano intruso. Y tus manos, Herman, conocen el cuerpo humano en
forma minuciosa, atenta y con la fe de los enamorados de un oficio.
Reconoces cada pliegue, los detalles, las
colinas y las planicies. Y distingues, en un segundo, en el viaje de tus dedos
por un abdomen si se trata de una hernia o un absceso, un tumor o una simple
celulitis.
NO TE DEJAS ENGAÑAR POR LOS DOLORES QUE
IRRADIABAN HACIA EL LADO OPUESTO DE LAS DOLENCIAS
No te dejas engañar por los espejos de los
dolores que se irradian hacia el lado opuesto de las dolencias. Identificas la
edad con sólo escudriñar el anverso de los pies. Te sabes de memoria, como si
fueses un electrocardiógrafo, la estadística de los latidos y las
reverberaciones de las sístoles.
Cómo entonces, Herman, podía yo pensar que
un día algún ente extraño pudiera interrumpir tu meticulosa, disciplinada y
ceremoniosa travesía hacia tus aposentos de sanación.
EN UN HOSPITAL JAMÁS FUISTE
PACIENTE ERES Y SERÁS SIEMPRE EL MAESTRO
En un hospital jamás fuiste paciente. Eres
y serás siempre el maestro, el sabio, que nunca se preocupa si los demás se
enteran. Son tus alumnos quienes beben sin límites, una enseñanza que se libra
sobre el cuerpo y la mente, el espíritu y el corazón, más que en los libros.
Sabes que al médico no lo hace la lectura
de muchos tratados, sino la pasión que se le desborda ante un síntoma, una
enfermedad, una dolencia que le corresponde definir, precisar y sanar.
TUS ALUMNOS, COLEGAS Y PACIENTES DEL
HOSPITAL VARGAS
CONOCEN EL SILENCIO DE TUS PASOS
Silencioso en tus pasos, podías pasar
desapercibido en una multitud, pero, Herman, cómo saben de ti los pasillos del
viejo hospital Vargas, tus colegas profesores y médicos, los pacientes
acomodados simétricamente en largas salas, aguardando tus revistas, y el
corredor que lleva hasta tu consultorio.
TUS NUEVAS VISIONES SOBRE VIEJOS MALES
Y cuando no transitabas entre esos dos espacios de tu vivir, convertías la
diminuta oficina de tu casa, en un laboratorio de investigación, un archivo de
documentos y papeles que tú ordenabas, estudiabas y reparabas hasta producir
nuevas visiones sobre viejos males, aproximaciones creadoras a tópicos
largamente tratados, que tu pasión por el síntoma, como puerta abierta a causas
mucho más complejas, podía siempre recrear y enriquecer.
Y fue cuando supe que no había de qué
sorprenderse, porque no te detuviste ni un día en tu trabajo, que es tu pasión
y tu vivir. Tu destino y tu frugalidad. Supe que no había habido sorpresa, sino
que, como siempre lo hacías, le diste preferencia a tu andar.
NO QUISISTE QUE NADA INTERRUMPIERA TUS
LECCIONES
Estás terminando un libro y no quisiste
que nada interrumpiera esas lecciones que quieres dejar establecidas para los
que vengan después de ti. Que le dijiste a tu organismo que se esperara,
que no había tiempo para detenerse a guardar reposo y menos a entrar a un
quirófano.
Y NO SÉ SI REGAÑARTE O ENTENDERTE
Tenías una meta y quisiste concluirla
antes de reconocer el más difícil de los diagnósticos: el tuyo propio. Y no sé
si regañarte por eso, o entender ese tu compromiso a ciegas con tu misión y tu
ser.
Siempre había querido escribirte algo más
que esas notas breves que se colaban en una torta de cumpleaños o en una
tarjeta decembrina. Para decirte lo que tú tal vez intuyes pero no sabes del
todo.
Estuviste al lado de mi madre, cuando
susurrando pidió que te llamaran y que le rezaran el shemá. Te necesitaba a su
lado para despedirse. Para que no cayera el peso de ese silencio sobre nuestros
atribulados corazones.
HAS ESTADO A NUESTRO LADO DESDE QUE TENGO
CONOCIMIENTO DEL MUNDO
Y has estado a nuestro lado desde que
tengo conocimiento del mundo. Y doy por descontado que siempre estarás allí, al
alcance de nuestros anhelos, cuando a uno de los hijos le alcance un dolor
punzante, o de una caída brote una herida que no reconozcamos si es grande o
pequeña.
Estás cada vez que alguien te necesita.
Llegas callado y raudo a sofocar incendios, a aliviar angustias, a sanar
enfermedades y a calmar dolores. Sin estridencias, leve como tus pasos, amoroso
como tu mano extendida.
Y NO PIENSO RETRASAR MÁS ESTA CARTA
Y no tengo intenciones Herman de dejarte
salir con las tuyas. Y mucho menos que pretendas ahora sentarte en una sala de
espera, en vez de ejercer tu mágico oficio de curandero, de científico, de
conocedor de todos los males que pueden rumiar en el interior de un organismo.
Como médico internista no hay quien te
gane diferenciando una pancreatitis de una apendicitis, un herpes de una
alergia, una bronquitis de un asma, un desnivel bioquímico de un desorden
alimentario.
Por eso he venido a escribirte esta carta
hoy. Una carta que te debía desde hace mucho y que te he ido escribiendo cada
uno de los días en los que sabía que estabas allí y que sólo hacía falta unos
pasos para irte a buscar.
Quiero que sepas cuánto te queremos,
cuánto de ejemplo has sido para los hijos, cuantas lecciones dejas tejidas
sobre la humanidad de este expaís roto y quebrado. Cuántos huertos has hecho
crecer sobre jardines que ni siquiera conoces.
Y NO TE MARCHARÁS SINO CUANDO TÚ LO
DECIDAS
DESDE TU AMOR INDOBLEGABLE
Quiero que sepas, Herman, que desde donde
esté, voy trenzando guirnaldas de energía, para que salgas de las terapias
intensivas, recuperes tu habitual languidez y concluyas tu libro, y lo
presentes. Y puedas encargarte tú mismo de sanar tus dolencias, hasta que tú
decidas marcharte sin agujas ni catéteres, sin vías externas o internas, sino
porque así lo decidiste, desde tu paso parsimonioso y tu amor indoblegable.
Y quiero que sea largo ese tiempo. Porque
muchos te necesitan y necesitamos. Y para que todos podamos dejar a tu costado
las claves de la alegría que has regado y riegas sobre este pedacito de tierra
triste.
HASTA QUE SE DIBUJE PARA SIEMPRE EN TU
ROSTRO LA MÁS GRANDE SONRISA QUE HAYAS TENIDO
Para que la aparición de tu libro sea como
la fiesta de un recién nacido que se recibe con sonajeros y ofrendas, con
recaderías de amor, y predicciones de porvenir.
Para que se multipliquen en tu rostro las
más grandes sonrisas, y cobres plena conciencia de que no tienes licencia para
enfermarte. Que aún te aguardan muchas tareas que cumplir, oficio que ejercer y
proezas que dejar cosidas en el ojal de este mundo enceguecido y mudo.
mery sananes
15 de julio del 2014
5 comentarios:
Gracias Dr Wuani por devolverme la salud, porque cuando llegué a usted ya cansada de tratamientos y medicamentos inútiles, me conseguí con un gran ser humano y un excelente medico. Que Dios lo bendiga.
María José Vega
Gracias Dr. Wuanni, por sus consejos, por curarme muchas veces que recurri a usted, estoy plenamente segura que nadie lo superará, usted fué un legado extraordinario que Dios puso en cada persona que le buscamoS, cuando estabamos en momentos de enfermedad.Gracias, gracias, que la luz del ocaso y de la eternidad resplandezcan por siempre en su camino. DESCANZA EN PAZ, AMIGO, DOCTOR, PADRE.....
No lo conoci pero felicito quien escribio la carta. Algunas veces no nos atravemos a escribir nuestros verdaderos sentimientos
No lo conoci pero felicito quien escribio la carta. Algunas veces no nos atravemos a escribir nuestros verdaderos sentimientos
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